La clérigo mayor y su alumna se la pasan bien comprando (parte 36)

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Miyo salió del probador a una salita donde Administrator la esperaba sentada en un sillón. Habían más sillones alrededor, además de un espejo donde las personas podían verse de cuerpo entero. Dos mechones de su largo y castaño cabello se deslizaban por sus hombros, enmarcando sus ojos azules. Miyo llevaba puesto este vestido:

(creación propia, de antemano me disculpo por la calidad del dibujo :'u, lo hice en paint xd)

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(creación propia, de antemano me disculpo por la calidad del dibujo :'u, lo hice en paint xd)

- Te queda muy bien. - dijo la Pontífice sonriendo mientras sostenía un catálogo. Entonces, Miyo desapareció mientras se dirigís hacia uno de los maniquíes.

- Quinella-sama - llamó a su maestra.

Administrator la siguió y llegó hasta donde estaba el maniquí que Miyo estaba señalando.

Administrator la siguió y llegó hasta donde estaba el maniquí que Miyo estaba señalando

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(webtoon: La emperatriz divorciada, capítulo 27)

- Pruébese este. - le dijo alegremente.

Francamente, Quinella no se lo esperaba. - ¿Qué?

Miyo no dejaba de sonreir.

- Le quedará genial con ese... espere.

De repente Miyo se puso seria. La miró de pies a cabeza lentamente y entonces le echó un vistazo al resto de la tienda.

Sin que la joven se diera cuenta, algunas vendedoras habían empezado a observarla. Ver a la máxima ministra de la iglesia no era algo muy común, a eso le agregamos que era aún más raro verla así de joven, pues se sabía que la mujer santa Quinella era una anciana. Los rumores de que la diosa Stacia la había bendecido con vida y juventud eternas empezaban a esparcirse más rápido de lo planeado debido a esta salida. Y, además de todo eso, estaba de compras con una chica que aparentaba dieciocho años. A juzgar por la conversación que habían tenido antes, parecía ser la protegida de la que tanto habían oído hablar. Dado que Miyo volvía a su hogar una vez al año, empezó a correrse cierta información sobre una monja, que era la protegida de la máxima ministra de la iglesia que volvía a su casa una vez al año.

Pero bueno, volviendo a lo que nos interesa, Miyo no notó a estas pocas vendedoras chismosas y/o curiosas, pues solo se fijó en los vestidos que presentaban en los maniquíes con suma concentración, como si estuviera dilucidando algún secreto del universo. Tras ver todos los que se encontraban en su campo de visión, volvió a mirar a Quinella, esta vez con mucha más atención.

- ¿Qué pasa? - inquirió su maestra

Miyo terminó su observación y bajó un poco la mirada.

- Con esa apariencia... - empezó a decir, entonces levantó su rostro y pudo apreciarse una desbordante emoción en ella. - Con esa apariencia que tiene todo le quedará bien.

Los ojos de Miyo brillaban y sonreía. Si esto estuviera en formato anime, Miyo estaría cubierta de brillitos mientras sonreía.

Quinella, que había sido adorada como la mujer más hermosa del mundo desde que nació, reprimió una risita. Pudo notar cómo Miyo se ponía nerviosa.

- No es que no se haya visto bien antes, es solo que...

- Lo sé.

- Ya le dije una vez que usted es la anciana más linda que he visto. - terminó Miyo entre nerviosa y emocionada

¿Cómo podía esa niña cambiar de emociones tan fácilmente? ¿Acaso es porque era joven? A pesar de que Quinella la conocía desde hacía cuatro años, la facilidad para cambiara de emociones de la niña seguía sorprendiéndola y enterneciéndola, incluso ahora que ya no era una anciana...

- E-era. quiero decir. Era, porque...

- Miyo - interrumpió la clérigo mayor, conteniendo una sonrisa - Entiendo tu punto.

Ella lo recordaba bien, aquella ocasión hace tres años en que Miyo le había dicho que era muy linda. No le tomó mucho volver a su pose de diva inalcanzable, aunque era obvio que se estaba forzando un poco y que en el fondo se divertía.

- Bien... no se puede evitar. - dijo, Miyo no pudo evitar suprimir una risa ante este repentino comportamiento: sabía que era falso. 

- Me probaré este. - dijo al aire, entre altiva y riendo, sabiendo que alguien vendría para cumplir su deseo, y así fue.

Una vez Administrator salió del probador, los ojos de Miyo brillaban con gran intensidad. Ni podía hablar de la impresión.

- Ahora... - Administrator caminó hacia el sofá, donde estaba el catálogo de ropa.

- Quiero ver estos modelos. - señaló algunos diseños en el catálogo - Agrega a mi compra todo lo que nos hemos probado hasta ahora.

- Sí, ¿Me permite? - Administrator asintió y la mujer se llevó el catálogo para buscar los vestidos tras hacer lo que todos hacían al ver o hablar con la clérigo mayor Administrator, una, aunque sea leve, reverencia.

- Hemos hablado de lo linda que soy, Miyo.

Miyo solo parpadeó ante este repentino comentario.

- Pero ahora... - continuó Administrator - hablemos de lo linda que eres - señaló a Miyo - tú. 

Se sonrojó un poco y esbozó una sonrisa no de autosuficiencia o de superioridad o de compasión, en verdad estaba disfrutando ir de compras con Miyo. Se cubrió la boca con su mano derecha, como si quisiera ocultar su emoción y dijo:

- En verdad te ves adorable con ese atuendo. No puedo esperar a verte con otros. Ah. - pareció recordar algo y empezó a enumerar con sus dedos - También tenemos que comprar pijamas, unos cuantos vestidos de fiesta, vestidos informales... - le dedicó una mirada a Miyo antes de volver a sus cuentas - ya estamos comprando vestidos informales, ¿no? Bueno, - continuó enumerando con sus dedos - zapatos, cintas para cabello, joyería, accesorios... wow... - por un momento, pareció asombrarse de lo que ella misma había planeado - Tal vez no terminemos hoy. - se iluminó automáticamente - No importa, volveremos las veces que sean necesarias. Aunque... - dibujó una expresión dibutativa en su rostro otra vez - tal vez prefieras venir sola. - otra vez le restó importancia al asunto - En fin, no importa, ya hablaremos de eso después. Ya estás en edad de hacer tus compras sola, ya coordinaremos eso después. - batió nuevamente su mano en el aire, como si quisiera restarle importancia al asunto, sin dejar de sonreír.

En este tipo de momentos, ella de verdad parecía una chica de veinte años emocionada al hacer compras.

Una de las vendedoras volvió con los vestidos, en cajas. Miyo empezó a probárselos y Administrator deseó que existiera un arte sacra que le permitiera congelar esos momentos. Lo que no sabía, era que en el mundo que había creado el suyo, "el otro lado", como ella lo llamaba, existía el objeto que era capaz de cumplir su deseo. Ese objeto se llamaba "cámara fotográfica", aunque una "cámara de video" también serviría en este caso.

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora