La carta y el primer día de clases (parte 42)

24 3 0
                                    

Miyo se encontraba en la mansión Takahara poniéndose al día con su madre y hermano. Pero entonces, Johan ingresó a la sala donde se llevaba a cabo dicha alegre reunión y llamó a su hija menor.

- Miyo. - dijo suavemente

Miyo se giró hacia él.

- ¿Si, papá? - preguntó educadamente

- Hija, eh ... ¿Puedes venir un momento?

- Papá, no vale que te la robes. - se quejó Rafael, su hijo mayor, entre bromista y molesto.

- Solo quiero hablar con ella. - dijo ante el tono de su hijo, su esposa observaba la escena expectante - Es importante. - y le dedicó una seria mirada a Miyo.

- Está bien. - su hija menor, quien pronunció estas palabras, adoptó una súbita seriedad - Ya vuelvo. - le dijo a su madre y hermano y se fue con Johan.

***

- Bien, ahora que estamos solos. ¿Qué era lo que querías preguntarme, papá?

Estaban fuera de la casa y la oscuridad se cernía sobre los desiertos aledaños a los terrenos de los Takahara. No se habían alejado mucho de la mansión y su luz era la única guía que tenían para no perderse en la noche.

- Miyo ... - empezó Johan - ¿Tú sabías de esto? - le mostró una carta con un sobre abierto. Miyo pudo ver un poco del contenido y ...

- Esa letra ... - la conocía demasiado bien como para saber de quién era con solo verla.

- Sí. La suma sacerdotisa me escribió. - suspiró - Quiere usar nuestro parentesco lejano para llevarte a vivir con ella oficialmente como su protegida.

Un silencio. Miyo se lo imaginaba, pero ... no creía que en verdad su maestra fuera a escribirle a su padre para decirle eso.

- ¿Por qué no me lo dijiste? - inquirió Johan

- ¿Decirte qué? - ahora Miyo estaba confundida y ... algo nerviosa

- Que tenemos una relación lejana de parentesco con la suma sacerdotisa.

A pesar de que Johan no fue para nada duro al decir estas palabras, (pues solo era un hombre sorprendido por la revelación) Miyo empezó a disculparse nerviosa.

- En verdad no sabía si decirte. Quinella-sama me dijo que con más razón me tomaría como su protegida, revocándome mi tarea sagrada de ser monja, cuando nos enteramos de que soy su sobrina-nieta.

- ¿Qué? - inquirió Johan, ahora él era quien estaba en confusión, mas su hija no se detuvo

- En verdad, no sabía que decirle a Quinella-sama. Ella ... simplemente me dijo que me quería como su hija. Y yo la quiero como mi madre. Eh ... no es que me caiga mal mamá. Es ... solo ...

- Miyo. - un intento inútil de calmar a su hija

- Mamá es genial, pero paso más tiempo con Quinella-sama y ... no significa que los quiera menos, pero la cuestión es que sí la veo como mi segunda madre, no es nada personal, en serio, además, a pesar de que se vea joven, ella es una ancia---

- ¡Miyo! - y la agarró de los hombros - Cálmate, hija. - y la abrazó, como no había podido hacerlo en años, muy cariñosamente le dijo - ¿De veras crees que lo primero que haría al ver a mi hija tras dos años de no verla, casi tres, sería llamarle la atención? - y empezó a acariciarla en la espalda, ese acto y las cálidas palabras que lo acompañaban calmaron a Miyo - Miyo, la suma sacerdotisa no dijo nada malo. Solo quiere usar ese parentesco como excusa para llevarte con ella como su alumna, sin ser monja. Eso es todo. - entonces se separó y pudo verla bien - Solo estaba jugando contigo antes de felicitarte por esta oportunidad. La suma sac... Quinella-sama me dijo que tú estabas de acuerdo pero que, dado que tú probablemente preferirías seguir el protocolo para estas cosas, sería bueno si yo diera mi consentimiento firmado. Ya sabes que es normal que un noble rico y de alto rango adopte a un pariente lejano para darle estudios. Y ese es tu caso. - la soltó completamente - Tengo la leve impresión que esto tiene algo que ver con eso de haber insistido en cuidarla cuando estaba enferma, pero ya me lo contarás después. Ahora, dime, hija. - la miró profundamente a los ojos - ¿Quieres que dé el consentimiento como cabeza de familia para que te adopte? - de repente cambió a un tono de broma - Por los estudios, eh. Solo por los estudios porque igual siempre regresarás a casa y nunca te olvidarás de nosotros, ¿verdad?

Miyo no pudo evitar sonreír conmovida y asintió.

- Está bien. Ya nos contarás los detalles luego. - recostó uno de sus brazos en los hombros de su hija - Es hora de cenar. Ya le quiero contar a tu madre y hermano. - y la abrazó, un abrazo fuerte y cálido donde podía sentirse a salvo. En su casa, con su padre, con su familia, en el Imperio de Southercroith.

***

5 de junio del año 111 del Calendario del Imperio Humano

Ya había sonado la melodía de las diez de la mañana y Miyo empezaba su nueva vida. Ahora ya no usaba hábito ni rezaba con las monjas. Vestía y calzaba como la gente ajena al clero. Ahora era un noble de quinta clase que había sido adoptada por la clérigo mayor con el fin de desarrollar sus talentos, que vivía en la Catedral Central, con permiso de ver a su familia una vez al año y era ... espléndido.

Sin embargo, había un problema. No era un problema en verdad. Digamos ... que era un problema momentáneo. Miyo iba corriendo por los pasillos de la Catedral hasta llegar a la gran escalera que conectaba todos los pisos, incluyendo los aposentos de Quinella-sama. Pero allí no se dirigía, pues las clases se desarrollarían en una sala que Quinella había separado solo para las dos. Inicialmente, la idea era que fuera en un salón vacío donde las monjas solían estudiar, pero a la clérigo mayor Administrator no le agradó la idea de enseñar en un salón corriente al que todo el mundo en algún momento iba. Así que decidió hacerlo en una habitación especial. Una que estaba en los pisos superiores. Una de las habitaciones que los altos mandos de la iglesia usaban para estudiar, según Quinella/Administrator, eso iba mejor y se adecuaba más a la nueva situación de Miyo. Poero, en secreto, quería que Miyo tuviera un bonito y elegante lugar para estudiar, solo para ella. Pero esto ni la misma Miyo lo sabía. Solamente atribuía esto a la arrogancia y vanidad típicas de su maestra. Cualidades que notó desde el día 1, hace ya 4 años, solo que en general eran soportables y nunca se salían de la raya. Por muy orgullosa que fuera, Quinella-sama, por sobre todas las cosas, era una mujer razonable. Miyo iba corriendo hacia ese lugar, pues era tarde. Al sonar la melodía de las diez debió haber estado allí esperando. Pero no, estaba terminando de arreglarse en ese momento. Y ahora subía como loca la escalera lo más rápido que podía. Afortunadamente, su nueva habitación no estaba lejos de este punto de reunión. Llegó al piso indicado por su maestra el día anterior y salió de la escalera, la cual aún seguía hasta unos pisos más arriba, hasta los aposentos de la clérigo mayor. Se detuvo de repente, alisó su vestido con sus manos y lo sacudió con cuidado. Estaba hecho de una cómoda tela cuadrillé de colores azul oscuro, blanco, negro y celeste, la cual combinaba a la perfección con el lazo celeste con el que adornaba la cola baja que se había hecho para amarrar su cabello, un hábito que se le había quedado de los cuatro años siguiendo el código de vestimenta para las hermanas, es decir, para las monjas, podría incluso decir que los tonos de azul del vestido y del lazo combinaban con sus ojos, azules zafiros en su rostro. Respiró hondo y caminó rápido, sin correr, pero ya más tranquila. Y entonces ...

No sintió nada. Dejó de sentir dolor en general mientras caía al suelo. Una vez allí, notó sangre escurriendo de su pecho y ... ¿espalda? Acababan de meterle y sacarle una espada en el tórax. Un encapuchado se alejaba rápidamente de la escena, guardando la espada ensangrentada. Muy probablemente la había estado siguiendo desde el principio, pero ... ¿Desde cuándo? Miyo había oído de intentos de asesinato, pero ...

- System call: generate----

Se detuvo súbitamente al pronunciar este arte sacro, pues, al tratar de convocar un líquido que cure la herida provocada por el apuñalamiento que acababa de recibir en la espalda, apareció una ventana en color rojo y con palabras en lengua sacra perfectamente legibles:

"System error"

Intentó unas cuantas veces más y nada. No podía usar artes sagradas o siquiera tocar la zona sin que ese mensaje flotara frente a sus ojos. Miyo parpadeó con consternación y contuvo la respiración al ver la sangre que chorreaba de su recién hecha herida y al saber que era incapaz de curarse.

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora