Cuando Miyo había pedido permiso para ver a Quinella-sama a esa hora de la mañana, no esperaba presenciar esa escena. Estaba más allá de su imaginación. Simplemente no encajaba. ¿Qué estaba pasando? Okey. Primero. Calma. Repasemos los hechos:
Una vez Lady Elena hubiera dejado a Miyo bajo el cuidado de la superiora, Miyo fue enviada a su cama a descansar. Se le prohibió cualquier tipo de libros. Miyo se acostó en su cama sintiendo un peso en su corazón: tenía un mal presentimiento. Unos pocos minutos después de estar mirando a la nada, Miyo decidió que sería mejor dormir. Elevó oraciones a las diosas (sobretodo a Stacia) y procedió a lentamente dormirse. De repente pudo ver algo, no... a alguien.
- ¡Quinella-sama! - gritó, entonces regresó a la realidad. Estaba en su cama, gritando en medio de la oscuridad. Thania no estaba, pues había sido destinada a una capilla en el imperio de Norlangarth. No sabía cuando volvería... o si volvería. Pero a Miyo no le preocupaba Thania en ese momento, se escribían constantemente; además, ella sabía que eso era lo que Thania más deseaba y que era feliz. Lo que más le preocupaba a Miyo en ese momento era Quinella-sama.
- Solo un sueño... - susurró, a pesar de que sabía que nadie podía oírla donde estaba. Se llevó la mano a su corazón y dijo: - Por favor, Stacia-sama... - y se durmió nuevamente.
Al día siguiente no le permitieron ni ir a la oración matutina ni estudiar con sus compañeras, ni hablar de ver a Quinella-sama. Así que Miyo obtuvo permiso de la superiora de pasear libremente por la Catedral, pero con cuidado de no perderse. Miyo no pudo evitar pensar en Quinella-sama, pues la razón de que se conocieran fue que ella se había perdido y había entrado a una habitación al azar con el fin de pedir indicaciones. Afortunadamente, en vez de recibir un castigo por parte de la suma sacerdotisa, esta la había tomado como su alumna. Nunca se había vuelto a perder en la catedral desde entonces, incluso se había esforzado en memorizar el lugar para no perderse...
Contra todo pronóstico, Miyo no se perdió y, de hecho, lo disfrutó. Pero a pesar de todo eso, la sensación en su pecho de que algo no andaba bien no la abandonó en ningún momento. A la mañana siguiente, se levantó apenas vio el alba. La superiora dijo que ya estaba bien y, a pesar de la hora, le dio permiso de ir a ver a la suma sacerdotisa. Tal vez lo hizo porque se había acostumbrado a verla casi todos los días, tal vez lo hizo porque en verdad estaba preocupada por el estado en que la había dejado, pero lo cierto es que Miyo usó su primera oportunidad para ir a verla, incluso si era solo para verla dormir. La única condición era regresar a tiempo para la oración matutina. Miyo accedió y subió escaleras arriba. Los guardias la dejaron pasar sin problemas (pues se trataba de la alumna y, más que eso, la favorita de la suma sacerdotisa). Sin embargo, a medida que cruzaba el recibidor y, por consiguiente, se alejaba de los guardias, oyó algo extraño.
- Ahora soy gobernadora y administradora.
Miyo la miró detenidamente. Una hermosa mujer (en serio, muy hermosa, la mujer en cuestión parecía una diosa griega tallada por los mismos ángeles, y eso que Miyo solo la había visto de espalda) estaba de pie desnuda frente a las grandes y transparentes ventanas mientras daba un pequeño discurso sobre su nuevo título. Miyo pensó: ¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí? Estos son los aposentos de la suma sacerdotisa. No se supone que ... Espera, ¿Y si es una criminal? Miyo estaba bastante consciente de lo hábiles que eran los guardias de Quinella-sama, entonces... ¿Cómo llegó allí? ¿Una amiga de Quinella-sama? Creí que nadie tenía permitido verla en ese estado de discapacidad, ella misma me pidió guardar el secreto, entonces... Pero, espera, ¿Dónde está Quinella-sama? En su cama no estaba, eso Miyo lo notó. Entonces... A ver, unamos todas las piezas: una mujer extraña se está proclamando la máxima autoridad en el imperio, no, en la iglesia axioma, no hay señales de Quinella-sama, la túnica de Quinella-sama está en el suelo... No habría sido difícil atacar a una anciana enferma en su propia cama, esta mujer...
Miyo consideró las opciones: incluso si sus deducciones eran erróneas y estaba malinterpretando la situación, debía hacer algo en caso de que no estuviera equivocada. Si llamaba a los guardias, estos tardarían mucho en llegar, la mujer podría hacerle cualquier cosa hasta que ellos llegaran. Así que.. ¿Qué hacer? Para empezar, ¿La mujer siquiera estaba armada? No creo, estaba desnuda... Igual, si logró herir a la suma sacerdotisa... Miyo agarró un peine metálico que estaba por allí. No había muchas probabilidades de salir silenciosamente. Así que, si se iba a mover, lo mejor sería ir hacia delante, así llegaría con alguien más rapido.
Entonces la mujer volteó ... y la vio. Era verdaderamente hermosa, unos preciosos ojos lilas en un fino rostro y un cuerpo envidiable, sobretodo para alguien como Miyo, cuyo busto era más pequeño que el de las chicas de su edad. Tras salir de la ensoñación que le provocó su belleza, Miyo inició: - ¿Dónde está Quinella-sama? - Levantó el brazo derecho, que sostenía el peine, y la mujer lo sostuvo, inmovilizándolo al tomarlo con su mano izquierda, con una rapidez increíble. Miyo no pudo evitar asombrarse al ver sus reflejos.
- ¿Quién es usted? - Miyo empezaba a perder la calma y eso se evidenciaba en su tono de voz.
La mujer contestó, también agitada: - Miyo, soy yo.
- ¡Dígame dónde está Quinella-sama o grito! - espetó Miyo mientras forcejeaba con la hermosa mujer.
- Que soy yo, te digo.
- ¡No es cierto! ¡Identifíquese o llamo a los guardias! - ahora Miyo ya estaba asustada.
- Miyo...
- ¡¿Qué le hizo a Quinella-sama?!
- Galletas de azúcar - dijo la mujer sin perder la calma, como si acabara de recordarlo - Siempre insistías en que probara las galletas de azúcar que les sirven a las monjas en el gran comedor.
- ¡¿Qué?! - dijo Miyo confundida.
- ¡La vez que almorzamos juntas el día que te enseñé sobre las flores sagradas dijiste que lo que más te gustó de la comida fue el puré! ¡Cuando tosía sangre, tú me limpiabas las manos!
Miyo de repente dejó de forcejar. Solo los guardias habían estado presente cuando le había dicho eso a Quinella-sama, obviamente esta mujer no era uno de los guardias, y, hasta donde ella sabía, nadie en la catedral sabía sobre la tos con sangre de la suma sacerdotisa.
- Cuando nos conocimos... tú dijiste: "Disculpe, señora. Me parece que ha cometido un error en este verso sagrado. La palabra correcta es "shape"."
Estaba la posibilidad de que alguien hubiera oído todas esas conversaciones y datos, pero... aún así...
- Yo.. había escrito "shade" en vez de "shape" en esa ocasión. - continuó la mujer.
... esos ojos lilas, ese cabello lacio y lila... ya los había visto antes. Sabía muy bien que Quinella-sama no tenía hijos, bueno, sabía que estaba emparentada con varios nobles influyentes pero si uno de esos nobles tuviera una hija con estas características, sería un rumor que se sabría incluso en una aldea alejada de la capital como en la que ella creció. La mujer que estaba frente a ella, a juzgar por su físico, no podía ser menor que ella, así que no era posible que fuera un pariente lejano de Quinella-sama que haya nacido después de que Miyo entrara de interna en la Catedral Central. Si de verdad fuera una pariente lejana de Quinella-sama... habría escuchado de ella. Además, ¿acaso no había no oído que, cuando empezó a residir en la catedral, Quinella-sama tenía una belleza prácticamente divina que encantaba a todo el mundo? ¿Podía ser posible...?
- ¿Quinella... -sama? - preguntó débilmente, el peine sonó al caer al piso.
- Sí, Miyo.
Ahora le estaba sonriendo. Con esa hechizante y hermosa sonrisa. Miyo se cubrió la boca con ambas manos.
- ¿Por qué...? ¿Cómo... es posible? - preguntó en voz baja, en contraste con los gritos que daba unos segundos antes.
- Miyo.
La mujer, quiero decir, Quinella-sama, la tomó de los hombros. Ahora que ya no estaba en cama o se encorvaba, era más alta que ella. Era ligeramente más alta que cualquier mujer que hubiera visto.
- Mi enfermedad finalmente se ha curado. - dijo tratando de tranquilizar a Miyo, sonriendo tranquilamente - Encontré una cura.
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El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)
FanficHabía una vez una sacerdotisa de mal corazón que solo anhelaba el poder y no sabía cuándo detenerse, un día conoció a una novicia a quien empezó a querer como una hija pero este amor no la salvó cometer un error muy tonto. Lee más para saber más y s...