CAPITULO 1

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Inglaterra 1800.

Aquellos aterradores seres sangrientos aparecieron ante el mundo y consiguieron dominarlo sin apenas esfuerzo. Eran superiores, fuertes como dioses invencibles, guerreros inmortales.

Vampiros.

Charlotte era una humana. Ya no habia sitio para ella en este planeta.

Si la encontraban la matarían.

Vivía lejos, a las afueras de la ciudad, en el bosque, en una cabaña de madera construida por ella misma, el lugar era pequeño, enano, de una sola habitación, llena de suciedad y goteras en el techo.

Era pobre, vivía en condiciones miserable.

Esas eran las consecuencias de vivir escondida, sin que nadie supiera que existia.

Aún recordaba cuando era una niña y su madre siempre le decía las mismas palabras.

Las mismas advertencias.

Los mismos avisos.

"Nunca salgas de casa cuando caiga la noche" "NUNCA"

"O morirás por los vampiros..."

Ellos eran seres nocturnos, solo podían salir cuando el sol caía.

Su única debilidad era la luz solar.

Habia una regla inquebrantable en Inglaterra que todos los humanos que vivían escondidos debían cumplir.

Si querían conservar sus vidas no podian salir por la noche. Jamás. NUNCA.

Si algún humano rompía tal ley, si tan solo ponía los pies sobre el suelo de la calle cuando la noche habitaba en Inglaterra, sería asesinado brutalmente a manos del primer vampiro que lo viera.

Pero aquella noche de octubre de 1800, aquella horrible y desgraciada madrugada...

Charlotte salió de casa.

Sola.

Desorientada.

Nerviosa.

Casi en pánico.

Salio cuando la oscuridad la rodeaba.

Sabiendo que moriría. Si ponía un pie fuera de la puerta de su casa, su final ya estaría más que escrito en el destino de su vida.

Los vampiros eran seres sin corazón, egoístas, agresivos y despiadados, su felicidad se centraba en matar y sembrar el caos, eran completos animales salvajes, bestias asesinas, cazar a humanos por las noches se habia convertido en un juego macabro para ellos.

Pero Charlotte no tenia otra opción, su abuela estaba agonizando sobre la cama, demasiado enferma, a escasos centímetros de recorrer las puertas hacia la muerte, necesitaba medicamentos de manera urgente e inmediata, o no aguantaría un día más con vida.

La joven se arrodilló sobre la cama y colocó una mano encima de la de su abuela, la miró fijamente aguantando las lagrimas. La anciana estaba inconsciente, con los ojos cerrados, sufriendo en silencio.

Las paredes de la cabaña parecían encojer y hacerse cada vez más pequeñas a su alrededor por el pánico que la joven estaba sintiendo.

Ella era la única familia que le quedaba, su abuelita.
Su segunda madre.

La había criado desde los catorce años, tras la muerte de sus padres.

Y no soportaría perderla y quedarse completamente sola.

LA LEYENDA DE UN AMOR SANGRIENTO ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora