✧✦✧CAPÍTULO IV✧✦✧

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Narra Demian

La espera de quince minutos en la habitación de las visitas, para este punto ya era angustiante,  había caminando de un lado a otro más de cuatro veces, cuando logre serenarme, me senté cambiando de silla un par de ocasiones, hasta que elegí, la que estaba de frente a la puerta, quería ser lo primero que viera al abrirla.

«Esta habitación era la única que daba una sensación de cobijo y confortabilidad, la única de paredes azules, con un florero al centro de cada una de las cuatro mesas siempre con flores frescas; suponía que debía ser así, para que los familiares, pensaran que este era un buen lugar y, de ese modo lograr limpiar sus culpas, por dejar a sus seres queridos recluidos.» Desencajaba tanto con la atmosfera real del hospital, pero al fin y al cabo era lo que los familiares querían creer: una promesa de bienestar para sus seres amados. Que los dejara dormir tranquilos por las noches.

Del otro lado del pasillo reconocí la voz de mi hermano, acercándose «El mismo timbre de voz, un tono casi idéntico, al mío». Permanecí inmóvil esperando a que entrará, venía acompañado del Dr. Paul Horwitz.

Mi corazón palpitaba a toda prisa ante la expectativa. La puerta se abrió y vi como el Dr. Paul desde el marco, reía con mi hermano, como nunca lo había visto hacerlo conmigo. Despidiéndose y asegurándole que cualquier inquietud, no importaba la hora podía marcarle por teléfono. Escuche como al salir de su campo visual lo llamó "Sr. Demian". La frase completa había sido Hasta luego Sr. Demian.

Esas dos palabras "Sr. Demian" me perturbaron

¿Cuántas veces? había gritado y suplicado porque me creyeran qué yo era Demian, sin que me prestaran la más mínima atención o peor aún, sin que ni por un momento se cuestionaran la posibilidad de que estaban gravemente equivocados. Nadie notaba la diferencia entre nosotros dos.

Reaccione cuando mi hermano ya estaba sentado de frente a mí, sus ojos de escrutinio clavados en los míos, me estudiaban con una curiosidad maldosa, cuando me hablo

—¿Cómo estas, hermano? ¿Qué tal la medicación? —Sonrió y se inclinó un poco... hasta quedar cerca de mi oído, su voz entro como un tenue murmullo, burlón. —No te preocupes, al principio es difícil pero ya te acostumbraras, todos lo hacemos.

—¿Cómo, lo hiciste? —lo cuestione. Clavando mis ojos en los suyos

Enarco una ceja, cruzo los brazos y de forma indiferente —¿hacer qué? —preguntó.

Baje la mirada hacia la alfombra azul y regrese sobre mis pasos de aquel viernes, en voz alta —Esa tarde me senté, donde tú estás ahora, te veías raro, como ausente.

Me interrumpió. —Embotado de narcóticos, es la palabra correcta. Por sí la estabas buscando, pero prosigue.

—Luego, saque de mi mochila los tres libros, que te traje de regalo, los estabas ojeando con mucha lentitud, deteniéndote en cada hoja, me pediste que te diera agua. Me puse de pie, dándote la espalda, tomé la jarra de la mesa de allá y...

—¡Y! —exclamo Derek.

Eleve la mirada, encontrándome con sus ojos penetrantes.

—Y, ya no puedo recordar nada. Aun así, sé que fuiste tú ¿Quién más? —lo culpe subiendo el volumen de mi voz.

—Sí, yo fuera tú, moderaría ese tono y la forma en la que me estás viendo, recuerda, que ahora, yo soy el hermano mayor y... bueno, no creo que quieras que llame a los enfermeros o mejor aún al Dr. Paul Horwitz —Qué, por cierto, aun te sigue pareciendo, ¿Cómo me dijiste la primera vez? —cuestiono dándose golpecitos con el dedo índice sobre las sienes. —Ah, sí ahora lo recuerdo. —El mejor del país, una eminencia, un médico altamente capacitado, por cierto, solo por curiosidad ¿Estás cooperando? ¿Poniendo de tu parte? ¿Cómo me recomendaste ese día?

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