Capítulo XIII

61 7 4
                                    


AÑO Y MEDIO ATRÁS

1968

Derek

"Cuando crees que tu vida a llegado al fondo y no puedes caer más hondo, siempre hay un nuevo fondo, aguardando por ti".

Si existía un sitio dónde me sentía feliz, ese era la alberca de la preparatoria, era algo mágico: en el olor que desprende una gran masa de agua, en las ondas y los círculos iridiscentes que se formaban con el resplandor del sol atravesando el domo de cristal mientras surcaba el agua nadando, era ahí dónde dejaba todos mis pesares. Fue en el segundo año en el que por mi agilidad y técnica me convertí en el capitán del equipo, ciertamente existían chicos con más cualidades de liderazgo, pero el entrenador debió ver algo en mí, que yo mismo no descubriría hasta años después «un alto sentido de competitividad que bordeaba en lo obsesivo».

Desde hace dos semanas mis pocos amigos me evitaban, los demás estudiantes guardaban distancia conmigo, en un abrir y cerrar de ojos, pasé de ser un chico callado, ensimismado, con algunos cuantos amigos, de calificaciones aceptables, las que obtenía sin mayor esfuerzo, «sé que podrían haber sido excelentes, pero mi forma de hacer rabiar a mi padre era no esforzarme, en lo que él juraba determinaría un futuro exitoso, eso del estudio se lo dejaba a Demian». Me aferré a continuar destacando en mi única pasión: nadar.

Era consciente de que hablaban a mis espaldas, de que me convertí en la noticia de la preparatoria por días: Derek el chico desquiciado que tuvo un brote de locura frente a los casilleros, y aunque intentaba ignorar los rumores y las habladurías, la realidad era que las cosas para mí, se complicaban cada día más.

Toqué a la puerta con la placa "Psicóloga Catherine Winter" a las 3:15 pm.

—Pasa Derek, está abierto —anunció desde el interior.

Entré frenando mi carrera con los dedos prensados a las correas de mi mochila, me apresuré a dejarla a un lado de la silla, al tiempo que tomaba asiento y me quité la cachucha de la sudadera negra, que usaba casi todos los días «como una especie de resguardo» infantil, lo sé, pero, era más que la verdad.»

Ella me miró y dio dos toquecitos sobre su reloj de pulso.

—¿Qué hemos dicho de la importancia de la puntualidad?

—Ahora sí, que no fue mi culpa, sino de la maestra de lenguas hispanas —intente excusarme.

—Aha...

—En verdad.

—Pues que raro, porque se dé buena fuente que hoy la maestra se retiró temprano por una emergencia.

Esquive su mirada, como hacia siempre que mentía.

—Derek, mírame.

Levanté la cabeza.

—Sé que te escondes y no entras en mi oficina hasta que el pasillo está vació, no tienes nada de qué avergonzarte por venir a verme, muchos de tus compañeros acuden conmigo.

—Seguramente no por armar una escenita como la mía —murmuré.

—Cada uno tiene sus temas que resolver, lo que te sucedió, bien pudo pasarle a cualquiera de tus compañeros.

«Claro, porque una discusión telepática, es de lo más normal del mundo», pensé enfadado.

—A partir del viernes te quiero a las 3:00 de la tarde en punto o podemos hacer lo siguiente, yo pasaré por ti a tu salón

—No —contesté, horrorizado. —No por favor.

Mis visitas obligadas a la psicóloga, ya habían volcado los reflectores de toda la preparatoria sobre mí y como resultado, Danilo, que siempre había rivalizado conmigo en busca de ser el capitán del equipo de natación, a los pocos días de ese acontecimiento bochornoso, inicio un acoso y una campaña de desprestigio para no solo obtener mi puesto, sino también para que me echaran del equipo, argumentando que era un desequilibrado mental ¡Un loco!

Opuestos IdénticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora