Capítulo XIV

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DOS AÑOS ATRÁS 1968.

Derek.

Mi hermano volvió a darme mi espacio, en ocasiones almorzábamos juntos, pero si yo me negaba ya no se imponía para estar a mi lado a todas horas como un vigía de mis actos, lo que se tradujo en un alivio, de todos modos creí que poner una barrera en mi mente, no estaba de más, en un principio no estuve seguro de que funcionará, pero para este día me parecía un método infalible, esas pastillas "analgésicos" bloqueaban nuestra conexión, no más intromisiones incomodas en mis pensamientos, sabía que no había vuelto a intentarlo pues la sensación era algo que no pasaba desapercibida: iniciaba con una fuerza empujando dentro de las paredes de mi cráneo, desde el incidente de los casilleros, no me sucedía; además de que si ya lo hubiera intentado, al no lograrlo de inmediato me hubiera interrogado del porque no podía «comunicarse a nuestra manera», y como eso no había sucedido me sentí protegido, todo lo que buscaba era reducir al mínimo factor el riesgo de que cualquier intromisión abrupta de último momento en el peor instante arruinara mi concentración o eso era lo que me repetía cada vez que me llevaba una de esas pastillas a la boca, además estaba el hecho de que desde que las tomaba todos los problemas se veían menos graves y yo me sentía relajado, confiado y tranquilo.

ESE SÁBADO

Al llegar el día de la competencia, llevaba tres semanas de entrenamientos intensivos, no paraba hasta quedar extenuado, apenas con la energía suficiente para darme una breve ducha en las regaderas de la preparatoria, vestirme y dormitar durante el camino de vuelta a casa, pues al llegar me aguardaban los quehaceres y las horas de tensión en el despacho de mi padre; ahora nada de eso parecía tener importancia, me asomé desde los vestidores, estaba emocionado, desde una hora antes las gradas comenzaron a llenarse de espectadores en su mayoría conformados por padres y alumnos. Mi familia se encontraba en la primera hilera, era uno de los pocos momentos en los que podía ver a mi padre orgulloso de mí, era algo que no podía disimular, aunque lo intentará y sí ganaba sería una buena forma de suavizar la relación entre los dos, necesitaba experimentar el triunfo de nuevo.

Después del giró que dio todo en el último mes en verdad lo necesitaba, como una especie de aliciente.

Mi corazón palpitaba expectante sobre la plataforma, Danilo me lanzó un par de miradas amenazantes que ignoré, me coloqué los googlees, adopté posición, el silbato dio el pitido largo que anunciaba el inicio de la competencia, me lancé al agua, entre en un ángulo limpio como una flecha a toda velocidad, a lo lejos escuchaba la algarabía de los espectadores apoyando a su nadador favorito, pero como solía sucederme, en pocas vueltas todo el ruido desapareció, me sumí en un estado de introspección dónde todo lo que escuchaba eran mis brazadas, el sonido de mi piernas ejecutando las patadas, sentía las palpitaciones de mi corazón, los movimientos de mi cuerpo en el agua, no creía que existiera mayor sensación de libertad, toqué la orilla dando la vuelta de campana, solo faltaban dos vueltas y me encontraba a la delantera, de repente mi vista se tornó borrosa, braceaba, pero comencé a sentir que perdía impulso, mi ritmo cardiaco se desboco... y después todo se volvió negro.

Al volver en mí, mi cuerpo fue girado de lado, tocía y escupía chorros de agua, con dificultad ubiqué que estaba a la orilla de la alberca entre manchones borrosos de la realidad, vi a mi madre y a Demian acuclillados a mi lado, escuché a mi espalda la voz preocupada de mi padre, preguntándome como me sentía, fue cuando supe que era él quien me dio la vuelta y me tenía tomado de los hombros, a la altura de mi cabeza, el entrenador elevó la voz al asegurar que la ambulancia estaba por llegar, quise decirles que no era necesario, que yo estaba bien, pero no era así, y sin poder emitir palabra me desmayé.

—Daniel, ahora no. Baja la voz, que lo vas a despertar; primero deja que se recuperé y con calma en casa hablaremos con él, dale la oportunidad de que nos expliqué —los susurros de mi madre, se colaron en mis oídos y me expulsaron de vuelta a la consciencia.

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