Capítulo 17- Interrupciones constantes

30 3 0
                                    

Narrador: Emma

Algo tibio estaba sobre mis ojos, presionando con suavidad impidiendo que pudiera ver.

-¿Quién soy?- el olor a menta me llego directo y no pude evitar sonreír.

-Mmm, dejame pensar. ¿Julián?- dije encorvando el labio en forma de duda

-Me siento oficialmente ofendida- respondió Eva colocandose las manos que me tapaba los ojos en el pecho. Ambas nos reímos.- Te he estado buscando y tu no apareces por ningún lado.

-Pues disculpeme usted por ser tranquila y preferir quedarme sentada a dar brincos con toda esa gente- le dije exagerando la voz dandole un tono grave pero chistoso

-Disculpa aceptada- le di un golpe en el brazo y ella se río- ¿Qué tal?- me pregunto mientras señalaba el vaso con el liquido amarillo

-No lo he probado, evito alejarme de cualquier cosa que pueda provocar daños colaterales- le respondí mirando el vaso

-A, era curiosidad- dijo subiendo los hombros- tu sabes que yo tengo un problema grave con estas cosas del alcohol- miro su vaso, el cual había dejado sobre una mesa cuando me tapo los ojos, e hizo una mueca- en realidad lo iré a botar ahora mismo, así que con permiso- luego se paro y desapareció entre la multitud.

Eva no es lo que podríamos llamar una niña "correcta", no es callada, ni complaciente, mucho menos tranquila pero tampoco era una demente, tiene un muy buen sentido común (mejor que el mío de ser honestos), además que logra una concentración y una calma a la hora de resolver problemas que me fascina. Siempre han dicho que yo soy la lista entre las dos, pero sin duda Eva es la más cuerda. Dado a esto suele mantener mucho el control en eventos, esa es una de las razones de su odio (si, odio) hacia el alcohol, otra se debe a que le ocasionaron muchos problemas en la infancia, problemas que ella prefiere olvidar pero que es más que obvio que no los a superado.

Ya habían pasado diez minutos y la pelirroja aun no volvía, y tenia por hecho que no lo haría. Las multitudes de aquí adentro son como arena movediza, si te paras en ella te tragan y no sales más. Dado a ello me quede mirando el vaso burbujeante, sumida en mis pensamientos (entre ellos me imaginaba que en cada burbuja se formaba una civilización completa y que a llegar arriba se desmoronaba por completo, dando así la Apocalipsis de al menos diez millones de civilizaciones) alguien me toco el hombro y me invito a bailar, a cuya invitación dije que no.

¿Razón? Sencilla, no se bailar. No al menos la música que se estaba tocando en ese momento.

Me sucedió varias veces y una de ellas fue terrible:

-Hola- me saludo un joven castaño

-Hola- le respondí mirándolo a los ojos

-¿Quieres bailar?- no parecía muy encantado por la idea, más bien parecía que simplemente quería "desaburrice"

-En verdad, no- mi negado de cabeza estaba en sinfonía con mi no labial.

-En ese caso hablemos- luego se sentó al lado mío sin ningún descaro.- ¿Y qué tal? Soy Seba ¿y tu?

-Mi nombre es Gloria- no quiero que me busque después, ya tengo suficientes amigos gracias.

-Lindo, es como si ya por tu nombre te estarían atribuyendo una victoria, aunque en ese caso te llamarías Victoria y no Gloria.

-Supongo que si- Verlo me recuerda al colegio, algo en su rostro me llama la atención, aunque no puedo definir muy bien que es.

- ¿Y hace cuanto que estas aquí? Eh Gloria

-Aquí en la sede un mes y un par de días

-Hace poco- dijo mientras meneaba la cabeza de arriba hacia abajo en signo de aprobación- Yo llevo aquí dos años y es estupendo, no te exigen nada. Si te va mal en clase tratan de nivelarte pero no existe la posibilidad de que te expulsen, además los maestros son buena onda y si eres simpático te dejan andar con ropa casual antes de la hora final.

Escuadrón KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora