2. Tres cifras

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CAPITULO DOS

Jimin. Por supuesto su nombre era Jimin. Parecía más un Kelvin, como en Kelvinator, porque en serio era del tamaño de una nevera, pero no lo dije en voz alta. Él era justo como yo imaginaba que todos los adictos al gimnasio lucían: sin un gramo de grasa y un aspecto de salud y vitalidad. Su piel era perfecta, no demasiado bronceada, sino en una forma de mi-dieta-es-más saludable que la tuya. Sus ojos eran brillantes, su sonrisa era amistosa, sus dientes perfectamente rectos. Podría haber sido el tipo en el cartel "Beneficios de estar en forma y saludable" en la oficina del médico, ante el que siempre ponía mis ojos en blanco.

―Ven y toma asiento ―dijo Jimin. Recogió un portapapeles del mostrador y se dirigió hacia uno de los sofás de la sala de espera. Tuve que preguntarme, ¿para qué necesitaba un gimnasio una sala de espera? ¿Sirven café y pastel aquí? Esperaba que lo hicieran, pero dado que era un gimnasio, no lo creía. Era lo suficientemente acogedor, aunque las revistas en la mesa de café eran una mezcla de culturismo y cocinar comida insípida.

Me quedé mirando la revista superior, mis papilas gustativas debidamente ofendidas.

―¿Alguna vez has comido col rizada?― Pregunté. ―Es horrible.

Jimin sonrió cuando se sentó.

―No es tan malo.

―Por supuesto. De la misma manera que la gastroenteritis no es tan mala ― le dije. ―O una infección de hongos en las uñas de los pies.

Se sentó, mirándome, claramente divertido.

―No eres un fan, ¿supongo?

―¿Por qué comer algo que no es tan malo?― Pregunté. ―Siempre he dicho que la vida es demasiado corta para el mal café, la mala comida y el mal s...― Conté estos puntos en mis dedos pero me detuve en el número tres, aunque por la forma en que Jimin sonrió al portapapeles, seguro que sabía lo que la palabra S significaba. ―Zapatos ― terminé de mala gana. Aunque ahora que lo pensaba, buenos zapatos eran tan agradables como el buen sexo.

Dios, realmente soy un anciano.

Me senté en el sofá de golpe y con un suspiro. Jimin dejó el portapapeles sobre su regazo y me miró preocupado y frunció el ceño.

―¿Quién es Maxiin?

―¿Qué?

Él levantó la mano como si estuviera deteniendo el tráfico.

―Tú acabas de decir, 'y por eso me dejó Maxiin'.

Oh, mierda. ¿Lo hice?

―Maxiin... Maxiin es el nuevo Voldemort. Ya no decimos su nombre en voz alta.

La mirada de preocupación de Jimin fue de pronto se transformó en una sonrisa.

―Oh.― Él asintió sabiamente. ―¿Y este es el Voldemort que quieres recuperar?

―No. Sí. Bueno quizás. Me temo que tomará más que reunir unos cuantos Horcruxes. A menos que puedas llamar a correr en una cinta de correr un Horcrux.

Jimin parpadeó lentamente.

―¿Un qué?

―Un Horcrux. Ya sabes, ¿de Harry Potter?

Parecía genuinamente sorprendido.

―Nunca he visto las películas o he leído los libros. Aunque sé quién es Voldemort.

Le miré fijamente y luego me incliné hacia él como si fuera un gran secreto. Mi voz era sólo un susurro.

―Entonces, ¿eres tú?

El contrapeso perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora