EPILOGO. El contrapeso perfecto.

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EPÍLOGO

Me encontraba en medio de un mar de concursantes, animado y emocionado. Estaba un poco nervioso, pero había entrenado durante seis meses para esto. Mis compañeros de trabajo sólo habían entrenado unos dos meses, bueno, desde que les propuse que nos inscribiéramos como equipo en la popular carrera City2Surf con el fin de recaudar fondos para el cáncer infantil. No se opusieron demasiado. Bueno, Hyuna sí. Y creo que podría haber tramado seriamente mi muerte, pero estaba a mi lado, dispuesta a correr conmigo.

Jimin estaba a mi otro lado. Cuando le dije que mi jefa Lillian se había inspirado en lo del té de los lunes por la mañana y dijo que deberíamos incorporar más ejercicios de construcción de trabajo en equipo, me mostró un folleto que alguien había dejado en el gimnasio para la divertida carrera.

Así que no sólo entró un equipo del gimnasio, sino también de mi oficina. Nos habían hecho camisetas en las que se leía Actuaries Do it Better (Los actuarios lo hacen mejor), y éramos ocho personas corriendo, incluida Lillian. Tenía que admitir que estaba algo orgulloso de mí mismo.

Ahora estaba más en forma que cuando corrí mi primera Bahía Run el año pasado.

Yo nunca tendría un cuerpo como el de Jimin, y estaba contento con eso. Todavía tenía estrías. Todavía estaba un poco blando alrededor de la cintura. Y seguía comiendo tarta de queso si me apetecía, también disfrutaba del vino y del café, porque así es como soy.

Pero ahora usaba una talla mediana de hombre. Nunca sería una talla pequeña, pero la forma de mi cuerpo había cambiado por completo: estaba más delgado, sí, y también tenía algo de definición muscular. Pero estaba más en forma, más flexible, mi presión arterial era perfecta, mis niveles de azúcar en sangre bajos y mis niveles de colesterol buenos. Estaba más sano que nunca.

Más feliz también.

Quiero ser claro en algo. Mi felicidad no se debía a la pérdida de peso. Vino de aceptarme a mí mismo, y eso era algo que Jimin me había enseñado a diferenciar.

Vino de establecer objetivos y cumplirlos, incluso cuando creía que no podía. Venía de ser capaz de mirarme en el espejo y estar encantado por quien me devolvía la sonrisa.

No me había dado cuenta de lo invisible que había sido -lo invisible que había querido ser- cuando estuve en mi etapa de mayor peso. Cómo había utilizado el humor como escudo para defenderme antes de que otros pudieran lanzarme insultos hirientes. Es decir, seguía siendo ingenioso -vale, admitámoslo, soy divertidísimo, y todos lo sabemos-, pero ahora mis chistes no los utilizaba como armas. Y el hecho de que Jimin se enamorara de mí cuando estaba en mi mayor peso, y me siguiera queriendo, me demostró que él era lo que yo había pensado todo el tiempo.

Perfecto.

Jimin y yo llevábamos ya un año juntos. Se había mudado conmigo hacía dos meses, cuando su contrato de alquiler debía renovarse, y tenía sentido, ya que él no pasaba mucho tiempo allí de todos modos. No fue una sorpresa para nadie. Nos adaptamos a la vida del otro sin problemas: su familia me quería, y mi madre y mi hermana también le querían. Incluso acompañó a mi madre al café Nespresso varias veces para ver si George Clooney aparecía alguna vez.

Nunca lo hizo.

Seguíamos haciendo ejercicio juntos. Y empezamos a hacer la Bahía Run una vez al mes. Ahora podía correr los siete kilómetros completos sin parar, y cuando decidimos hacer la City2Surf, empezamos a hacer la Bahía Run cada dos fines de semana. Pasar de siete kilómetros a catorce iba a ser duro, pero yo estaba dispuesto a ello.

No queríamos romper récords, ni siquiera correr de forma competitiva. Sólo queríamos terminar y recaudar dinero para los niños enfermos. Yo dudaba de que pudiera correr toda la distancia, pero el hecho de intentarlo era un hito extraordinario.

Así que, mientras nosotros la corríamos, la mayoría de mis colegas caminaban por el mero placer de hacerlo, por lo que comenzamos todos juntos en el último puesto de la carrera. Junto con otros ochenta mil corredores, esperábamos. Y cuando se dio el pistoletazo de salida, Jimin tomó mi cara entre sus manos y me plantó un beso en los labios.

―Podemos hacerlo.

Y entonces corrimos.

Por catorce puñeteros kilómetros.

Bueno, caminé por Heartbreak Hill, porque nunca en la historia una colina tuvo un nombre tan acertado. Por otra parte, el Kilimanjaro sí que empieza matando a un hombre...

―Vamos, tú puedes trotar esto― me instó Jimin.

Logré llegar a la cima de la colina y me agarré el costado, luchando contra de una punzada. Ya había corrido casi siete kilómetros. La Bahía Run era un terreno llano, pero la City2Surf no lo era.

―No, no puedo. Dejé mi capa de Supergirl en casa ― jadeé, y un tipo detrás de mí dio un bufido. Me encogí de hombros. Jimin era mi Superman; Yo era su Supergirl. No tenía ningún problema con eso. ― Odio las colinas. Todas, ―dije, tomando una respiración profunda. ―¿De quién fue la ridícula idea de poner colinas aquí?

Jimin se rió entre dientes.

―No sé, pero debería ser despedido.

―Exactamente.

―¿Quieres caminar un poco?

Tomé otro respiro y me sentí lo suficientemente descansado como para continuar.

―Nah. Sigamos adelante.

La segunda mitad fue más tranquila que la primera, y Jimin controló un poco el último Fitbit que le había regalado por Navidad.

―Si quieres avanzar por el tiempo, puedes hacerlo― le dije. Le estaba retrasando, y sin duda los chicos con los que él trabajaba ya habrían terminado a estas alturas.

―De ninguna manera­,― dijo mientras corría. ―Empezamos juntos, terminamos juntos.

Y era cuando decía cosas como esa, que me animaba a hacerlo al máximo. Y para cuando la línea de meta estaba a la vista, me dolían los pies, las piernas se movían en piloto automático y me había dejado los pulmones y las ganas de vivir en algún lugar de New South Head Road.

Pero entonces me di cuenta de que todos sus compañeros de trabajo nos estaban esperando en la línea de meta. ¿Y Taehyung y Hoseok? ¿Qué demonios? No sabía que venían a mirar. De hecho, Taehyung había dicho que prefería hacerse él mismo un trasplante de piel con una cuchara antes que correr con nosotros.

Sin embargo, allí estaba él, saltando y animándonos.

Imaginé que sonaba el tema de Chariots of Fire y levanté los brazos mientras corría por la línea de meta. Tenía las piernas agarrotadas, intentaba respirar mientras trataba de no morir, cuando me di cuenta de que nadie se había acercado a mí. Esperaba que Jimin me diera una palmada en la espalda o que Taehyung se negara a tocarme por lo sudado que estaba, pero estaba solo.

Me giré y vi qué pasaba.

Todos los compañeros de trabajo de Jimin, Emily incluida, así como Taehyung y Hoseok, estaban en una línea sosteniendo un enorme cartel con grandes letras negras.

YOONGI, CORRERÉ HASTA LA LÍNEA DE META CONTIGO CUALQUIER DÍA.

Y allí estaba Jimin, de rodillas, con un anillo en la mano.

―Cásate conmigo― dijo.

Si alguien estaba enojado por no estar allí para presenciar la propuesta más épica jamás hecha, no tenía de qué preocuparse. Estaba en la portada del Sun-Herald, bajo el título "¡Dijo que sí!"

Bueno, por supuesto que lo hice.

Él lo era todo para mí. Me animaba, me desafiaba. Era mi Thor en público, mi Loki en el dormitorio. Era el equilibrio perfecto para mí.

Era mi contrapeso perfecto.

Como dije. Perfecto.

*Suena la música de Chariots of Fire*

~~ The Finish Line ~~

El contrapeso perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora