2. Jimin

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Capítulo 2

Yoongi tenía una lista con todas las cosas que tenían que ser preparadas y, en función del tiempo de cocinado y de cocción, había señalado en qué orden tenían que ser hechas. Lo entendía. Esta no era solo una de esas situaciones en la que él cocinaba para una cena entre amigos. Era un esfuerzo militar con una respuesta táctica, que implicaba una precisión y una sincronización crítica, así como un razonamiento analítico. Con Yoongi, era así. Todo lo que yo tenía que hacer, era seguir sus instrucciones.

Había bromeado con Emily, diciendo que Yoongi iba a pasar por todos sus estados y mi teléfono da un bip, para anunciar la llegada de un mensaje de mi amiga, y suelto una carcajada.

#OraPorJimin

En realidad, Emily adoraba a Yoongi y le parecía que era el hombre más divertido sobre la faz de la tierra. Se metían el uno con el otro constantemente.

—¿Qué es tan divertido? —pregunta Yoongi.

Cortaba el jamón con una precisión quirúrgica.

—Oh, nada —respondo.

Fui salvado por mi estómago, que gruñe ruidosamente.

—Vale, vale —se rinde.

Le hablaba frecuentemente a mi estómago.

—Déjame un segundo.

Toma una manzana, la corta, añade queso y arándanos en un plato antes de ofrecérmelo.

Me conocía lo suficiente ahora, y ese era el caso desde hacía tiempo, así que sabía que necesitaba alimentarme con regularidad. Y no es que yo fuera un inútil, podía prepararme yo mismo algo. Pero Yoongi era muy feliz cuando daba de comer a otros. Para decirlo simple y adorablemente: amaba alimentarme.

Muerdo un trozo de manzana y beso a Yoongi en la mejilla.

—Mi estómago te lo agradece.

Alardea, descartando mi comentario con la mano y volviendo a la preparación del jamón, sin perder un segundo.

En cualquier momento, cortaba frutas y verduras. Sin entablar conversación, me metía trozos de cualquier alimento en la boca. O bien tenía siempre pequeñas golosinas preparadas, para que yo las comiera en un santiamén. Todos mis compañeros estaban maravillados por los platos que llevaba: rodajas de pimientos y pepino sobre galletitas con hummus o una ensalada de frutas cortadas en dados con yogurt, o una loncha de ternera con corteza de pistacho con rúcula, o una tarta de hojaldre con cordero y remolacha, o queso griego Halloumi tostado con brotes de espinacas y un toque de vinagre balsámico...

La lista era infinita...

Yoongi era un cordon bleu, era brillante. Yo creía sinceramente, que desperdiciaba su talento culinario trabajando en finanzas, pero él juraba que le encantaba su trabajo y que la cocina no era más que una pasión. Lo hacía sin ningún esfuerzo y no le importaba preparar comida sana para los dos, para que la lleváramos para comer en el trabajo, e incluso la más sencilla de las comidas era genial.

No había nada que me gustara más que ayudarle en la cocina, mientras él hacía uso de su magia, acercándole los ingredientes que necesitaba y escuchándole hablar sobre su día o refunfuñar contra el último rumor sobre Barry Gibb o Kylie Minogue.

Amaba sencillamente estar con él y estar cerca a diario.

Le amaba, simplemente.

E incluso si estaba actualmente en mejor forma que nunca, podía hacer la carrera de Iron Cove sin parar, y que se tomaba su salud en serio, seguía siendo Yoongi. Eso no cambiaría jamás. Amaba la comida, amaba comerla, amaba cocinarla. La tarta de queso era, según él, un elemento que era siempre critico en la pirámide alimenticia. Todavía apreciaba beber una copa de vino si salíamos, o si nos quedábamos acurrucados en el sofá con un buen libro.

El contrapeso perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora