Capítulo 28 - Sin Miedo

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Harry guió a las chicas hacia la Sala de Menesteres

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Harry guió a las chicas hacia la Sala de Menesteres. Por ahora se quedarían allí junto a él, mientras las habitaciones matrimoniales del castillo eran remodeladas y limpiadas por los elfos.

El silencio entre ellos era tenso, y la incomodidad era palpable. Ninguno de los tres sabía qué hacer ni cómo proceder ante lo que sucedía... ¿Y cómo sabrían? Solo eran niños de doce y trece años.

La gran puerta de la Sala de Menesteres se abrió sin la necesidad de que alguien pasara frente a ella tres veces; después de todo, los que se disponían a entrar eran el mismísimo príncipe y las nuevas princesas del castillo. La puerta se abrió con mucho gusto.

Las niñas se quedaron impactadas cuando ingresaron a la sala; ¿Y cómo no? Todo era magnífico.

Las paredes eran de piedra rojiza, de un hermosísimo diseño en ondas que subían hasta el cielo como olas en el mar. El piso era de una madera oscura y pulcra, en la cual podían ver perfectamente su reflejo. En la pared del centro se encontraba una chimenea de piedra blanca que llegaba al techo, que hacía un bellísimo contraste con el rojizo de las paredes. Frente a este se encontraba un juego de muebles de color blanco como la nieve, que hacía juego con la chimenea; y entre estos una mesita de té de cristal que daba un toque delicado y hermoso. La alfombra de blanco con azul que asemejaba piel de lobo reposaba debajo de toda la estancia, dándole la sensación de calidez a todo. Del lado izquierdo subían unas bellas escaleras de cristal, cuyos escalones parecían flotar en el aire, sin nada que las sostuviera; y así era. La belleza de la magia. Las escaleras daban a un pasillo no tan grande que tenía tres puerta de un lado, todas hechas de la misma madera que el piso de abajo.

«¡Todo es precioso!», se dijeron las dos niñas en sus cabezas, y Harry sonrió complacido de que sus ahora prometidas estuvieran a gusto.

—¿Qué es toda esta habitación? ¿De dónde salió? —preguntó Ginny aún embobada observando todo.

—Es la Sala de Menesteres —respondió Harry—. Los elfos también la llaman La Sala que viene y va.

¿Y de dónde salió? Nunca antes me había topado con ella en este pasillo, y he pasado en varias ocasiones por aquí —inquirió Daphne, también observando todo.

La chica parecía menos fría en ese momento; menos tensa. Harry se alegró por eso.

—Aparece solo frente a quienes la necesitan. Si la conoces, solo debes pasar tres veces enfrente del muro que la esconde, y siempre estará equipada para las necesidades de quién sea. Solo necesitas pedir, y ella se convertirá en ello —explicó Harry abstractamente la funcionalidad de la Sala.

Ginny no prestó mucha atención, decidiendo tirarse en uno de los muebles, pero Daphne le envió una mirada suspicaz, pensando, y después cambiando su expresión a una de compresión cuando logró entender lo explicado por su ahora prometido.

Harry Potter: El Príncipe Mago #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora