Capítulo 5 Luna, Estrella y León

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-Y ¿Qué pasará ahora?, quiero decir que legalmente somos huérfanos- los ojos de Luna se llenaron de lágrimas al recordar su situación actual, se encontraba sentada en el taburete de su tocador dándole la espalda al espejo mientras su abuela Lisa le cepillaba su rubia cabellera, de los tres hermanos Báez ella era la más parecida físicamente a Luz y en estos momentos el ser un reflejo de su madre le causaba un dolor debido a que ver su rostro al espejo era un recordatorio de la pérdida que había tenido un par de días atrás- ¿nos mandaran a un orfanato, tendremos que dejar nuestra casa, a ustedes y nuestros amigos?

-Nadie irá a un orfanato Lunita, tanto tus abuelos Emilio y Gloria o tu abuelo José Carlos y yo nos podemos hacer cargo de ustedes y darles amor, atención y brindarles todos los cuidados necesarios. Todas sus rutinas seguirán como antes, solo que ahora en lugar de tu mami nos tendrán a los cuatro en su casa de planta, ¿te gusta esa idea? –se coloca frente a ella en cuclillas una vez que ha terminado de cepillarla y acaricia su mejilla con su pulgar quitando un par de lágrimas que habían rodado por sus mejillas, acción que en estos últimos días había sido una constante.

- ¡abuelaaaaaa! - entró gritando León buscando utilizar de escudo a la abuela Lisa.

- ¡León, ven acá, no huyas, no seas cobarde! – entra Estrella al cuarto de su hermana intentando alcanzar al menor de los Báez que reía nerviosamente mientras huía de su hermana.

- ¡alto los dos! –un grito fuerte y seco salió de doña Lisa- ¿Qué fue lo que ocurrió?

-León mezcló mis cremas para el cabello, cara y cuerpo además de las espumas de cabello y dejó un cochinero en mi baño- una muy frustrada Estrella contaba lo acontecido en su baño- y ahora no tengo con que peinarme, se nos va hacer tarde y para acabarla cuando regresemos del funeral de mamá me tocará limpiar su desorden porque seguramente el señorito regresará dormido.

-Yo no hice un cochinero, te hice un ¡mono de nieve! – menciona León con una sonrisa en su rostro- desde que mamá se fue has estado muy triste, ya no juegas conmigo y como a ti te encanta navidad pues quise alegrarte un poco.

-Leoncito, mi amor, aunque tu intención es buena no podemos tomar cosas que no son nuestras sin antes pedirle permiso a sus dueños, en este caso ¿le pediste permiso a Estrellita para que te prestara sus cosas?

- Pero si le pedía permiso para usar sus cosas dejaría de ser sorpresa – dibuja un puchero en su rostro.

-Bueno la próxima vez que le quieras hacer una sorpresa a cualquier persona primero vienes y me lo consultas a mí y ya yo te compro lo que necesitas para la sorpresa.

- Esta bien abu Lisa. Lo siento Estrella, yo solo quería verte sonreír de nuevo.

-Gracias por preocuparte por mi hermanito, pero ni todos los monos de nieve del mundo harán que se me quite la tristeza- se deja caer de espaldas en la cama de su hermana con los ojos cerrados- extraño mucho a mamá y a papá también.

-Basta niños, quiten esas caritas tristes que a sus padres no les gustaría verlos de esa forma, mejor hagamos lo siguiente, Luna ayuda a tu hermana a peinarse y de ser necesario dale alguno de tus productos para el cabello o vayan con Clarita y pídanle lo que León usó para su mono de nieve.

-Está bien abuela, yo ayudo a Estrella, ven hermana, vayamos con Clarita-las hermanas salen de la habitación rumbo a la cocina.

-Y, usted y yo jovencito nos iremos a limpiar ese mono de nieve que creó en el cuarto de baño de su hermana.

-Pero abu es para que se ponga feliz.

- y ¿acaso has visto tú monos de nieve en los baños de las casas? – el niño niega con rápidos movimientos de cabeza ante lo cual su abuela le toma con ambas manos de manera cuidadosa el rostro- los monos de nieve van en el jardín así que tendremos que hacer nevar en el jardín.

-En Miami nunca neva abu, si queremos ver nieve tenemos que subirnos al avión.

-Se te olvida que estás hablando con tu abuela Lisa y para ella nada es imposible, si sus nietos necesitan nieve para estar felices, eso tendrán- le deposita un fuerte beso y comienzan a limpiar el baño del cuarto de Estrella.

Un gélido aire se hacía presente en el cementerio, los tenues rayos del sol de la tarde brindaban un poco de calor, sin embargo, era insuficiente para mantener cálidos a los asistentes a los servicios fúnebres de Luz. Los Báez y los Luna eran familias muy queridas en sus respectivos rubros y aunque desde el día en que se dio el comunicado del fallecimiento de Luz comenzaron a llegar arreglos florales a las diferentes residencias, oficinas de la disquera y restaurantes, el funeral se llevó a puerta cerrada y solo asistiendo la familia y amigos más cercanos.

León había sido el primero en pasar a dejar un puñado de tierra sobre el féretro de su madre y junto con ella una rosa blanca para después poder correr libre entre lápidas. María José lo acompañaba en su recorrido, León es un niño alegre, que disfruta de explorar el ambiente que lo rodea, con un sinfín de preguntas que van desde las situaciones más simples hasta cuestiones filosóficas profundas que por su edad no se da cuenta de los aprietos en que pone a sus interlocutores. Desde pequeño aprendió a leer ya que escuchaba a sus hermanas estudiar o hacer sus tareas en compañía de sus padres sembrando en él la semilla del aprendizaje y encausado por el amor que José María tenía por los grandes novelistas comenzó a llenarlo de las grandes obras en textos reducidos para niños y aunque leía todo lo que su padre le llevaba su libro favorito por excelencia siempre ha sido Las aventuras de Tom Sawyer. De los tres menores, él es quien más parecido físico tiene con su padre y por ende con su tía, de cabello castaño oscuro y ojos aceitunados, de mirada cristalina y con una sonrisa que ilumina cualquier espacio donde se encuentre León es un niño feliz, a pesar de todas las pérdidas que ha tenido que sortear a su corta edad.

Estrella era la siguiente en pasar a dejar su último adiós a su madre, ella se rehusaba a hacerlo y se aferraba con mayores fuerzas al brazo de su tía Daniela, quien la acompaña y le da la fortaleza suficiente para acercarse al féretro que yace tres metros bajo tierra. Ellas siempre han sido muy unidas, ambas compartían el amor por la cocina y hacían equipo para hacerle bromas a Luz. En sus cortos once años de vida tenía un paladar entrenado y era a quien Daniela presentaba sus creaciones para obtener una crítica honesta; es una atleta sin comparación, en su colegio se encuentra en los equipos de tiro con arco, natación y atletismo donde su especialidad son los cien metros con vallas. Poseedora de unos hermosos ojos verde esmeralda heredados de su madre los cuales sabe utilizar a la perfección para salirse con la suya o para evitar castigos ya que de los tres hermanos ella es la que reta, quien cuestiona la toma de decisiones, la que lleva a cabo acciones sin pensar en las consecuencias y pide tener voz y voto en los asuntos familiares.

Luna, la mayor de los hermanos y quien parecía una copia física de Luz, pasó de manera sobria, manteniendo una postura recta, ella se había tomado muy en serio su papel de hermana mayor desde el fallecimiento de su padre y en estos momentos trataba de actuar con la mayor madurez ante las personas que la rodeaban, aunque por las noches llorara desconsolada ahogando sus sollozos en sus almohadas. Al ser la primera nieta era la consentida de los abuelos, aunque estos siempre lo negaran, pero en el fondo había cierta predilección hacia ella, sin embargo, su corazón es tan puro que nunca ha hecho efectiva diferencia alguna para con sus hermanos, al contrario, siempre ha abogado por ellos cada vez que se meten en problemas. Ella a diferencia de sus hermanos es cero deportista, sus intereses van orientados al arte, la fotografía es su más grande pasión y la escritura una forma de desahogo.

La tarde caía, los asistentes al funeral se marchaban uno a uno, los Báez y los Luna se disponían a abordar sus respectivas camionetas que los llevarían a casa, porque en efecto ahora todos habitaban la casa que José María y Luz llamaron hogar. En una de las camionetas se encontraban don José Carlos, doña Lisa, María José, León y Luna, en la otra, don Emilio, doña Gloria, Estrella, Daniela y Samantha. Antes de partir, Tom el abogado de la familia Báez y viejo amigo de don JC se acercó a ambas camionetas recordándoles que los vería para la lectura del testamento de Luz y entregando a través de la ventana un par de cartas a Daniela y María José pidiéndoles que las leyeran en el trayecto a la casa y una vez finalizada la lectura del testamento despejaría todas sus dudas. 

Luna MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora