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Título: Dear son.
Nº de palabras: 976
Advertencia: Segunda parte del capítulo 9 (Dear dad)

Nº de palabras: 976Advertencia: Segunda parte del capítulo 9 (Dear dad)

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Lucius arrugó la nariz. Malfoy Manor se sentía más grande que nunca, a pesar de que no había sido ampliada. Dejó su desayuno a mitad encima de la mesa y salió del comedor sin mirar hacia atrás, en busca de asuntos en los que ocuparse. Seguramente, en el despacho tuviera algo de trabajo esperándole, y aquello le motivó un poco. Algo en lo que mantener su mente y manos trabajando era lo que necesitaba en ese momento.

Dejó que sus pies le llevaran, sin prestar verdaderamente atención en el a dónde se dirigía. Él se había criado en esa casa. Había criado a su hijo. Si necesitaba llegar a un lugar, llegaba, no era necesario ser consciente y concentrarse en cada uno de sus pasos, su cuerpo sabía en dónde quería estar en su mente, y simplemente le llevaba. Era fácil.

Teóricamente, era fácil.

Sus pasos se detuvieron en una habitación distinta a la que él pretendía llegar. Era pequeña, y alta, muy alta. Carecía de mesa de trabajo o estanterías con libros y carpetas, en su lugar, tenía un amplio y mullido sofá y un sillón a juego en el centro de la habitación, de cara a una de las paredes. Sí que había una mesa, pero era minúscula. Era, lo suficientemente grande como para poner encima dos tazas de té con su respectivo plato, o una pequeñísima planta decorativa. Las dos cosas al mismo tiempo no podían coexistir en ese pequeño lugar.

Por un momento pensó en salir de aquella habitación y fingir que no había entrado. Eso estaría bien. Él no quería estar ahí. El lugar era pequeño, y simple, y hacía años que procuraba no entrar en esa habitación. Por eso había polvo, tanto que comenzaba a picarle la nariz.

No salió.

En su lugar, se sentó en el sofá, en uno de los extremos como si reservara la otra plaza para alguien más; y apreció la pared que tenía delante. El árbol familiar de los Malfoy. Con su cara y nombre debajo de la de sus padres y unida a su hermosa Narcissa, que seguía tan bella como la recordaba. Con una dulce sonrisa en los labios y los ojos más bonitos que un Malfoy haya tenido jamás. Debajo de ellos, Draco, unido a Granger. La siempre perfecta Hermione Granger.

Se negaba a aceptarla como una Malfoy. Simplemente no podía, aunque ella hubiera tomado el apellido. Aunque ella hubiera acortado su condena. Aunque ella hubiera movido cuantos hilos hubieran estado en su mano para permitirle salir de su mansión, una sola noche, a pesar de estar bajo arresto domiciliario. Si ella hubiera sido cualquier otra bruja, Lucius se habría sentido complacido, incluso halagado de que se tomara tantas molestias con él. Pero era Hermione Granger, la mejor amiga de Harry Potter, la que había manchado el apellido Malfoy permanentemente... Él no podía estar conforme con nada de eso.

Su hijo tampoco estaba conforme con él, como le advirtió en aquella carta hacía seis años. Y Granger mucho menos. Esa misma noche, repitiendo las palabras de Draco y cumpliendo con su palabra de expulsarlo de la casa, la señorita Granger había sido muy clara con sus sentimientos hacia él.

"— Es usted un ser ruin, rastrero y despreciable- había declarado fúrica mientras le empujaba fuera de la casa. Él trató de encontrar con la mirada a su hijo y esposa, pero ambos se habían quedado en el interior.- No se imagina lo feliz que soy de no tener que volver a verle la cara y de que mi hijo no vaya a tener que llamarlo abuelo. Y puede estar seguro de que si vuelve a acercarse aquí, seré yo misma quien se asegure de que reciba un castigo- decretó, cerrando la puerta con violencia."

Volvió a fijar sus ojos en el árbol. Una tercera rama comenzaba a surgir debajo de su hijo, junto a Scorpius y Eltanin. Un tercer descendiente que ensuciaría su árbol genealógico. Una tercera deshonra.

Tenía que admitir, que sus nietos eran unos niños realmente hermosos. Scorpius se parecía mucho a su hijo, y por ende, a él mismo, sin embargo, su nariz no era tan afilada, lo que otorgaba una singular dulzura a su cara, redonda e infantil. Eltanin era hermosa, con el cabello rubio y fuertemente rizado, estaba seguro de que tendría una hermosa risa, pero no podía saberlo. Se preguntó qué tan fuertes serían los genes de Granger por un instante, curioso de saber si su tercer nieto tendría el cabello castaño. Aquello sería el colmo de lo absurdo.

Seguramente, en aquella casa todo serían gritos y risas infantiles. Su preciosa Narcissa consentiría a los niños como hacía años le había confesado que fantaseaba con hacer a su lado, hasta que él la enojó lo suficiente como para que cuatro años atrás abandonara Malfoy Manor de manera indefinida. No había vuelto a verla desde entonces más allá de los retratos y fotografías que guardaba. Hasta ese día, en que la había visto en el árbol familiar y pudo percatarse de un par de arrugas en la comisura de sus labios que la hacían más bonita, si es que aquello era realmente posible.

"— Son mi familia, Lucius- había dicho desde la puerta principal. Tenía la barbilla levantada y, pese a sus ojos llorosos, lucía determinada.- No puedo seguir escuchándote hablar así de nuestros nietos. Yo sí formo parte de sus vidas, y quiero que siga de esa manera."

Maldición. Cuatro años de silencio y de soledad, después de haber logrado salir de Azkaban, era más de lo que podía soportar. Abandonó la habitación deprisa, cerrándola con un fuerte portazo que seguramente, habría hecho volar todo el polvo acumulado, y entonces sí, llegó al estudio, y entre los papeles de la mesa, encontró una carta a medio escribir.

Tal vez era el momento de terminarla...

"Querido hijo..."

Colección DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora