Colección de momentos, escenas, diálogos y pensamientos dramione llena de te quieros, te extraño, y otras cursiladas por el estilo.
Actualizaciones lentas.
Algunos de los capítulos se encuentran relacionados con otras de mis novelas, publicadas o...
Título: Acogida en Malfoy Mannor Nº de palabras: 2380 Advertencia: Ninguna.
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— Mamá ¿dónde estamos?- preguntó la pequeña Rose, mirando a su alrededor.
Había una casa enorme delante de ella, con unos jardínes aún más grande. Dentro debía haber al menos trescientas habitaciones o más, y a lo mejor, un campo de quidditch para poder jugar. Aquello seguro que le gustaría a su padre, un lugar para entrenar. Hermione, sin embargo, observó la enorme valla que separaba Malfoy Manor y todos sus territorios del resto del mundo, preguntándose a sí misma si aquello estaba realmente bien. Volvió a mirar hacia abajo, y vió los ojos chispeantes de Rose y Hugo, seguramente imaginando qué tantas cosas podrían hacer allí. Sólo suspiró, mientras las puertas se abrían mágicamente.
— Es la casa de un amigo mío- contestó.- Nos va a dejar vivir aquí por un par de semanas, hasta que encontremos un buen sitio para vivir. Tenéis que portaros muy bien, ¿vale? Nos está haciendo un gran favor...
— ¿Y por qué no podemos quedarnos en casa?- preguntó Hugo, sintiendo algo de reticencia a entrar en aquel lugar, por más asombroso que se viera.- Me gusta nuestra casa.
— Sabes que vuestro padre y yo nos estamos separando...- Comenzó, sin querer ser muy brusca al tiempo que obligaba a andar a sus hijos hacia la puerta de la mansión.- Y parte de nuestro acuerdo es vivir en lugares separados.
— Podríamos quedarnos con papá...- Murmuró de nuevo el niño, mientras su hermana mayor le miraba con reproche. A ella también le gustaba su casa, pero... No sabía por qué, pero había algo malo allí.
— Sabes que vuestro padre pasa mucho tiempo en el trabajo cariño. Los entrenamientos son muy largos, y vosotros sois muy pequeños como para quedaros en casa solos por tanto tiempo.
Hugo no volvió a protestar, sabiendo que de cierta forma, su madre tenía razón. Sin embargo, eso no le hizo desarrugar el ceño, que se había mantenido fruncido desde hacía dos días, cuando se había enterado del divorcio de sus padres. Todavía no terminaba de entenderlo, sobretodo porque el motivo que les había dado su madre le parecía muy tonto, o al menos, él no lo había entendido. ¿Por qué diablos tenía que suceder eso? ¿Y por qué se tenían que ir con ese tonto amigo de su madre en lugar de quedarse tranquilamente en casa con su padre o con su abuela? ¡Incluso con sus tíos! Tenían muchos tíos, ¿por qué no podían quedarse con ellos? No se dió cuenta de que habían llegado a la casa hasta que escuchó el gran portón abrirse de par en par.
La casa era tan grande por dentro como parecía por fuera, pero estaba muy muy limpia y ordenada. Parecía que cada uno de los objetos que ahí había habían sido diseñados específicamente para ser colocados allí. Casi no había cuadros, y los que había permanecían inmóviles, como si se tratara de pinturas muggles. Rose soltó la mano de su madre y corrió hasta el centro mismo de la entrada, quedando justo en frente de la enorme escalera y dió un par de vueltas sobre sí misma con la cabeza mirando hacia arriba, observando así la gran cúpula que había en el techo, tan alto que ni siquiera con una poción de súper-crecimiento (esas que su tío acababa de agregar al catálogo de la tienda) podría tocarlo. Hermione sonrió feliz de que al menos a uno de sus hijos le gustara el lugar, antes de mirar a Hugo, quien observaba su alrededor con curiosidad. Eso era bueno, se dijo, la curiosidad era mejor que el desprecio inicial que había tenido hacia el lugar.