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Título: Jueves.
N de palabras: 440.
Advertencia: Los fragmentos en cursiva pertenecen a la canción Jueves de La oreja de Van Gogh.

 Advertencia: Los fragmentos en cursiva pertenecen a la canción Jueves de La oreja de Van Gogh

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Si fuera más guapa, y un poco menos lista. Si fuera especial, si fuera de revista. Tendría el valor de cruzar el vagón y preguntarte quién eres...

Cada día, sin ninguna excepción, Hermione lo veía. Suponía que debían de trabajar cerca, pues ambos se montaban en la misma estación, en el mismo tren e incluso en el mismo vagón. Era un hombre guapo, realmente guapo, con los ojos más asombrosos que Hermione había visto alguna vez. Y era un auténtico caballero con todo aquel que se cruzara... Una sonrisa educada y elegante era todo lo que obtenía de él, a cambio ella le devolvía una más pequeña y tímida, sin llegar a mostrar sus dientes estando segura de que sus mejillas se coloreaban de rosa cada vez que lo hacía.

Te sientas en frente y ni te imaginas que llevo por ti mi prenda más bonita. Y al verte lanzar, un bostezo al cristal, se inundan mis pupilas...

Era tan hermosa... Y no en el sentido clásico de la palabra. No era una de esas mujeres de plástico con las que su madre quería que intimara, no era una de esas perfectas chicas con cintura de avispa y medidas exactas, era, sin ninguna duda, más hermosa que todas ellas. Por eso él se esforzaba día a día en verse bien, aunque fuera una ilusión vaga e inútil, quería llamar su atención. Draco volvió a fijar su atención en ella, que rebuscaba entre su cartera hasta dar con aquello que quería, una nueva novela cuyo título anotó mentalmente para comenzarla al día siguiente. Aquella mujer tenía un gusto excelente para la literatura...

Entonces me miras, te miro y suspiras. Yo cierro los ojos tú apartas la vista. Apenas respiro, me hago pequeñita y me pongo a temblar...

Sus miradas se cruzaron un solo instante. Él soltó un suspiró mientras desviaba sus ojos, deseando tener el valor de acercarse a ella. Ella cerró los ojos con fuerza, tratando de tranquilizar a su ya desbocado corazón. Repitieron el mismo proceso cada vez que sus ojos se encontraban mientras observaban al otro, hasta que al fin, la parada de la castaña llegó. Armándose de valor le regaló una sonrisa y se despidió con la mano de aquel hombre de ojos grises que la tenía cautivada mientras bajaba al andén. Draco correspondió tarde, gratamente sorprendido por el gesto de la castaña, y se mantuvo en su lugar dos paradas más, hasta que tuvo que tomar un segundo tren para llevarlo. Este último llevaba a más gente en su interior que el directo que podría tomar en King's Cross pero... Definitivamente el trasbordo valía la pena.

Colección DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora