14 | La primavera llegando.

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Hablándole a la luna de ti

Llegó la época en donde las risas se renuevan, y los días de calor se vuelven más y cada vez más intensos provocando que las personas busquen algún techito para recubrirse. Vuelven las alergias acompañadas de esas pelusas diabólicas que caen de los árboles, aumentando el picor de las narices y la comezón de los ojos.

Amanecen las personas buscando un centímetro de sombra bajo los árboles y una mísera gota de agua que refresque sus almas calurosas. La primavera estaba en su máximo esplendor, enamorando a los jóvenes hormonales, conquistando a los adultos picarones en esas oficinas y rebotando corazones de niños cuando le regalan un enorme helado.

Se podía oler hasta ese clima de verano que algunos detestaban, pero otros disfrutaban con sus refrescos desbordando hielos y sus ventiladores pegados en el rostro, ahí si se atrevían a gustar del calor.

Llegaba ella sacudiendo el polvillo, molestando burlonamente las narices de los alérgicos y sin olvidar las despampanantes olas de abejas que volvían a buscar sin cesar el polen de las flores.

Se podría decir que la primavera ha llegado a su inicio, pero...

¿Donde se encuentra usted?

¿En qué momento fui
tan desafortunada para
dejar de tener el placer de
ver esa sonrisa?

Aún recuerdo con mucha emoción la vez que exclamaste tu nombre, con una sencilla sonrisa y tanta liviandad, que lo sentí como si me estuvieses cantando la hora.

Se me lleno el alma y suspiro como una idiota cada vez que lo recuerdo. Tantos días tratando de adivinar y cuando me lo dijiste sentí tanta paz y plenitud, esa fue una sensación que me dejó anonadada y que mis oídos agradecieron ese dichoso momento.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Las lluvias se hicieron presentes, los fríos se volvieron más helados, el sol se proponía todos los días iluminar los edificios y la luna era fotografiada por los ojos de los habitantes.

Pero usted, no volvió.

Y el local se volvió un lugar tedioso y silencioso, apagado y sin ánimos. O quizás era yo y la emoción de que el día de mañana vendrías devuelta. Me había hecho tantas escenas en mi cabeza, tantos escenarios donde hablamos, nos tomábamos de la mano y hasta teníamos pláticas de las hojas de colores que venían del otoño.

Es que hable tanto con la luna de los nombres que podrían ser suyos, adivinando y tachando los posibles y los que no. Y saber que hace días no puedo verla, disfrutar de oír su risa efímera. La busco y no la encuentro, y eso lástima mi alma.

Ahora estoy en un abismo de preguntas sin respuestas, de dudas y paso mis horas con el ceño fruncido intentando saber que es lo que sucedió.

¿Estarás bien?
espero con todo que sí.

Oh mi Lydia,
¿cuando nos volveremos a encontrar?

Hablándole a la luna de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora