26 | Máscaras y un hombre muy pesado.

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¡El gran momento ha llegado!

Ese tan esperado día llego, teniendo al pueblo eufóricos con los últimos preparativos para la gran velada de la ciudad. El aroma a exquisitas comidas se asomaban a las veredas desde los balcones, deleitando a quienes pasasen por el lugar y disfrutaran de ese aroma tan característico. La comida luego sería llevada a la gran fiesta y los comensales comenzarían degustar. Las máscaras obtenían sus últimos retoques y posaban sobre las camas, dejando que los rayos de sol las iluminara por completo. Máscaras con variedades de colores, aunque predominaba mucho el color negro, verde y especialmente el dorado. Esos se usaban muchísimo más que los otros, hasta se puede decir que entraron en una cierta moda para la época en la que estábamos.

Los jóvenes aprovechaban para mostrarle al barrio sus elegantes y sutiles trajes de diseñador, dejando a todos con sus bocas bien abiertas, deseosos de querer verse así de impresionantes. Miradas egocéntricas, mostrando relojes de bolsillos y cautivando a las señoritas que pasaban con sus vestidos enormes y coloridos por su lado, dejándolas sin aire, robándose esas miradas decoradas de rimel y labiales.

En algun lugar de la ciudad de Buenos Aires una jovencita de cabellera rubia, se miraba con recelo al espejo no teniendo la suficiente confianza de saber si realmente se veía bien su peinado

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En algun lugar de la ciudad de Buenos Aires una jovencita de cabellera rubia, se miraba con recelo al espejo no teniendo la suficiente confianza de saber si realmente se veía bien su peinado. Este consistía en que sus mechones dorados cayeran en rulos posándose por sus hombros. Sus manos iban y venían sobre su cabello, corriéndolo hacía un lado y luego al otro, no consiguiendo un resultado satisfactorio. Hasta que simplemente dejo que cayese hasta su cintura y con algunos mechones se hizo un pequeño moño. Eva se encontraba sumamente nerviosa, tanto que no tuvo piedad a la hora de masticar sus uñas, perjudicando su esmalte que hora antes tenía en perfecto estado. Algunas preguntas rondaban por su mente, pero solo un único nombre se encontraba en todas ellas.

Lydia.

── ¿Ira a la gran fiesta? comenzó hablando sola en su habitación. ──Usará una mascara? Aunque es obligatorio, yo se que le quedará perfecta. De eso no hay duda ¿Usará tacones? ¿Maquillaje? Bueno...no se le vería ──suspiro pasando sus manos por su vestimenta y se dio cuenta que había comenzado a delirar en sus pensamientos. Como consiguiente, volteo hacía el espejo y desde ahí miro aquel vestido que con tanta ilusión se animó a comprar. Decoraciones de color dorado recorrían la falda del vestido, algunas perlas blancas se posicionaban en su corsé. Eva lo escogió de un color negro azabache y con una resplandeciente capa de tela que colgaba desde sus hombros. Desde el espejo y con una sonrisa de lado se dio una vuelta para verse por completo, acostumbrándose a lo que llevaba puesto.

Miró a la luna que se filtraba por su ventana que estaba abierta, su iluminación llegaba hasta su cama donde se encontraba su máscara ya lista para ser usada. Dio un brinco asustándose por la voz que venía desde abajo. La llamaba con un tono ronco y autoritario, diciendo que la cena estaría lista y que pronto la fiesta ya empezaría. Añadió con un tono hastío por su demora, que si no se apura llegaría tarde.

Hablándole a la luna de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora