Hablándole a la luna de ti
Ruidos de llaves cerrando el local, manos frotándose entre si para obtener un poco de calor y mechones de cabellos flotaban por el aire debido al viento. Hoy el bar cerraba temprano, pues es un día feriado. Al parecer la gente decidió quedarse en sus hogares y no salir a explorar la ciudad. Eso indicaba que tenía toda una tarde para ella sola y poder hacer lo que quisiese.
Tomo aire y emprendió camino hacia su casa, pero el clima se sentía raro, algo no estaba bien. Guardo sus manos en los bolsillos y su cabeza miraba hacia ambos lados un tanto preocupada. Fijo que su ropa estuviera tapandole lo suficiente, no por que estuviera mal. Sino que últimamente hubo una serie de extraños sucesos, sucesos que la dejaron un poco perturbada y que tenía a medio país en estado de alerta. Las noticias está última semana no eran para nada alentadoras, las mujeres debieron reforzar sus métodos de seguridad y algunas tomaron la decisión de no salir de sus casas si no estaban acompañadas.
Una mujer, sola, en una vereda. En estos tiempos no se podía confiar en nadie. Eva esperaba que en el futuro ninguna mujer viva con miedo.
Suspiro y empezó a caminar más rápido. Pero unos gritos la dejo inmóvil en el sitio. De reojo intentó ver hacia los costados, pero nada había. Dio algunos paso con miedo hasta que otro grito la asustó. Aunque está vez giro su cabeza hacia una entrada que se encontraba entre dos casas. Sus ojos se abrieron enormemente, su corazón comenzó a latir deprisa y su cuerpo se puso en alerta. La imagen que estaba viendo la dejo sin aliento, con miedo, con pánico y muchísimo temor.
Una joven se encontraba paralizada entre los brazos de un hombre. Un hombre robusto y de espalda ancha, aunque no lo podía ver bien. Tenía una boina que tapaba la mitad de su frente, haciendo que una sombra tapara su rostro. En su mano se encontraba un cuchillo y la punta filosa de este pinchando el estómago de la joven, sin lastimarla, pero sin dejarla mover. Mientras que la mano libre rozaba su falda para subirla y tocar su muslo indebidamente. La joven no paraba de sollozar, sus ojos se encontraban cerrados igual que sus puños. Eva podía sentir el miedo. El miedo de las dos. Abrió los ojos para querer gritar nuevamente, pero estos se encontraron con los de Eva y en ese momento sintió que le pedía a gritos ayuda, que la sacara de los brazos de este hombre y así poder aferrarse a ella.
Eva en su modo de pánico no sabía bien que hacer. Pensó en llamar a la policía, pero no van a venir rápido. Sus ojos vagaron por el pasto mojado debido a una vieja lluvia y se encontró con una piedra más o menos grande. Sintió como una rara adrenalina corría por sus venas, junto con el miedo y la desesperación.
Si dejaba a la chica sola, quizás una madre perdería a su hija. Eso la destrozaba por dentro.
La tomó entre sus dedos y por algunos segundos perdió el equilibrio. Al tomar fuerza y suspirar hondo dio unos pasos sin llamar mucho la atención del hombre robusto. Cerró sus ojos, contó hasta tres y escucho un grito que hizo que los abriera.
Lo hizo, golpeo al hombre. Ahí estaba tirado e inconciente.
-¡Gracias!
Los brazos de la joven se aferraron a ella, tanto que sintió sus dedos clavarse sobre sus costillas y perdió un poco la estabilidad. El llanto desgarrador de la joven la sacó de su pequeño trance y sus dedos fueron hacia su cabello para darle confort. Estaba temblando, angustiada y llena de pánico.
-¿Te encuentras bien?- Al sentir como está se aferraba todavía más volvió a preguntar- Necesito que me hables o algo, ¿cómo te llamas?
-Fra-francis...- Entre sollozos pudo decir su nombre.- Sacame de acá por favor, sacame de acá -Sus ojos está al cerrados, dejando que una voz desgarrada se escape de sus labios.- Aún...aún siento sus ásperas y horribles manos tocandome.
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Hablándole a la luna de ti ©
Teen Fiction«Cuando la luna este acompañandote por tu jardín, imagina que también estaré yo, a tu lado. Cuidare tu caminar y te deseare las buenas noches, mi querida...» Una historia radicada en 1940 en la excéntrica ciudad de Buenos Aires. El otoño sabía agrid...