24 | Los Fontaine.

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Punto de vista desde Lydia.

Buenos aires, Argentina.
14 de julio de 1940

Las teclas de un piano resonaban en una pequeña habitación

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Las teclas de un piano resonaban en una pequeña habitación. Sonaban con unos hermosos acordes líricos, típicos de alguna orquesta italiana. Tal y como su madre añoraba de aquel país. De igual manera se escuchaba los pequeños resongos de una joven que intentaba no olvidarse de las notas y poder completar la canción.

Para esta, todo tenia que ser perfecto, delicado, no podía haber ningún error y gracias a eso se frustraba seguido, no toleraba que algo le saliera mal y aquello lo había aprendido de su padre. Una persona temeraria, digna de respeto y elegancia. Le inculco a sus hijos -y más a su hija mujer- Que todo tenía que hacerse de una manera prolija, el no soportaba que estos se equivocaran y si hacía falta los dejaba en su pieza bajo llave, hasta que les saliera de manera perfecta. Un padre muy estricto que no solía mostrar sus sentimientos o alguna señal de cariño hacía sus hijos, nada más les daba ordenes y restricciones que estos debían acatar sin rechistar.

Una persona totalmente opuesta a su madre.

Mujer bella y apasionada que da todo por sus hijos. De padres italianos y abuelo francés, habla estos dos idiomas aunque uno más que el otro. No dudaba en sacarse comida de su boca para dársela a sus hijos si hacía falta. Fue un hombro para estos cuando sus problemas se volvían oscuros y les daba la luz que necesitaban para protegerlos; Tenía más cariño con Lydia, era su joven princesa y un retrato vivido de ella cuando era adolescente, varios cosas en común compartían por lo que largas charlas sucedían en medio de la noche.

La joven dejo de tocar al oír unos pasos que se avecinaban a su habitación. Se encontraba un poco enérgica puesto que finalmente había terminado la canción que tanto estaba preparando y suspiro sacándose un peso de encima.

Una puerta se abrió dejando ver un chico alto, con distintos lunares proporcionados por su rostro y una cabellera rizada de color chocolate. Cualquier mujer caería o a sus pies, o lo detestaría por ser un joven con carácter egocéntrico, desafiante y que no aceptaba un no como respuesta. Sus ojos eran de un color miel, mirada un poco intimidante. Pero aunque tenía varias cosas de su padre. Muy en el fondo padecía de la ternura de su madre. No solía demostrarlo, pero muy pocas señoritas y algunos de su entorno familiar -excptuando su padre- pudieron apreciar de sus palabras consoladoras o de lo cariñoso que a veces es.

-¿No te enseñaron a tocar?- Lydia giro su cuerpo para poder ver a su hermano que se encontraba recostado en el umbral de la puerta.

-Se tocar otras cosas- Elevo una de sus cejas y mordió su mejilla interna de manera burlona- Pero precisamente puertas no- Hablo con su característica voz ronca y dio algunos pasos hasta la joven mientras se reía.

-¡Hunter! no seas grosero- Rodeo sus ojos con un rostro de fastidio.

El muchacho se acomodo su traje y su mano fue hacía uno de los bolsillos. Pero antes, con una sonrisa de lado se acercó una vez más a su hermana. -Como sea señorita educada. Solo venía a hablar de ese supuesto admirador que le anda dejando esquelas- Alzó una de sus cejas y la miro expectante.

Hablándole a la luna de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora