CAPÍTULO 5

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Llevamos casi cuarenta minutos en el pub gracias a los contactos de Tina -y a que su familia es asquerosamente rica e importante-, y subimos directamente a la zona vip. Desde aquí se puede ver la enorme cantidad de cuerpos que se sacuden de un lado a otro, haciendo un intento de baile. El ambiente festivo nos ha recibido desde el primer momento.

Yo he decidido que, por mi propio bien, necesito relajarme y, con el apetitoso Malibú con piña, lo he conseguido. El sabor dulce de la copa ha hecho que me lo beba en apenas cinco minutos, y desde entonces, han pasado por mis manos otras tres copas más.

Tina y Kari están bailando una canción superpegadiza con Mattia, que parece disfrutar con ellas, y los otros dos hermanos están hablando y parecen algo serios. Los miro, pensando que me han fastidiado la noche, y no solo eso. Por culpa del tal Dante, he perdido mi trabajo -que no era una maravilla, pero, al fin y al cabo, era de donde sacaba mi dinero-. Así que me levanto decidida, gracias al alcohol y a mis emociones enmarañadas, y marcho en su dirección.

Me sitúo enfrente de ambos, pero solo miro a uno de ellos. Raffaele me observa y luego a su hermano. Se levanta y se marcha por las escaleras en dirección a la planta baja.

-Eres un tremendo capullo -me cruzo de brazos-. ¿Por qué has tenido que aparecer esta noche?

Él me mira desde abajo, sentado en el puff. No dice nada.

-No piensas disculparte, ¿eh? -Confirmo irritada y entre dientes.

-No tengo por qué disculparme -se levanta, y queda mucho más cerca de mí de lo que deseo, sin embargo, no me muevo. No quiero que piense que estoy cediendo a su estúpida presión-. Como buen cliente que soy, te he dado mi humilde opinión.

¿Humilde opinión? Los cojones.

Paso de él, ni borracha puedo ver su espantosa y atractiva cara. Prefiero desaparecer, desintegrarme.

Roto sobre mis botas y me voy en dirección a las escaleras. Necesito despejarme aún más, el alcohol ya no me vale, no es suficiente.

Entro en el baño, como no voy a usar un retrete no hago cola y voy directa al lavabo. Abro el grifo y me mojo las manos, después, sin sacudirlas, me las paso por la nuca. Me apoyo en la pared del fondo, cierro los ojos y respiro profundamente.

-¿Qué narices te pasa, tía? -Al abrirlos me encuentro con una Tina bastante indignada y enfadada, con los brazos en jarras y la respiración agitada. Ha tenido que salir corriendo detrás de mí.

Qué raro que no hayamos discutido antes, mientras veníamos. Claramente, quería que estuviéramos solas, sin Kari ni los otros tres presentes. Sin embargo, todos los pares de ojos de las chicas que están esperando para entrar, se mueven yendo y viniendo de ella a mí, intentando averiguar el chisme para luego poder largarlo por ahí.

-Este no es el lugar -digo con la boca algo pastosa. Las cuatro copas están afectándome más de lo que me gustaría.

-Me importa una mierda -bufa-. Ahora, contéstame.

-No hay nada que contestar.

Intento apartarme de ella para poder dirigirme a la salida, pero me lo impide cortándome el paso.

-Martina... -aviso.

-No me jodas, Altea. Sabes que yo no suelo hacer estas mierdas, que soy la primera que dice no a hacer este tipo de gilipolleces. Pero es que después de tener que cancelar varias quedadas, pensé que esto podría ser buena idea, sobre todo, teniendo en cuenta que hoy estás algo apagada. Esto lo hemos hecho Kari y yo por ti -dice afectada.

¿Por mí?

-Podríais haberos quedado quietecitas -suelto irritada y medio borracha.

Tina da un paso para atrás. Su cara, llena de decepción, me incomoda y me hace sentir mal. Paso por su lado y, al fin, consigo salir del servicio. Aprovecho y también salgo del local. La brisa húmeda del ambiente choca con mi piel, pero no tiene ningún tipo de efecto liberador o refrescante.

El verano que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora