CAPÍTULO 15

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Cuando hundo los pies en el agua congelada y me recorre un escalofrío. Voy dando pequeñas bocanadas de aire y cuando el agua me llega a la cintura cuento hasta tres para sumergirme por completo. Al volver a la superficie, busco a Dante con la mirada y le encuentro en la pared del fondo, con los brazos estirados y apoyados en el bordillo, con su indescifrable mirada sobre mí.

Trago saliva, aún sigo sin saber qué es lo que tanto me altera.

Nado hacia él y me coloco a su lado, imitando su postura.

-No sé cuánto más podré aguantar aquí.

Dante me ha traído a un balneario de agua marina. Me da mucha curiosidad porque he visto este edificio toda mi vida, pero nunca había entrado antes.

-Solo unos minutos más y pasamos a la caliente -me asegura.

No soporto muy bien el frío, pero no pienso rendirme antes que él.

En concreto, estamos en las piscinas que imitan las termas romanas. Al entrar primero en la fría, cuando nos cambiemos de piscina, el agua nos parecerá que está hirviendo y eso siempre es bien.

Nos mantenemos en silencio y, poco después, Dante se mueve. JA, he ganado, ¿el qué? No lo sé.

-Vamos -dice.

Le sigo mientras salimos para dirigirnos a la otra piscina. Con solo meter la punta del pie, una especie de quejido-gemido se escapa de mis labios. Por lo visto, ha sido lo suficientemente alto como para que Dante lo oiga, porque se detiene y me observa por encima de su hombro.

De manera inevitable, me pongo colorada. Ojalá pudiera controlarlo porque no sé de qué me avergüenzo.

Le hago un gesto con la cabeza para que siga sumergiéndose, y me hace caso, solo que con una sonrisa que no me gusta nada.

Volvemos a adoptar la misma posición de antes.

Pasan unos pocos segundos y siento que voy a reventar si no digo nada.

-¿Es que nunca has oído a alguien gemir de placer? -pregunto, todavía algo abochornada.

-Demasiadas veces -resopla.

Mi corazón se acelera al escuchar su respuesta.

Obviamente sabía que era muy probable que tuviera mucha experiencia, solo que... no sé.

Yo no me quedo corta, he tenido unos cuantos amantes y sé lo que me hago.

-Entonces, ¿por qué te ha sorprendido que yo lo hiciera?

-No lo esperaba.

-Pues creo que es buen dato que sepas que me gusta hacerlo -Su cabeza gira más rápido que la de la niña del Exorcista-. Quiero decir -me explico-, que si siento placer, no me voy a reprimir.

No puedo mirarle a los ojos. La conversación se ha tornado algo sexual y no creo que haya sido por mi culpa.

Sigo mirando al frente cuando, de repente, Dante ocupa ese puesto y coloca cada una de sus manos a los lados de mi cabeza.

Contengo el aire, este movimiento me ha pillado por sorpresa.

No nos separará ni medio metro, pero se va acercando y no le impido el avance.

Cuando habla, su boca está a escasos centímetros de la mía y mis ojos no se resisten y la miran. Mis labios también responden y se abren un poco. Esperando algo que no está llegando.

-No me gustas reprimida, todo lo contrario -susurra con voz grave sobre mi piel-. Me gusta tu lengua viperina, tu carácter cabezota y he de admitir que tus insinuaciones me mantienen expectante.

El verano que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora