Maldición, esa idiota se va ahogar.
Le hago un gesto con la cabeza a Raffaele, indicando que me acompañe hasta la orilla. Estaba apunto de fumarse un cigarro, pero lo vuelve a guardar en la cajetilla soltando un suspiro.
-¿Quieres hacerlo de verdad? -me interroga mientras nos dirigimos rápidamente hacia donde debería estar Altea-. Una persona menos en el mundo no afectará a nadie -susurra-, y lo sabes. -Parece enfurruñado.
Pero claro que lo sé. Los tres lo sabemos.
Puede que lo mejor sea que llamemos a emergencias o a la policía. No podemos hacerlo, así que será mejor que la saquemos del mar antes de que termine por ahogarse. Porque muerta no me sirve.
Raff se quita la americana, los zapatos y los calcetines, al igual que yo. Nos zambullimos en el agua, con esta oscuridad no se ve mucho, pero gracias a la luz de la luna logro divisar un atisbo de mano antes de que termine de sumergirse por completo bajo la superficie.
Cojo una gran bocanada de aire antes de hundir la cabeza y comenzar a bucear en dirección al cuerpo que, inmóvil, se está hundiendo.
Logramos alcanzarla y sacarla fuera, entre los dos cargamos con ella. Ahora mismo lo más importante es hacer que reaccione. Avanzamos con algo de dificultad hacia la orilla hasta que conseguimos hacer pie.
No me molesto en salir por completo del mar, tumbamos bocarriba a Altea, le giro la cabeza hacia la izquierda, alineo con cuidado el cuello y la columna. Comienzo a practicarla el masaje cardíaco. Un, dos, tres, cuatro... veinte, veintiuno, veintidos, veinti...
Su cuerpo reacciona con espasmos algo violentos y el agua que había terminado tragando sale expulsado por su boca. Cuando se detiene, comienza a toser, incluso se encoje del esfuerzo que le supone. Levanto la cabeza, Raffaele me mira con cara de circunstancias y observo nuestro alrededor. La gente se ha ido concentrando a no mucha distancia. Es el momento ideal de avisar a sus acompañantes para que se ocupen ellas, es mejor que desaparezcamos ya.
Vuelvo la mirada a mi hermano, que rápidamente se pone la camisa y los zapatos, coge la americana, y se dirige a la discoteca.
Hecho un vistazo al cuerpo que tengo enfrente. Ya no se sacude tanto y respira de manera agitada. Parece que le cuesta, aunque es normal después de todo lo que ha tenido que tragar. Pero cuando inspira, se oye un fuerte resuello, algo que me alarma. Me da la sensación de que hay un problema adicional, algo que se me escapa.
Repaso mentalmente toda su información. ¡Maldición! ¿Cómo se me ha podido olvidar?
Con paso acelerado me acerco a la chaqueta americana que antes vestía y busco mi móvil en uno de los bolsillos. Lo saco y llamo a Mattia.
Al cuarto tono, me lo coge.
-He perdido de vista a...
-Me tienes que traer el inhalador -le corto-, tienes que hacerlo cagando leches.
Y cuelgo.
Altea vuelve a toser otra vez, con la diferencia de que, en esta, se agarra el pecho como si le doliera. Suelta un quejido.
Me agacho y le rozo la mano que presiona contra sí, que está congelada. Cojo la americana, la paso por encima de su cuerpo, y froto sobre ella para conseguir que entre en calor.
Apenas un par de minutos después, veo a sus amigas corriendo hacia la gente que se ha congregado -aunque no llegan a verme-, con cara de preocupación y consternación, y seguidas del sonido y luces de la policía. Esa es la señal.
Me levanto, agarro la americana y salgo corriendo hacia el corralillo de gente antes de que ellas puedan verme. Me cuelo entre las personas que observan la escena. Algunas me miran con pavor y apartan la mirada al segundo. Alcanzo a mis hermanos que me esperan para desaparecer.
Mientras nos alejamos del escenario, recojo la información que pido.
-Bartés no estaba por la labor de soltar nada -comenta Mattia refiriéndose a Martina-, pero a Kari se la ve mucho más dispuesta. Por no decirte que con un par de copas me daría hasta su número de cuenta bancaria.
También me asegura haber entregado el ventolín a una de sus amigas.
-Esto no puede volver a pasar -decreta Raff.
Y tiene toda la razón. No pensaba que esta chica tuviera tales impulsos. ¿Nadar borracha en el mar de madrugada? Algo totalmente innecesario y llamativo.
-Si algo hemos sacado en claro, es que me odia -digo pensativo-. Y que si queremos acercarnos a ella, primero habrá que hacerlo con las amigas.
-Yo iré a por el hueso duro -una sonrisa petulante se abre camino en la cara de mi hermano pequeño.
Miro a Raff, que no pone pega. Pues decidido, objetivos marcados.
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¿Será la única vez que veremos este POV? Me lo voy a pensar... 😈
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El verano que fuimos
RomanceCuando la vida te pone obstáculos y tú no consigues superarlos, ¿qué puedes hacer? Esto mismo es lo que se pregunta Altea cuando sus amigas deciden pasar el verano junto a los hermanos Stracci. Pero ella, nunca de los jamases se dejará engatusar por...