CAPÍTULO 4

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Lo digo tan rápido que no me da tiempo a tragarme mis palabras. Vaya, quería haber esperado un poco más, aunque a veces me dan unos impulsos difíciles de parar. Pero ¡qué narices! ¡Ya he estado callando demasiado!

Les cuento lo del trabajo -el tema de Santiago aún lo oculto-: que ayer le pillé observándome desde el restaurante de al lado y que, hoy, ha venido al mío a portarse como un idiota redomado.

-¿¡Qué me estás contando!? -Medio grita Tina-. Tía, qué suerte tienes, a mí nunca me ha pasado nada parecido -dice, frunciendo los morros en un gesto de pena.

Frunzo el entrecejo, ¿es que no me ha escuchado?

-Pero esperad -Corto a Kari, que iba a hablar-, lo peor no es eso, si no que está aquí.

-¿¡Aquí mismo!? -suelta la rubia con emoción.

Ambas giran bruscamente sus cabezas, buscando a un desconocido al que ni siquiera he llegado a describir.

Continúan la búsqueda, y Tina no tarda en detenerse. Una pequeña sonrisa se extiende por su cara.

-¿Te puedes creer que no ha hecho falta saber cómo es? No aparta la mirada de ti.

Pfff, este comentario me inquieta más que tranquiliza.

Kari, que todavía sigue intentando localizarlo, le pide a Tina que se lo señale. Ella hace un gesto con la cabeza apuntando detrás de mí.

La cara de la rubia está para retratarla, ha abierto los ojos de par en par y la mandíbula está apunto de rozar su clavícula.

Pero es que no es para tanto, por favor. Un chico joven con acento extranjero que, a veces, viste de manera ostentosa y que tiene algún tipo de relación con los dueños de un restaurante de comida rápida. Y que es un borde de mierda, ya me dirás tú lo que "me estoy perdiendo".

-Basta -ordeno, se están pasando de cantosas, y lo que menos quiero ahora mismo es que el tipo se acerque-. No mandéis señales que pueda malinterpretar, no me interesa.

Ambas se miran a los ojos, ya están manteniendo una de sus conversaciones silenciosas. Si me pusiera a observarlas podría saber qué están pensando, pero prefiero no hacerlo.

El camarero viene a tomarnos nota, y le echa una mirada intensa a Tina. Se va a por nuestras bebidas.

-Guau, tía -Se asombra Kari-. Sigo sin saber por qué no te has revolcado con él, siempre que venimos y está, hacéis lo mismo. ¡Os coméis con los ojos!

-Lo bueno se hace esperar. -No da más aclaraciones.

El camarero vuelve, intenta conectar con Tina, pero esta le ignora de mala manera. A veces no soporto ese comportamiento de esnob que utiliza en ciertas situaciones.

Decido que hoy no me apetece discutir con ella por su conducta y tomo un sorbo de vino blanco. Y es, entonces, cuando la guerra comienza.

Empezamos con el tema de nuestras vacaciones, los argumentos van y vienen, principalmente entre ellas dos. Yo, de vez en cuando, suelto alguna frase, pero no más. ¡Si casi no me dejan ni hablar!

El joven nos trae los platos y no le presta atención a mi amiga, se ve que no le ha sentado muy bien lo de antes y ha decidido centrarse por completo en su trabajo. Que en realidad es lo que tendría que haber hecho desde el principio, pero me da un poco de pena.

Pincho uno de los raviolis rellenos de berenjena y me lo llevo a la boca. La mezcla de la hortaliza con la salsa de setas es impecable. Nunca me voy a cansar de este plato, lo sé. Veo que mis amigas se han tomado un momento para empezar sus platos y tienen la misma reacción que yo. Sonrío, me alegro mucho de haber venido esta noche. Un par de minutos después, tras el minibreak que nos hemos tomado, continuamos con nuestro debate.

El verano que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora