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—Y la biblia dice: porque de tal manera Dios amo al mundo que ha dado a su hijo unigenito para qué todo aquel que en el crea no se pierda más tenga vida eterna. Entonces Dios dijo: Que la sangre de mi hijo sea derramada para limpiar las impurezas de los pecadores.

Jeongin escuchaba el sermón del padre mientras intentaba mantener los ojos abiertos.

—Con esto concluimos hermanos, que la paz sea con ustedes—

"por fin" Jeongin soltó un gran suspiro, sabía que estaba mal pero no podía evitar sentirse sumamente aburrido de todos los domingos levantarse temprano, usar ropa incómoda y escuchar cosas que de igual modo nadie seguía, solo fingian hacerlo

—Ya viste al tipo de allá—
Señaló Mireya, su hermana mayor, Jeongin guío su mirada
—tiene el cabello largo y rubio, parace mujer, que ridículo, ¿No crees?— dijo con burla conteniendo su risa

Ridícula era la opinión de su hermana, ¿A quien diablos le importaba la apariencia de otros? Aún así Jeongin asintío, porque era mejor darle por su lado que comenzar una discusión

Jeongin, era un jovencito con 17 años cumplidos. Su familia era la más rica de aquel pequeño pueblo que apenas llegaba a las 500 personas, era el menor de tres hermanos, le seguía Mireya y Christopher, pero su hermano mayor se encontraba trabajando en Australia para una importante empresa... O eso es lo que decía su familia para cubrir el hecho de que su padre y el discutieran fuertemente, haciendo que Chan se fuera de la casa a quien sabe dónde.
Jeongin era un muchacho "ejemplar" en un pueblo sumamente religioso, encajaba en todo, era estudioso, devoto a Dios y la iglesia, mencionando que también era un muchacho muy guapo, las madres se peleaban porque sus hijas fueran la futura esposa de Jeongin cuando llegara a la edad.

Jeongin era popular en la iglesia, pero eso le importaba una mierda a él

—Hijo, el padre Agustín quiere hablar con nosotros.—
Mika, su madre lo tomo del brazo para caminar hacia el susodicho, Jeongin evito poner los ojos en blanco

—Señora Yang, Jeongin, me alegra que nuevamente vengan a iluminar está, la casa de Dios, con su presencia.—
En serio Jeongin tenía fuerza de voluntad para no reír

—oh padre, que cosas dice, nosotros solo hacemos la tarea que Dios nos encomienda.—
El menor sentía su ojo temblar

—Bueno, la razón de mi llamado es porque una de las hermanas me ha dado la buena idea de abrir un curso bíblico para los jóvenes y claro está que el candidato para lleva a cabo tal encomendacion es Jeongin

Mientras su madre gritaba de alegría, Jeongin quería gritar por dentro.

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—No me lo vas a creer querido.— Hablo hacía Damián, su esposo. —el padre Agustín escogió a nuestro hijo para dar el curso bíblico a los jóvenes—

—Eso es bueno, ¿No Jeongin?.
Jeongin asintío en su lugar mientras seguía comiendo.

—Por cierto.—
Volvió a interrumpir su madre
—hace un par de días se mudo una familia, a unas cuantas casas de aquí.—

—¿Quienes?.—
Pregunto Mireya con intriga

—Los Hwang, pero escuché que la señora es dejada, su esposo la abondono a ella y a su hijo.— dijo con indignación

—¿entonces solo son ellos dos? ¿Quien los mantiene?. —
Volvió a preguntar Mireya, Jeongin solo se limitaba a escuchar

—No lo sé hija, pero tengamos cuidado, las personas que vienen de otro entorno suelen tener actitudes pecaminosas.—

Jeongin suspiró

algo que le halagaban a Jeongin era el hecho de ser sumiso ante todos, en su casa le habían enseñado a escuchar y callar, eso lo hacía bien pero no por respeto, como todos pensaban, más bien porque la gente en su entorno decía cosas sin sentido, cosas que a Jeongin no le interesaba discutir.


Tu cuerpo mi religión || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora