Tu cuerpo mi religión || HyunIn

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—Buenos días— saludo Jeongin bajando al comedor donde su madre y Mireya se encontraban preparando el desayuno, —Me reuniré con Sana y Hyunjin— aviso caminando hasta la entrada

Ninguna le respondió, en cambio, su madre apagó la estufa girandose para quedar de frente a su hijo

—No saldrás a ninguna parte— soltó su madre, de inmediato Jeongin se detuvo

—¿Por qué?— pregunto

—No has desayunado y además estás castigado—

—¿Qué? ¿Por qué?— soltó sorprendido

—¿Te parece poco lo que pasó anoche durante la cena? Te comportaste de la peor manera... ¿Acaso te he educado así?— su madre se cruzó de brazos molesta

—Pues no, pero esa señora tampoco fue muy amable que digamos, se metió con mis amigos— Jeongin se encontraba indignado ante la situación, no era justo que lo castigarán por algo así

—Aun así, ¿Dónde queda el respeto a tus mayores? Yo jamás les he dado ese ejemplo, tu padre se quedó muy molesto, si yo no me hago cargo de la situación lo hará él y sabes cómo es, así que es mi última palabra Jeongin, estás castigado todas las vacaciones—

—¡Pero mis vacaciones apenas empezaron! No es justo— se quejó Jeongin

Su madre le dió la espalda, acercándose a la alacena para tomar algunos platos.

—Te irás a disculpar, ahora ayuda a poner la mesa para desayunar—

Aquella orden para nada le agrado a Jeongin, no tenía porque disculparse y no lo haría. Puso los ojos en blanco y de inmediato ayudo con los platos para la comida.

—¿Y papá?— pregunto Mireya al ver que su madre servía solo para ellos tres

—No ha regresado del lago, ya sabes cómo es— respondió su madre cabizbaja

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—Era obvio que te iban a castigar— Jeongin escuchaba como su hermano se burlaba de él del otro lado de la línea

—No es justo y como me negué a salir para disculparme me dejaron encerrado en la casa mientras ellos se van a visitar a las tías—

—creo que eso es mejor que ir y escuchar alabanzas todo el día mientras te hacen cantar con ellas— Ambos hermanos rieron teniendo el recuerdo fugas de aquella escena.

Todos los años, después de navidad, iban a visitar a las tías abuelas de su padre y se quedaban todo el día con ellas. La convivencia era de los más aburrida, pues ambas señoras eran devotas a Dios, tanto que jamás formaron su propia familia, dedicándose completamente a la religión. Algo sumamente agobiante para Jeongin quien era alimentado esos tres días con comida insípida mientras escuchaba la lectura de la biblia y sentía sus mejillas doler por cada pellizco que su tía le daba mientras le recordaba lo "buen niño" que debía ser.

Pero lo peor se lo llevaba su madre, que tenía que soportar todas las críticas que le hacían aquellas señoras hasta por respirar.

Su padre se la pasaba afuera, quien sabe en dónde y Mireya... Bueno, ella solo aguantaba el hecho de que siempre la quisieran casar con cualquier vecino.

—Bueno, en eso tienes razón, ahora tengo la casa para mí solo— sonrió Jeongin

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