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Maratón 3/6

Sana tenía 8 años cuando conoció a Momo, iban en la misma escuela, en primer año pero en diferentes salones.

Sana era muy linda, tierna, amigable y demasiado empática, le gustaba mucho ayudar a su madre en la iglesia, le gustaba vestirse con aquellos largos vestidos que su madre le compraba, siempre hacia todo lo que su madre le pedía porque su satisfacción era ver a su madre felíz a tal punto de olvidarse así misma. Momo lo sabía a la perfección, para su mejor amiga no había persona más importante que su madre y todo lo que ella pensaba.

La biblia dice que el único juez en la vida es Dios, pero para Sana, la única con el poder de destruirla y moldearla a su modo, de criticarla o amarla, era su madre, por eso mismo, Momo escondió por muchos años sus sentimientos hacia ella.

Ambas tenían 14 años y Sana fue la que sola se dió cuenta que su madre realmente no la amaba por lo que era, sino por lo que hacía por ella. ¿Por qué?. Porque Sana siempre estuvo enamorada de Momo y se dió cuenta a los 9 años de eso cuando le preguntaron por su primer amor y ella inocentemente respondió que su mejor amiga pero todos se rieron y ella también, se rieron porque pensaron que era un chiste y Sana se rió porque estaba nerviosa.

Volviendo al tema, tenía 14, le pregunto a su madre que si hombre podría casarse con otro, ella respondió de la peor forma. Aunque era un ejemplo contrario a lo que ella realmente quería decir, se dió cuenta que su madre jamás aceptaría lo suyo con Momo, en el caso de que su mejor amiga aceptará sus sentimientos.

Y así paso, estaban en una pijamada ella dos en casa de Momo, ambas bajo las cobijas iluminadas por una pequeña lámpara en forma de estrella que el padre de Momo le regaló en su cumpleaños, siendo un par de adolescentes con dudas y llenas de curiosidad, ambas se preguntaban cosas íntimas porque la confianza era Granda entre ellas.

—¿Has pensado en besar a alguien?— pregunto Sana, Momo asintío soltando una risita, —¿A quien?— aumento su curiosidad

—A ti— soltó, Sana borro su sonrisa, sintiendo sus mejillas llenarse de calor, —Pienso que nuestro primer beso tendría que ser especial y no quiero que nos pase como a Chae, no quiero que sea forzado con un niño idiota que no nos guste— trato de explicar, Sana asintío

—Tienes razón, ¿Pero como se hace?—

—Solo pegamos nuestros labios—

—Yo quiero un beso como el que se dan en las películas— Momo se acercó colocando con delicadeza sus manos en ambas mejillas de su amiga, relamio sus labios y se acercó hasta que sus respiraciones chocaron. Sana estaba nerviosa pero emocionada al igual que Momo, sus corazones latian con fuerza, ambas cerraron los ojos y Sana pudo sentir los labios de Momo sobre los suyos y como después abrió levemente su boca para apresar su labio inferior y luego tirar un poco de él.

Se separó y se vieron ambas con los ojos cristalinos y las mejillas sonrojadas, pasaron unos segundos en silencio hasta que se soltaron a reír nerviosas, había sido el primer beso de ambas pero no el último.

A los 16 Momo se le declaró a Sana y ella acepto, su relación se mantuvo en secreto gracias a qué todos sabían que eran mejores amigas.

Ahora ambas tenían casi 18 y luego de hacer el amor dentro de aquella casa de acampar, se quedaron viendo en silencio. A Sana le encantaba acariciar sus mejillas, su cabello hasta que su amada quedará dormida, pero noto en Momo algo que no la dejaba dormir.

—¿Que sucede?— pregunto tranquila, Momo se giró quedando boca arriba, algo que alertó a Sana, porque su chica siempre le contaba todo viéndola de frente, Sana se levantó sentandose a horcajadas sobre ella. —No me ignores, dime lo que pasa—

—Creo que mi madre sospecha— soltó, Sana se quedó helada al escuchar eso

—Pero hemos sido cuidadosas todos estos años— Momo negó

—Fue mi culpa— admitió acariciando las piernas de Sana, —Se metió a limpiar mi cuarto, había olvidado esconder la caja con las cartas que me has dado, la encontré sobre mi escritorio y la última que me diste, esa no la había abierto y la encontré desdoblada sobre las demás— contó

La carta no tenía nada malo, solamente era Sana recordándole lo mucho que la amaba y que le agradecía a Dios por tenerla en su vida... Y también lo mucho que ansiaba poder sentirla de nuevo.

Pésima idea escribir eso, pensó Sana, no tenía mucho que ambas empezaron su vida sexual, aún seguían experimentando y conociéndose.

—¿No te ha dicho nada?— Momo volvió a negar, —Todo estará bien, si te pregunta dile que era solo una broma— se recostó sobre su pecho, siendo abrazada por Momo

—Ya no quiero seguir ocultandonos, lamento mucho que esto sea así—

—Ni tu, ni yo tenemos la culpa de nada— Estuvieron así hasta que Sana volvió a hablar, —Mi madre  está como loca desde que paso más tiempo con Jeongin, piensa que en cualquier momento nos haremos novios—

—por el momento nos conviene que piense eso—

—Igual no se que pasara, Jeongin se irá de aquí—

—¿Cómo sabes?—

— él me lo dijo, hay que irnos también— sugirió Sana

—Sabes que tu madre no te dejaría— Sana se quedó pensando y solamente asintío, se levantó del pecho de Momo y la miro de cerca

—Aun si la vida no fue justa y nos envió aquí para ocultar nuestro amor, yo siempre voy a estar agradecida por tenerte, te amo—

Momo sonrió, —Yo también te amo— se dieron un cálido beso, —¿Que te gustaría si viviéramos en otro lugar?— pregunto

—Me gustaría tener una linda casa de un solo piso, blanca de adentro y afuera, con muchas plantitas, viviríamos juntas y adoptaríamos un bebé, se llamaría Sunoo, tendríamos dos perritos y seríamos una hermosa familia—

Se abrazaron y durmieron con esa imagen de ellas dos teniendo una familia, para ambas era simplemente un sueño que jamás podrían llegar a cumplir.

Tu cuerpo mi religión || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora