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No estás en el pais de las maravillas.
El peligro acecha; Los miedos se hacen realidad; la tristeza inunda tu corazón; el dolor marca tu vida; y de la muerte...

De la muerte nadie se salva.


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—¡Eres un asco!— escupió con odio dando otro golpe en su mejilla que está vez, si lo hizo caer de sentón al suelo, golpeando su brazo con la pata de la mesa. —¡No voy a tolerar a otro maricon en mi casa!— bramo levantando a Jeongin del cuello de su camisa

Las lágrimas llenas de rabia resbalaban por las mejillas de Jeongin, apretó su boca formando una línea en sus labios, saboreando la sangre de su labio inferior, la mirada que le dió a su padre no expresaba absolutamente nada, estaba reprimiendo el miedo que en el hemano.

Y es que solo podía sentir eso, miedo, luego de que su padre los viera a ambos en el jardín perdió completamente el control, corrió a Hyunjin de la peor manera, insultandolo y empujándolo. A Jeongin de inmediato comenzó a golpearlo. Su madre y hermana llegaron en cuanto Hyunjin salió por la puerta.

Jeongin no entendía, su padre solo los vio tomados de la mano, no habían hecho nada mlot...

—Tu y Christopher son un par de cerdos— soltó con la voz apretada del coraje

—Por favor, son tus hijos — imploro su madre llorando en un rincón, incapaz de poder hacer más

Su padre soltó una amarga risa, —No, yo no tengo hijos, y más te vale cerrar la boca porque si ellos salieron así es por tu estúpida culpa, siempre los educaste para ser débiles como toda mujer—

Su madre sollozo y Jeongin sintió perder el control, como pudo se soltó de su padre

—¡Las mujeres no son débiles! No le hables así a mi madre— defendió, su cuerpo temblaba por la adrenalina, pronto su cuerpo volvió a caer al suelo gracias a otro puñetazo que su padre con rabia soltó

—Ningun fenómeno me va a decir que hacer— susurro hincandose a su lado

—No soy un fenomeno— otro golpe fue dado en su rostro, seguido de otro, otro y otro...

Su madre gritaba asustada viendo el rostro de su hijo llenarse de sangre.

Cuando la furia de su padre fue agotada, se levantó del suelo, dejando a Jeongin tirado hecho un ovillo.

Con la respiración entre cortada, limpio su puño lleno de la sangre de su hijo y con asco en su mirada hablo

—Mañana mismo te largas a un internado, no voy a dejar que sigas llenando de vergüenza a nuestra respetable familia como lo sigue haciendo el idiota de Christopher—

Camino hasta la salida pasando a lado de su madre que lloraba temblando de la importancia.

—Ya deja de llorar, no seas ridícula, ¿Cómo puedes sentir algo por un ser tan asqueroso?— señaló el cuerpo de Jeongin aún tirado

—¡Es mi hijo!— sollozo

—Ya sé que es tu hijo, igual de mierda que tú— soltó picando con fuerza el pecho de su esposa para luego salir de su casa dando un portazo.

En cuento su madre escucho el auto arrancar, corrió hasta su hijo, arrodillándose frente a el levantando con cuidado su cabeza y colocándola sobre sus piernas

—Jeongin...— susurro con dolor retirando con cuidado el cabello pegado a su frente, Jeongin soltó un suspiro, apenas pudiendo abrir sus ojos llenos de lágrimas, —¿Por qué lo hiciste?—

Jeongin sintió doler su pecho, —N-no tiene nada de malo enamorarse— respondió

Su madre acaricio su mejilla hinchada con cuidado limpiando la lágrima que salió de los ojos de su hijo, se acercó depositando un beso suave en su mejilla, Jeongin comenzó a sollozar.

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—Necesito ir con el mamá, no sé nada desde hace tres días — intento convencer Hyunjin a Hyuna.

Su madre lo miro con tristeza conteniendose para no doblegarce, la verdad es que desde lo sucedido no había dejado salir a Hyunjin por miedo de que algo le hiciera esa gente a su hijo

—Lo siento Hyunjin, no saldrás — aún con su tono triste sonó firme en su decisión

Hyunjin se quejo enojado, volviendo a su habitación expresando su descontento azotando la puerta.

No sabía que hacer, Jeongin no le respondía y sus amigos no sabían nada de él, tenía miedo; la única información que tenía por parte de Sana es que habían escuchado gritos provenientes del señor Yang y golpes.

No quería imaginarse la escena, Jeongin siendo golpeado, simplemente era algo que le hervía la sangre.

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—¡Señora Yang!— exclamó con sorpresa Félix al atender la puerta principal, de inmediato su corazón latio con fuerza y desespero a ver a la madre de su mejor amigo parada en su casa y con el rostro lleno de lágrimas

—Por favor... Necesito hablar contigo— imploro la señora sosteniendo entre sus manos un collar demasiado hermoso que desencajaba completamente como el estilo de la madre de Jeongin.

Félix asintió y de inmediato la dejo pasar, bueno, Changbin tendría que esperar a verlo con lencería más tarde, hora solo importaba si amigo.

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En cuanto el padre de Jeongin se fue, la señora Yang tomo a su hijo en brazos ayudándole a ponerse de pie para luego llevarlo al baño y comenzar a curar sus heridas. Con cada algodón empapado de sangre, su madre se arrepentía una y mil veces el no haber defendido a sus hijos.

Recordó el día en que Christopher se fue de la casa, ni siquiera pudo darle un último abrazo, su primogénito simplemente se fue dejando una nota a su madre diciéndole que no soportaba más vivir en ese infierno llamado hogar. Le dolió tanto no saber de él por casi dos años.

Ahora, a sabiendas de lo que sucedido con su hijo menor, se prometió a si misma y a Jeongin no cometer el mismo error y esperar a que otro de sus hijos la abandone por su culpa de no actuar debidamente.

—Hijo mío... ¿Por qué?— pregunto entre lágrimas mientras Jeongin agachaba la mirada.

La pregunta no fue en reproche, realmente quería saber sus razones, necesitaba conectar con su hijo y comprenderlo.

—Yo... Me enamore de él, no me importa lo que piensen de mi, es lo que soy, es lo que siento y eso jamás podrán cambiarlo, quiero a Hyunjin, mamá, él me hace sentir como yo mismo...—

Mireya sintió el nudo en su garganta, su corazón dolía, —Mirame— le pidió con cariño tomando su mentón delicadamente para levantar su rostro, ambos cruzaron miradas, —Te amo Jeongin, jamás voy a volver a permitir que mis hijos sufran— aquella promesa fue sellada con un cálido y maternal beso en la frente mientras envolvía en sus brazos a su hijo.

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—Entonces... ¿Quiere que la ayude?— pregunto Félix y ahora sí, se encontraba verdaderamente confundido.

Mireya asintió, —Por favor, se los suplico...—

Félix acepto, luego de escuchar todo lo que había sucedido estaba asustado y preocupado por su amigo, pero lo haría. Hria todo por ayudarlo.

—Lamento haberte juzgado... Lamento tratarte indiferente, siendo ignorante de la hermosa amistad que tienes con mi hijo—

Tu cuerpo mi religión || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora