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-Jungwon, jamás dejaría de ser tu amigo.- Jongseong se dio la vuelta lentamente y con cuidado de no espantar más al menor. Los brazos de Jungwon seguían rodeando su cintura, y al ser de la misma estatura, no fue difícil que los brazos de Jongseong rodearan los hombros contrarios.

La primera reacción de Jungwon fue alejarse un poco, respiró pesado, pero Jongseong esperó a que tomara su tiempo para que se acostumbrara al primer contacto que recibía en mucho tiempo.

No tardaron en juntarse sólo un poquito más, para que el polerón de Jongseong fuera el pañuelo de las lágrimas que soltaba el pequeño Jungwon.

Desde ese momento, Jongseong sintió el verdadero peso de cuidar al menor.

Y le gustaba el hecho de que Jungwon haya dado el primer pasito con él.

Era un granito de arena en el extenso camino que debían recorrer.

Pero lo harían juntos.

Porque Jongseong no pensaba dejarlo sólo otra vez.

El corazoncito de Jungwon latía muy fuerte, tenía miedo. Pero, el calor de Jongseong le daba una sensación agradable que jamás había experimentado. Se sentía como en casa.

Como la nieve para los pingüinos.

Jongseong era su hogar.

Sus padres llegaron para ver la conmovedora escena y la madre de Jungwon no pudo evitar soltar lágrimas de felicidad al ver el pequeño logro de su hijo.

Jungwon levantó la mirada y sonrió como siempre lo hacía en dirección a sus padres y luego al mayor, mientras Jongseong moría por dentro, porque quería decirle a Jungwon que era el ser más precioso de todo el mundo.

𝙋𝘼𝙎𝙄𝙏𝙊𝙎 𝘿𝙀 𝙋𝙄𝙉𝙂Ü𝙄𝙉𝙊 » 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora