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El joven de cabellos castaños se encontraba sentado en la cama viendo como el clima empeoraba afuera, se veía decaído y se notaba que no había dormido muy bien.

Jungwon volteó su mirada a su lado, encontrándose con la mirada curiosa de un Jongseong recién despertado y con el cabello revuelto.

-¿Te sucede algo, Jungwonie?

-No dormí casi nada, me quedé la mitad de la noche pensando en que había desperdiciado años de mi vida por el estúpido miedo que tenía y jamás pude odiar como debería al hombre que lo provocó ¿Habría sido diferente si no hubiera tenido esa fobia?

-No nos habríamos conocido, probablemente. . . Pero piensa positivo, estás mejor, tu madre está bien y yo estoy contigo. Volví porque no podía vivir sin ti y cada cosa de pingüinos que veía me hacía recordar tu sonrisa, ya no podía estar lejos.

Jongseong tomó una de las mantas y los cubrió a ambos, aún sentados en la cama, miraron como la lluvia caía afuera.

El calor del mayor poco a poco logró trasladarse a las manos frías de Jungwon y su corazoncito pareció feliz otra vez.

¿Por qué Jongseong podía alegrarle tanto sólo así como así?

Porque eran dos pingüinos que juraron amor por siempre.

Jungwon lloró un poco, pero Jongseong no se dio cuenta porque su mejilla reposaba en el hombro del más bajo, no pudo verlo.

El menor dejó caer aquellas lágrimas porque había extrañado tanto esa sensación de seguridad que tenía cuando estaba con Jongseong que creyó que no sería capaz de vivir sin ella.

Quizá algún día le diría que no se permitió llorar los días que estuvo lejos porque quería ser fuerte, que le juró a cada estrella en el cielo que su amor eterno sería para el alto chico o que se aferraba a la única prenda que había dejado Jongseong en su hogar para poder dormir bien imaginando que estaba a su lado.

𝙋𝘼𝙎𝙄𝙏𝙊𝙎 𝘿𝙀 𝙋𝙄𝙉𝙂Ü𝙄𝙉𝙊 » 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora