Capítulo XXIV Memoria

53 3 0
                                    

—Ok chicos, no ganaran nada al atraparme, descuartizarme y llevar mis restos a Abigail— Mis mentiras tienen que funcionar.

—Lo siento Dante, las reglas son las reglas— Ha hablado un ex colega mío.

Sabía que vendrían por mi pero no tan rápido, es decir, no tenía con que defenderme, una navaja no serviría contra dos grandes grupos que me buscan. Por un lado Los Guardianes y por el otro Abigail.

Pero.

¿Cómo fue que llegue al punto de estar tirado en el suelo rodeado de los agentes de Abigail?

Tanto golpe en la cabeza e intentos de suicidio me han dañado un poco la memoria.

* * *

Esta navaja me la regaló mi padrino. Cuando un familiar tuyo te regala una navaja en tu cumpleaños número 11 comienzas a dudar de muchas cosas.

Normalmente mi carácter y mi forma de ser quedan en segundo plano, mi papel a la hora de conquistar a alguna chica no es para nada mi personalidad.

Quizá Kaory por eso murió, se enamoró de un fantasma, de un espejismo, de una máscara; de una ilusión que a ella le había fascinado.

Yo era un mago y a ella le interesó mi acto.

Tengo que apurarme, conozco a unas personas que puede que me ayuden a esconderme mientras pueda.

El camino es un poco pesado, la carretera única y acabada es la única vía para no perderse. Las casas alrededor parecen más fortalezas, todos tratando de sobrevivir.

Se podría decir que yo era un jugoso trozo de carne en medio de una jaula de hambrientos leones. No tengo oportunidad, escape del peligro para ponerme a merced del enemigo.

Puede ser la única solución.

Mi abrigo es lo único que me protege, ese que alguna vez protegió a Kaory del frío.

La extraño.

La extraño a morir.

Cuatro casas, una cabaña, dos automoviles y listo. Llego a mi antiguo... hogar.

—Mamá.

—Has vuelto hijo mío— sus manos se enterraron como espinas en mi rostro.

—Estoy de vuelta madre.

* * *

[Kaory]

—Dante...

—Tú no puedes estar aquí.—Me contestó con frialdas pura en sus palabras.

—Quería decirte... gracias por estar cuidando de mi— mis lágrimas no evitaron salir.

—Sal de este lugar

—Pero, ¿Por qué? ¿Acaso no debemos resguardarnos de las sombras?

—Te lo advertí.

Sus brazos golpearon mi torso.

¿Qué estaba pasando?

¿Era yo el enemigo de este mundo?

No.

—¿Qué no me estabas cuidando tu?— Otro golpe en mi mejilla hizo que saliera un líquido rojo de mi boca.

—Te cuido de ti misma.— Me golpeó con su pierna en mi estómago, el aire se hacía nulo y mi vista nublada.

Los golpes parecían ya ensayados, ya estaban hechos en mi cuerpo.

Estaba acostumbrada a este calor en mi cuerpo.

Estoy acostumbrada al dolor.

—No vuelvas a venir a este edificio o haré que te arrepientas.

—¿Arrepentimiento? ¿Sabes? Nunca había sentido unos golpes tan satisfactorios.

Tú sólo me has tratado como a un títere, te gusta tenerme interesada, te gusta que dude si estoy aquí por ti o no, parece que sólo quieres que piense que Dante es lo mejor para mí pero no. Me cansé de ser la princesa que debías rescatar. Seré la espina que jamás podrás sacar.

Eras mi motivo de estar aquí y ahora eres el motivo de que me quiera ir.

Me has dado unos golpes que me hacen recordar.

PARANOIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora