Capítulo XXV Niños

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[Dante]

Mi madre.

Ella estuvo conmigo apesar de los golpes, y no precisamente los de la vida, me protegió, me mostro que el mundo era... un tanto hermoso.

[Inicio de los recuerdos de Dante]

Recuerdo aquella vez que unos compañeros de clase me querían llevar a la dirección, había faltado a clases (y no era un chico malo).
Yo era la clase de chicos que simplemente pasan desapercibidos, en una sociedad perfecta.
En mi escuela no te daban pastillas para tenerte controlado, en mi escuela las personas ya estaban totalmente "educadas" así.

Quizá es por varias cosas que Valladolid es considerada la ciudad del pasado.
Valencia el presente.
Victoria el futuro.

Regresando a como era yo, no tenía amigos. A la hora de hacer trabajos en equipo, a mi siempre me dejaban hacerlo solo. No tenía para pagar o comprar todas aquellas cosas que en la escuela se usaban, lapiceros dactilares, memorias craniales, ni cosas así por el estilo, si yo quería dibujar algo tenía que hacerme tan bueno como una máquina.

No era el tipo de alumnos que le agrade faltar, la única vez que falte a clase fue por que vi un animal muy extraño, lo había visto sólo en libros que mi mamá había recogido para mí.

Un perro.

Son animales de 4 patas, con una cola un poco corta y que hacen un especie de grito, ladrido es como le llaman.

Yo me quede con ese animal por que quería ver en persona algo que mi mamá me había mostrado antes. Pero, se veía muy diferente...

El animal estaba esqueletico, en ciertas partes de su cuerpo ya no había ni pelo, ni piel. Parecía estar agonizando, yo a los 8 años no sabía que a el le pasaban tales cosas.

Sino hubiera terminado con su dolor.

Traía unos rollos con carne y se los di para que el los comiera, a el le gustaron mucho, movía su colita de un lado a otro y se me aventaba encima, por un momento me dio miedo, sentí que me iba a morder, pero vi que lo que quería sólo era comer.

Imagina, ¿Qué tan dificil es poder pedir alimento sin hablar?

Eso me pregunté a mi mismo de camino a mi casa. Le conte a mi madre sobre eso, ella estaba alegre de saber que aún existían animales, tal fue su alegría que me dijo que lo llevara a la casa.

Al día siguiente, el perro no aparecía, lo busque, lo busque y jamás lo encontre.

Falte a clases para buscarlo, mi mamá me había dicho que se lo llevara y no quería desoberdecerla.

Mis ojos se quedaron fríos, mi garganta pronunciaba un grito ínsonoro, trague saliva y corrí, quería caer en la demencia, la cabeza me repetía a voces:

"... Tenías que haberlo ayudado".

Unos guardianes del mañana estaban guardando al perrito en una bolsa.

Un jardín dulcemente verde, unos alumnos concentrados en sus respectivas aulas y yo aquí pintado de sangre, dibujado en el que podría ser un escenario de horror.

El pacto quedaba hecho.

Las personas no pueden ver actos así, mi siguiente cita era en la otra vida con dicho perrito.

No era tan malo.

Era una fustrante dulce manera de morir.

Los Guardianes del mañana me llevaron consigo, llevaban algunos instrumentos que yo no conocía. Una espina basto para que entrara a mis venas y así poder quedar dormido.

Desperte.

Desperte.

Desperte.

Desperte.

Desperte.

Tenía 13 años ya.

Había pasado lo últimos 5 años en una sección muy peculiar de "La Fosa", una que tiene como título...

Variación de la resistencia humana.

Somos ratas de laboratorio.

Mi cuerpo había probado que no se puede morir de hemorragia interna sin perforar algún órgano, me intentaron volver loco sin dejarme dormir durante 9 días. También mi cuerpo fue perfeccionando la cura contra infecciones en la piel... valla efectos secundarios.

Mi cuerpo, el de mis compañeros. Fuimos la llave para la puerta hacia el futuro.

Hay tanto sedante que recorre por mi sangre.
Si Dios reina todos los cielos parece que aquí se olvido de sus subditos.

El perrito por el que estaba aquí ya había pasado a mejor vida.
Yo aun me quedaba.
Estoy mal. Quiero que me inyecten y ya nunca despertar.
Ya no quiero entrar a ese quirófano.

Han pasado 2 años más.

Hoy salí y el sol penetra los poros de mi piel.

Pensé que ya había olvidado respirar aire puro.

Hay un tipo aquí. Habla demasiado. Por otro lado, estamos quemando libros, dicen que llevan peligrosos venenos. Aún somos ratas.

Somos ratas que salen al jardín de su jaula.

El tipo parece obsesionado.
Lleva unas pequeñas bocinas en sus oídos. Parece escuchar algo de ahí. Solo repite, repite y vuelve a repetir un nombre...

Abigail.

Se quita las bocinas y se escucha en la radio:

"... al parecer los intentos de han logrado algo...

El fénix ha quedado libre..."

No me di cuenta cómo ni cuando pero, de repente, todos comenzaron a correr.







PARANOIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora