Capítulo XXVIII Nosotros

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Hace frío, hace viento, no puedo ver claramente nada.
Allison se está tardando mucho, rara vez se me hacen largos los minutos, sinceramente, he vivido lo suficiente cómo para aprender a ser paciente.

-¡Allison!-Grito, llevándome las manos a la boca, tratando de que se genere un alto eco.

Era raro sentir miedo.
Es decir, a mis 8 años de edad unos Guardianes del mañana me despojaron de mi madre. Habían estado experimentando conmigo que tanto podía resistir mi cuerpo antes de morir. Ellos no se preocupaban por saber si yo moría o no. Diario, en esa especie de "hospital", veía a nueva gente entrar, si yo moría alguien más estaría en mi lugar, éramos cuerpos reemplazables. Después de hacerme lo que quisieron, cuando vieron que me quedaba poco tiempo de vida me dejaron en una cárcel. En una habitación sentado, esperando que la muerte llegara a una cita conmigo.

Nunca llegó.

Poco tiempo después, me di cuenta que no llegaba la muerte, diario con ansias la esperaba. Incluso intenté llegar yo a la cita con ella, encontrarla. Hasta los 15 años que tengo de vida, sigo esperándola.
Mi cuerpo, por tanto experimento había desarrollado una resistencia impresionante. Lo noté cuando, por las mañanas en La Fosa, uno que otro Guardián del Mañana, iba a darnos unas masacres memorables. Muchos de mis compañeros, de esas personas que se quitaban un pedazo de pan de la boca para dárselo a un niño de 15 años, morían por meterse a la hora de que me tocaba la golpiza. Gracias, por eso ya no intenté encontrarme con la muerte, por eso valoro mi vida, por todas aquellas personas que lucharon por mí.

-¡Allison!-Volví a gritar.

De pronto, las ramas de los árboles comenzaron a moverse, se movían, crujían, parece que se rompían.
El frío era más notorio.
Era más doloroso.
Muchas hojas de esos árboles comenzaban a volar con el viento.
Cerré los ojos. Puse mis manos por detrás de mi espalda y expusé mi rostro al viento. Comencé a disfrutar de mi agonía.

-Sé que estas ahí-Le dije a esa persona que estaba detrás de uno de los árboles no tan lejano del lugar dónde yo estaba.

Poco a poco, con una mirada vacilante y un ánimo apagado, se acercó a mí nuevamente Allison.

-¿Cómo sabías que estaba ahí?-Agacho su rostro, aunque aún estaba de pie.

Yo aún tenía mis ojos cerrados.

-Ya no se escuchaban el rastro de tus pisadas. Pensé que te había pasado algo pero, ¿cómo le puede pasar algo a una chica que puede controlar las cosas? Ahí fue cuando me dí cuenta, el viento no estaba normal.-Suspiré después de haberle dicho lo anterior.

-Quería provocarte miedo.-Dijo Allison.

-Puedo ponerme nervioso, inseguro, triste, pero rara vez sentiré miedo, eso ya lo dejé atrás.-Abrí los ojos.

Ella al parecer lo entendió.

Se dio la vuelta y decidió irse, se marchó y, al parecer, no pensaba volver...

La tomé del brazo.

No dejé que se valla.

-Espera, no sé por qué hiciste eso pero te diré algo: No quiero que lo vuelvas a hacer, jamás. Nosotros somos parte de un mismo caos, de una misma paranoia, Yo te cuidaré, siempre lo haré. No espero que me devuelvas el favor, sólo no te pongas en mi contra.-La abracé, ella sólo se rindió en lágrimas y asintió a mi afecto.

Ella era lo único que yo tenía.

Yo seré el único cuando ella no tenga nada.

Seremos sólo nosotros.





Y de repente, algo cambió.




PARANOIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora