Capítulo 7

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Capítulo 7

¿Alguna vez podré acercarme a un hombre sin este miedo?, ¿en el futuro podré ser tocada y amada por alguien más?, ¿o siempre me voy a paralizar y mi mente volverá a los recuerdos del pasado? 

El día que abusaron de mi fue decisivo, terminó de romperme... pero las pesadillas y el miedo siempre han estado allí, desde la primera vez que me tocó.
¡Eso no se le hace a un niño! Mi pecho se cierra solo de pensar que a mi bebé pueda pasarle algo así, Dios me libre, porque creo que mato al desgraciado que me toque a mi muchachita. 

Odio sentirme así, tan vulnerable.

Retrocedí varios pasos atrás. Si mi terapeuta me viera, probablemente se sentiría decepcionada. En la fundación me asignaron una psicóloga para poder hablar con alguien de lo que pasó. No me he abierto por completo, pero, la mujer luce agradable y me entiende. Eso es lo importante. 

Siento repulsión ante el toque de los hombres, como si mi piel escociera y mi mente se desplazara a los terrores vividos en el pasado. Las mujeres las soporto mejor, porque lo que siento cuando me tocan ellas es vergüenza, de estar tan sucia y vacía, luciendo ellas tan perfectas... especialmente las mujeres de la iglesia, que se ve que aunque son humanas y seguro que cometen sus pecados, parecen querer agradar a Dios en todo lo que pueden. 

Suspiro y cojo a mi Pancito para irnos a la fundación. 

En cuanto llego me sorprende ver a Alberto en la puerta, esperándome. camino hasta él cabizbaja, pensando en la escenita de ayer.

—Perdón. —Es lo primero que dice, luce muy angustiado y no puedo evitar enarcar una ceja. Se acerca nuevamente, ya no luciendo tan amenazador—. ¿Puedo abrazarte? 

¿Puede?, ¿no saldré huyendo a vomitar? Me encojo de hombros y él me abraza.

No dura mucho, porque me aparto. Pero le dedico una sonrisa para suavizar la impresión. 

—Soy el peor hermano del mundo, perdóname. —Parpadeo sin saber exactamente qué decirle—. Investigué algunos comportamientos... ya sabes, mi novia estudia psicología, y le pregunté. Además busqué por internet. Todos ellos coincidían contigo, o al menos la mayoría. Debí haberte apoyado cuando dijiste que te hacían daño, sin embargo no te creí, me parecía más lógico lo que mami decía, perdóname chiquita. 

Así me decía de niña y el recuerdo es agridulce. La chiquita ya no está, su hermano la abandonó. 

Mi hermano me lleva algunos seis o siete años, y siempre me protegió, hasta el día en el cual dije que Carlos abusaba de mí, tenía por cierto, diez años. Ahí todos cambiaron y me tildaron de mentirosa. El muy hijo de la jiligüeya se escudó —y hasta lloró— diciendo que no entendía como pude haber dicho semejante mentira, que ni siquiera visitaría la casa para que yo... 

Dios, no entiendo como pusieron creerle con las estúpidas excusas que soltó. 

Resoplo y vuelvo al presente, Alberto me dedica una miradita triste.

—Volviste a perderte. Cuando haces eso ¿Qué es lo que piensas? 

Las palabras salieron de mi boca casi sin planearlo. Él quería que fuera sincera, ¿no?

—En todas las veces que te dije que me hacían daño y me ignorabas. 

—Perdóname, de verdad. Sé que decir lo siento no arreglará nada, pero quiero que veas que estoy verdaderamente arrepentido. No invitaré a papá y a mamá a mi boda. ¿Y por Jean Luis? No te preocupes, le di la paliza de su vida. 

En cuanto termina de hablar me fijo en un ligero corte en su pómulo, tiene también el labio partido, ¿Cómo es que no me había dado cuenta? 

—Te lo agradezco, no es la forma correcta, pero lo agradezco. Y no tienes que dejar de invitar a tus padres a tu boda por mí, igual algún día tendré que enfrentarlos. Ya nada de lo que puedan hacer o decir me va a romper más de lo que estoy. 

Si Las Rosas Se Marchitasen #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora