Capítulo 14

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Capítulo 14

Conté mi testimonio…

¡Lo hice! 

¿Adivinen a quién? 

Estábamos a punto de ir a dormir cuando se sentó a mi lado en mi cama y me hizo una pregunta inesperada, pero muy acertada. 

Me preguntó "qué pinta Dios en tu historia". 

Yo sonreí y abracé mis rodillas. Le conté todo, absolutamente todo. 

Vacié mi alma por primera vez, desde todo lo que Carlos Javier me hizo, las secuelas y mis problemas con los hombres, hasta cómo Dios ha ido curando mi alma poquito a poquito. 

Le hablé con fervor de mi decisión de tener a mi hija y criarla en el seno cristiano, para que pudiera sentir la paternidad de Dios en una compensación perfecta de la falta de su padre biológico. 

Él no me entendió mucho en esa parte pero igual asintió. 

Mi hermano, Lissandro, ha sido la única persona a la cual le he abierto el alma de esta forma.
A todo el que le dije, fue solo la parte superficial, con nadie tuve el valor o la confianza de hablarlo con tanta libertad, pero aquí estoy contando todo sin remordimiento alguno.

Él lloró en algunos momentos, en otros me pidió permiso para abrazarme y así lo hizo, en ocasiones sus ojos brillaban, su labio se curvaba levemente como si quisiera sonreír, o hacía una mueca de rabia, todo eso en menos de media hora. 

Soy muy observadora, así que pude ver lo mucho que le afectó mi historia de vida. Eso es lo único que lamento de todo esto, verlo así. 

Ahora estamos acostados, él en su colchón en  el piso, y yo en mi cama con Ana durmiendo en mi costado. 

Hay días donde siento que si no la tengo cerca podría darme un colapso. Sí, conté mi testimonio, sí estoy contenta, pero al mismo tiempo he descubierto que cada vez que hablo de mi pasado con alguien, muchos miedos vuelven a surgir, entre ellos que alguien me le haga daño a mi hija.

Lissandro susurra algo y tengo que pedirle que lo repita porque no lo entendí

—¿Todos los hombres te causan repulsión ahora? No te juzgaría si así fuera, alguien que pasó por lo que tú… no puedo si quiera imaginarlo. 

—Solo los adultos mayores, en especial cuando invaden mi espacio personal. No me gusta que me abracen o que me toquen, tú sabes que el dominicano no puede tener una conversación normal si de alguna forma u otra no te toca. 

—Sí… así es. ¿Alguna vez yo te causé…?

—¿Repulsión? No mi amor, jamás, en cambio... Alberto Miguel…

—¿Mi hermano? ¿Enserio? ¡Pero si ustedes siempre fueron cercanos!

—Lo éramos hasta que me dio la espalda y no me creyó que Carlos me tocaba. Ya cuando me había mudado aquí con tía Flor, él vino y tuve una crisis, intenté explicarle que todo era verdad pero él insistió en que mentía, entonces cuando me tocó, yo me alejé y entré en un lapsus yo… me perdí dentro de mí  misma, y no quise que se me acercara, me costó mucho volver a confiar en él… pero ya lo perdoné, y lo amo muchísimo, su toque nunca más me causó repulsión.

—Entiendo… ¿Cómo le hiciste para acostarte con el padre de Ana, entonces? 

—Uff, fue difícil estar ahí y no pensar en lo que la bestia me hizo. Creeme, él se ofendió y pensó que no me gustó, pero no fue eso… simplemente, no pude concentrarme en el presente. 

Suspiro. Tendré que pedirle a Dios que me sane en esa área también, si intimar con mi novio antes de ser violada, me causó cierta repulsión, ¿Qué será ahora cuando tenga que hacerlo con mi futuro esposo? 

Si Las Rosas Se Marchitasen #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora