Capítulo 9

38 4 87
                                    

Capítulo 9

Regresamos de la playa tan cansados que nos quedamos dormidos hasta el otro día. 

Había quedado con las mujeres de la iglesia, en que tendríamos una reunión llamada “célula” y siendo honestas el domingo no quería ir, pero ya no es desgano lo que siento, sino vergüenza de haber faltado, siento que se los debo. 

Ellas sin embargo, acuden a nuestra cita justo en el horario que programaron. En cuanto llegan las hago pasar al recibidor e incluso tía Flor se sienta con nosotras.

—Te extrañamos el domingo, Ara —dice la pastora, yo sonrío sin saber qué decir.

—Sí, lo siento yo...

—Tranquila —interviene Natacha—. No es como que estés obligada ir, no te preocupes, sea cual sea la razón que tuviste sé que es completamente justificable. 

No, no lo es, para nada. 

—Creo que lo que quiere decir Natacha es, que no queremos que te sientas obligada a ir, es si tú quieres.  Nadie va a hacerte daño si no quieres seguir asistiendo. Por el contrario, nos agrada mucho verte allá y es nuestro anhelo que quieras asistir de todo corazón, pero solo si tú quieres mi niña —dice Susana. 

Les sonrío y decido parar el tema allí. Hablamos sobre la salvación y sobre el amor. Me enseñaron un versículo de la biblia, que el amor de Dios por la humanidad es tan grande, que dio a su único hijo por todos nosotros. Dios es increíble la verdad, es decir, yo no daría la vida de mi hija, aun si la mía corriera peligro. Y él lo hizo por todo el mundo. 

Ahora comemos una picadera* que preparó mi tía para nosotras, y ellas cuchichean tomándome en cuenta e incluyéndome en la conversación aunque no tengo mucha idea de lo que hablan. 

—Escuché el testimonio de una chica que fue abusada sexualmente —dice Susana, de repente. Me tenso y mi pulso se intensifica, no me gusta que hablen de ese tema cuando estoy cerca, soy muy sensible—. Fue muy impactante, me desgarró el alma. 

—Debe ser difícil vivir una situación así —dice Natacha.

—Su padrastro la tocaba, y luego fue forzada en un callejón —continua Susana—. Me dio mucho dolor y me dieron ganas de abrazarla. 

Mi pie comienza a moverse prácticamente solo y me doy cuenta de que estoy bien al borde de un ataque de pánico. No sé si sea normal que sea consciente de estas cosas, pero supongo que sí. La ansiedad me embarga y siento de repente que todo lo vivido, por superar la situación, no ha valido de nada. El viaje a la playa fue en vano, porque mis recuerdos no se quedaron en el frasco, no, están aún presentes en mi mente. Empiezo a tener pequeños espasmos sin darme cuenta, las escucho hablar pero a lo lejos. 

No soy muy consciente de lo que dicen porque estoy muy ocupada buscando una salida. 

Me disculpo y me entro en una de las habitaciones, sé que no estoy actuando bien pero no puedo evitarlo, es muy reciente para escuchar a personas hablar sobre esto y fingir que mi interior no explota en millones de partículas. 

Estoy hiperventilando una vez más, la psicóloga me dijo lo que tenía que hacer en casos como este, pero ahora mismo se me olvidaron todas las técnicas. 

Sin poder evitarlo empiezo a llorar, y aunque intento acallar mis gritos mordiendo mi mano, solo alcanzo a hacerme daño. No mitigo ni el dolor ni el volumen de mi voz. 

Tengo unos minutos después, a una tía Flor irrumpiendo en la habitación, sé que solo ella podría hacerlo, las mujeres son demasiado respetuosas como para invadir mi espacio. 

Si Las Rosas Se Marchitasen #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora