5

71 30 11
                                    

Zanahoria

Cambio de página al acabar el capítulo, me he mantenido toda la mañana leyendo uno de los cuantos libros que tuve pendientes desde que comencé a trabajar con Ky8 y no había tenido tiempo para leerlos por trabajo. Aprovechando que aún mantengo pendiente el firmar el contrato con Apocalypse, utilizo mi tiempo libre en esto.

Tiempo que me hará falta una vez plante mi firma en esos papeles ya oficiales.

Lo que firmé allí en aquellas oficinas de la muerte fue tan solo el contrato que decía que estaba de acuerdo con el intercambio que los chicos y Ky8 planeaban hacer, aún queda más papeleo por hacer y mientras más rápido lo hagamos, más rápido podrá jubilarse Liam.

Aunque llevo unas pocas horas leyendo y he quedado con Lucas para firmar el contrato esta tarde; luego de haber escuchado las pocas palabras intercambiadas entre Lucas y Jace, salí del baño roja carmesí y, entre Jace, Lucas, Kevin y yo, acabamos por hacer dos pasteles; llevándose así cada uno tres rebanadas; el pobre Kevin acabo limpiando el desastre que habíamos causado Lucas y yo, Jace esparciendo y comiendo las chispas de chocolate blanco.

Por otro lado, los tórtolos apenas y se dieron cuenta del olor a quemado que comenzaba a salir de uno de los pasteles; Carlota quedó encantada con Harold, algo me dice que fue igual por parte de él.

De verdad espero que sí, y poder salvarla de una de esas citas de internet.

La cita con mi psicólogo es mañana al atardecer, aún quedan temas por tocar, como el perdón que siento que les debo a mis padres, sin embargo... es cómo un peso que sigue allí, pero también tengo culpa en ello; mi psicólogo dice que no debo culpar a nadie más que a Paolo por lo sucedido, ignorando sus palabras acabo por ser el receptor de las culpas.

Poco a poco dejo de prestarle atención al libro frente a mi. Mis manos sudan y siento mi pecho comprimirse.

Si tan solo hubieses dicho algo.

Tus padres te habrían escuchado, es tu culpa.

Es un enfermo, decidiste confiar en él y acabaste en el psicólogo.

Eso no habría pasado si tan solo no te hubieses quedado callada.

Tuviste oportunidades para hablar y las desperdiciaste.

Mi celular resuena en la isla sacándome de mis pensamientos, observo la página del libro sin leer con una gota mojando su hoja, toco mi mejilla sintiéndola húmeda, no noté el momento en el que había comenzado a llorar. Tomo el aparato encontrando el nombre de mi madre en el identificador de llamadas, inhalo hondo y aclaro mi garganta antes de contestar.

—Hola, mami—saludo, limpiando mi mejilla.

—Hola, pollito.

—Mamá, te he dicho que odio ese apodo—ruedo mis ojos con una sonrisa en mi boca.

—Culpa tuya y de tu padre por comenzar a llamarme mamá gallina.

—Es que eres una mamá gallina—escucho la voz de mi padre a lo lejos en la llamada.

—Tú padre dice hola.

—Eso no fue lo que le escuche decir—sonrío.

—Espero y no estés metiendo a demasiados hombres en tu casa, cariño—vuelvo a escuchar a papá, ahora en la bocina del celular de mi madre.

—Eso suena más como mi padre—rio, me levando de mi cama y camino alrededor de mi habitación—, no demasiados, papá.

O ninguno en realidad.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora