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Ariana.

Una copia muy distinta.

La observo morderse su perfecto labio antes de intentar mirar sobre el hombro de Jace; gruño frustrada, ¿¡Cómo puede tener a ambos comiendo de la palma de su mano tan fácil!? Sus ojos azules y su melena castaña la hacen lucir perfecta, pero no más que yo.

¿Qué tiene ella que yo no?

—¿Qué hacen?—pregunta mi madre a través del teléfono.

—Creo que... —me quedo en silencio durante unos segundos, observando como la sonrisa de Lucas crece cuando fija su atención en ella—. ¿Aprender matemáticas?

Si mi vista no había fallado al verle entrar al local, lo que sostenía en brazos era un libro de matemáticas. Vaya diversión obtienen con la ojiazul.

Mi madre estalla en una sonora carcajada.

—Puaj, entonces no es un enorme problema como creías, cariño—le escucho decir y casi puedo ver su sonrisa plasmada en su rostro—. ¡Sácala como lo has hecho con todas las anteriores!

Suspira como si un peso se quitase de sus hombros.

Suspiro.

Si fuese tan fácil ya lo habría hecho, madre.

—Todo se ha vuelto complicado desde que te visitamos en diciembre del año pasado—murmuro—. Por cierto, ¿Qué hiciste con los zapatos de Gucci que te regalamos?

Suelta otra carcajada.

—¿Qué crees que hice con ello, Ariana? Pues lo que hago con todo lo de ese niño rico, venderlo y ocupar el dinero en mí misma.

Me remuevo incomoda.

—Pero fue un regalo que escogí para ti—susurro.

—Me importa muy poco, recuerda que solo debes seguir sacándole bolsos, carteras, zapatos... me da igual. Me estoy quedando sin cosas por revender.

Observo a Jace hacer lo mismo que hizo la mujer hace poco, intentar copiar de sus respuestas; como dos críos en un examen, y Lucas, es el profesor fingiendo no darse cuenta de sus intentos por copiar.

Pero la voz de mi madre hace que deje de ver hacia Lucas y su hermano.

—Además, no querrás haber desperdiciado el dinero que gasté en ti para enviarte tras ese hombre, ¿Cierto, cariño?

Mi corazón se detiene y trago con dificultad, le prometí a mi madre que lograría hacer que Lucas volviera a mí una vez más, que sería como si nunca se hubiera alejado de mí y volveríamos a visitarla con un nuevo regalo caro.

—Si, madre.

—Esa es mi hija...

Vuelvo a ver hacia dentro de la cafetería, Lucas reacomoda los lentes sobre el puente de su nariz, y Jace se quita su gorra para hacerse viento con ella en el rostro.

—Es extraño...

—Sí, si, como digas, cariño. No tengo tiempo para escucharte—le escucho moverse—, llámame cuando tengas mis bolsos.

Corta la llamada sin darme tiempo a despedirme.

Sí, yo también te quiero, mamá.

Los observo un momento más por el ventanal, intento comprender como es que ambos parecen estar muy cómodos a su alrededor; más que nada Lucas, siempre había sido un témpano de hielo a mi lado, a Jace nunca le termine de agradar, y todo mi esfuerzo por que ambos estuviesen a mi lado sin rechistar se han ido al bote con la llegada de esa chiquilla.

Con sus ojos azules y su bonito cuerpo... ¡Pero el mío es mejor! Siempre lo ha sido, soy mejor que cualquiera que Lucas pudiese elegir. Tengo más curvas que ella, más pechos y caderas, no hay que ser un experto para saber que cualquier hombre estaría conmigo si se lo pidiese con un mensaje.

Menos Lucas, si con él fue complicado que me abriese las puertas de su casa, me fue aún más difícil que quisiese que me relacionase con su hermano, el intentar caerle bien a su hermano se me complicó, y ni siquiera estoy segura de haberle caído bien del todo; perseguirlo hasta aquí, un lugar en el culo del mundo, solo para encontrase con... ella.

Una mujer que está muy por debajo de mí. Obviamente.

¿Si esta tan por debajo de ti porque le cae bien a ambos hermanos?

Mi subconsciente me juega una mala pasada.

El cuerpo de un hombre corriendo frente a los arbustos me hace caer de culo en el césped, seguidamente de su cuerpo pasa el de una mujer; observo hacia mi derecha, donde la mujer de cabello largo y negro corre como si le persiguiese el diablo; bueno, en realidad parece que ella es el diablo persiguiendo al hombre. Ambos giran en la esquina perdiéndose de mi vista nuevamente.

Frunzo el ceño antes de volver mi vista hacia el frente, donde los observo a los tres reír, como nunca lo hicieron conmigo...

Me levanto sin importarme que alguien pueda ver mi escondite, estoy cegada por los recuerdos donde Lucas solía hacerme reír, su hermano se mantenía a distancia con una mirada seria, lo que me enfurece más, porque con o sin ella siempre se le nota una sonrisa en el rostro.

Y, en el peor de los momentos, un salón de belleza es lo primero que observo al levantar mi cabeza. Sin pensarlo, camino hacia el local haciendo resonar una campanita al entrar; una mujer se me acerca y me pide que me siente en una silla frente un gran espejo.

—¿Qué tienes pensado hacerte, linda?—me pregunta acariciando mi cabello.

—Quiero un tono castaño—le digo observándome en el espejo.

—¿Seguro quieres hacerlo? Tu tono de cabello te favorece más al tener piel bronceada—al ver que no contesto, asiente en silencio—, aunque también puede quedarte bien el castaño.

No pienso en si me quedaría bien o no, pienso en mi madre, en como quiero hacerla orgullosa demostrándole que no necesito de su toma de decisiones para cumplir mis metas.

Continuo sin decir una palabra, hasta que le pido el mismo corte que el de la mujer.

Quizá así por fin me den la confianza que le están dando a esa chiquilla.

Cuando la mujer termina, casi no logro reconocerme en el espejo; la noche ha caído y, cuando llego a casa, busco las lentillas que compre el otro día por internet, en un arranque por querer ser igual que aquella mujer; me pongo las lentillas, me observo en el espejo, casi sin reconocerme, parpadeo viendo como el color café oscuro de mis ojos ha pasado a un azul no muy intenso.

¿Así me darás la atención que merezco, Lucas?

¿Así si soy perfecta para ti y tu hermano?

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora