13

58 23 9
                                    

Lucas

Abstinencia.

—Bien, matemáticas no—digo dejando las hojas que utilizamos sobre el mesón de la casa de Meer.

Extrañamente, toda el rato que estuvimos en esa cafetería sentí una rara incomodidad en mi espalda, como cuando alguien te mira muy fijamente, aunque siendo nosotros, tampoco fue tan extraño.

Ella suspira y pone su cara entre sus manos.

—Me estás diciendo, que ¿Estabas dudando de haber comprado esta casa?—dice mi hermano bajando las escaleras.

—Es mucho más complejo que...—responde ella aun con el rostro entre las manos.

—La amo, Meer—salta desde el tercer escalón hasta el piso inferior con una sonrisa—, si no la quieres tú, te la compro.

Ella suelta una risita saliendo de su escondite.

—Lo siento, ahora es mía.

—¿Meer?—le llamo.

Voltea hacia mí, dejándome observar ese azul que ha estado atormentando mis días y pensamientos, se ve afligida, aunque intenta disimularlo bastante bien, como si le preocupara algo en específico.

—¿Sucede algo?—pregunto en un susurro mientras mi hermano continúa alabando la casa.

Sus bonitos ojos azules me observan como si quisieran hablar por sí solos, algo le preocupa, pero no logro descifrar el qué.

Su mirada dice más de lo que su boca puede.

—Solo... estoy preocupada por no encontrar algo que me guste—dice, pero sé que miente, no es eso lo que le preocupa, o al menos, no es lo único.

Es peor ahora, días atrás la había visto con lágrimas aun corriendo por sus ojos, su nariz roja y ojos hinchados, he preferido darle su tiempo, y quizá, algún día, tenga la confianza de compartir conmigo, lo que sus ojos no pueden decir, pero ella anhela por soltar.

La curiosidad me carcome por dentro, pero las ganas de estar junto a ella aún más, mis manos pican por sentir su piel contra la mía y no voy a arruinar este corto recorrido exigiéndole respuestas que no me debe.

Tengo paciencia, y con paciencia voy a ganarme a Milena.

Camino hasta posarme detrás de Meer, ella me observa sobre su hombro extrañada, observo a mi hermano caminar por la sala de estar frente a ambos, mientras me inclino para susurrar a su oído:

—No me gustan las mentiras, Meer—digo con honestidad—, pero no me gustaría presionarte.

Mis palabras son simples, pero hacen que capte el mensaje que quería transmitir.

Me gustaría saber lo que ocurre, pero no planeo hacerla sentir presionada por soltarlo.

Observo sus bonitos labios rosas abrirse y cerrarse, he intentado alejar la tentación de probarlos, pero cada vez que paso más tiempo con ella se vuelve más difícil; me alejo evitando cometer un acto que quizá asustaría a Meer, además... no planeo besarla desprevenida mientras estamos frente a mi hermano menor.

Mi abstinencia diaria.

Pero necesaria para no asustar a Meer; por más que desee tomarla de la cintura acercarla a mí y besar sus labios, suaves a la vista, inhalo hondo y cierro mis ojos contando hasta diez.

—Bien, ¿Ahora qué?—pregunta Jace llegando junto a ambos en la cocina.

Meer se sobresalta ligeramente, acto que pasa desapercibido por Jace, pero noto que es como si acabase de recordar algo.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora