Prometiste no dejarme caer.

6 1 0
                                    

Carta de Milena a Lucas.

Quizá esto es una mala idea.

Quizá no debería estar sentada en mi cama intentando escribirte esto.

Quizá esto es una simple locura más.

Una de las muchas que no logramos completar.

Pero es que solo encuentro consuelo en llorarle a tu partida, me paso los días recordándote.

Cuando estabas con vida.

Cuando aún tu corazón latía. Cuando nadie te había arrebatado la vida.

Tantas veces recostada en tu pecho escuchando el latir de tu corazón sin pensar en que llegaría el día en el que todo lo bonito se acabaría.

Sin pensar que una vez se lo dije a Carlota y ahora experimento el dolor de mis palabras.

Lo único imposible es la muerte.

He llegado al punto de lo imposible, ¿Qué se hace ahora? ¿Podrías decírmelo quizá? ¿Me estarás viendo ahora, sonriéndome desde donde quiera que estes? O quizá todo eso es imposible.

¿Cómo se sigue adelante? Dímelo para poder hacerlo y... por favor, dame fuerzas.

Las necesito más que nada en el mundo.

Necesito que me des fuerzas para continuar, para poder sobrellevar el dolor y no causar un mal efecto en mi hijo.

Nuestro hijo.

Vuelve a sonreírme como solías hacerlo cuando me mirabas...

Vuelve a besarme como solías hacerlo sin importar donde..

Vuelve a cometer locuras por mí, conmigo.

O simplemente vuelve a mi vida.

Por favor.

Ojala desde donde estes no te rías de mi por escribirte esto, por creer que si lo deseo todas las noches luego de contar las estrellas volverás.

Quiero volver a contarte datos estúpidos que nunca utilizaremos. Pero que parecías tan interesado en escuchar...

Tu ausencia es algo que es imposible de ignorar, mi madre ha intentado hacerme salir adelante luego de ti, luego de todo. Pero creo que estoy volviendo a estancarme en el hoyo del que me ayudaste a salir.

He dejado mis sesiones de terapia, no logro encontrar fuerzas para ir, ni siquiera recuerdo mirar la hora cuando podría hacerlas virtualmente. Ojala no te enojes conmigo por ello.

Te amo.

Y aunque dudo que la única vez que te lo mencione lo hayas logrado entender, de verdad, espero que lo entendieras. Nunca pude mencionártelo de la manera en que quería, y cuando nos dimos cuenta el tiempo se resbalaba de nuestras manos como arena.

Prometiste no dejarme. Que no te alejarías y que jamás me dejarías caer.

He caído, Lucas.

Pero no es tu culpa, yo volveré a levantarme, lo juro.

Pero está siendo tan difícil...

Carta de Jace a Lucas.

Nunca creí hacer esto.

Cuando Meer me dijo que me haría sentir mejor no lo creí, pero lo estoy haciendo porque ya no encuentro lagrimas para llorarte.

He acabado con todas las que habían.

Maldita sea, Lucas.

Siento tanto enojo en mi interior, hacia ti, hacia Ariana, hacia Meer no... porque bueno, ella carga con algo tuyo en su vientre.

Es lo último que queda con vida de ti, algo que este con vida.

Como desearía que revivieras mágicamente para golpearte por haberte ido.

No es tu culpa, lo sé, pero quiero golpearte por no estar aquí y felicitarte por haberme convertido en tío. En vez de eso, ahora lloro tu partida, y adivina, no puedo ahogar mis penas en dulces, y mucho menos en alcohol.

Supongo que tantas de tus advertencias eran por algo.

Pero sabes que nunca fui bueno siendo obediente.

Los chocolates siempre fueron mi talón de Aquiles, y vaya que lo fueron.

La diabetes es una mierda, ambos lo sabemos por nuestra madre, nunca imaginé que ahora lo vivo en carne propia. La dieta es muy estricta, los medicamentos igual de estrictos, y cuestan un riñón, en serio, creo que vendiendo mis dos riñones habría pagado los cuatro meses que llevo de medicamentos.

¿Cómo fue que logramos conseguirle el dinero a mamá en un entonces?

No lo sé, tú siempre parecías hacer magia y desde entonces lo descubrí.

Te odio.

Maldito seas, zanahoria, te detesto.

¿Cómo pudiste irte así? ¿Sin siquiera despedirte? La última imagen que tengo de ti tampoco fue la más alentadora.

Por tu boca estaba un tubo que servía para tu respiración, tu piel estaba blanca, y tu cabello tenía más vida que todo tu. Tu novia hizo un perfecto trabajo en él.

Pero tú ya no respondías.

No respondiste cuando mi madre te abrazó.

No respondiste cuando te miré.

No te movías, y entonces no pude más y salí de esa maldita sala de quirófano, donde tu vida se perdió.

Donde tu cuerpo descansaba sobre una fría y poco cómoda mesa metálica, que estoy seguro de que estaba igual de fría que tu piel.

Te extraño, maldita zanahoria.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora