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Juego de preguntas

—Juguemos algo—dice Lucas, golpeteando con sus dedos índices el manubrio.

—¿Qué tienes en mente?—pregunto acomodando mi pequeña bolsa sobre mis piernas.

El semáforo se pone en verde nuevamente, y pasamos por distintas tiendas para salir del centro del "pueblo."

—Preguntas y respuestas.

—Vale...

—Comienzo yo—dice, repentinamente emocionado.

—¿Cuándo fue la última vez que te emborrachaste?

No tengo que pensarlo mucho para responder.

—Nunca me he emborrachado—desde su perfil veo como abre sus ojos como platos y se voltea hacia mí.

—¿Por qué no?—pregunta en un casi chillido.

Rio a causa de lo agudo que salió su tono de voz.

—No le encuentro mucha diversión a alcoholizarse para al día siguiente despertar con un dolor de cabeza que sientes que vivir en el infierno sería mejor que ese sufrimiento, ni hablar de los dolores musculares, la boca seca, y lo peor... no recordar nada de la noche anterior.

—Para no haberte emborrachado nunca lo describiste a la perfección—me mira de reojo.

—Oye, tuve amigos en la universidad—rio—, a pesar de ello, cumplí mi racha de cero emborrachamientos estúpidos de juventud.

—Vaaale—bufa—. Pero te haré romper dicha racha.

—¿Por qué?

—No puedes andar por la vida sin haber tenido al menos esa experiencia en tu vida—señala como si fuera lo mas obvio—. No digo que sea algo malo, pero me gustaría que en tu lecho de muerte me menciones en buenos recuerdos que crearemos antes de que el alcohol borre tu memoria.

—Bien, ¿Tú me cuidarás?—pregunto, abriendo un poco la ventanilla.

Ríe ligeramente.

—Cariño, yo te conseguiré el alcohol y no te dejaré salir a que cometas errores de los que quizá te arrepientas.

—Me parece bien—sonrío—. ¿Cómo se llaman tus padres?—pregunto volviendo al tema inicial.

—Irina Schmidt—dice sonriente—. Mi padre se llama Daniel Fischer, sin embargo... hace tiempo que ya murió—suspira.

Muerdo mi labio inferior, maldiciendo mentalmente.

—¿Eras muy cercano a él?—inquiero mirando su perfil, esperando a ver algún indicio de tensión o algo que me haga detenerme con las preguntas muy personales.

—Podría decirse que sí—suelta una pequeña risa, que suena más a un suspiro—. Sí, lo era. Aun intento serlo, ¿Sabes? Cuando siento que...

—¿Qué?—le incito a continuar.

—Vas a pensar que estoy loco—niega repetidas veces con la cabeza.

—Vamos... ya pensaba que estabas loco desde que llegasteis a las oficinas a hacer un intercambio de representantes.

El semáforo se pone en rojo y me mira frunciendo su ceño.

—En la buena forma de decirlo—sonrío inocentemente.

Suelta una risita contenida y vuelve a acelerar el auto.

—Normalmente suelo... alejarme cuando siento su presencia, si estamos con amigos, incluso con mi madre... de algún modo siento que me sigue a donde me vaya solo, y que me escuchará si quiero hablarle. Siento que simplemente quiere que sepa que él está aún conmigo, y que no me dejará solo por más que me aleje a un cuarto vacío.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora