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Lucas

Un beso interrumpido.

Observo a Meer sentada detrás del escritorio de su habitación, han pasado al menos tres semanas, la gira esta apunto de acabar, mañana es el último día que nos queda viajando por Latinoamérica y nuestro último concierto es en dos días, tendremos un día más para disfrutar de las playas de Costa Rica y el último concierto y volveremos a casa. Habrá una fiesta en la playa luego un día antes del concierto, y estoy planeando llevar a Meer conmigo. Aunque también es cierto que estoy planeando atrasar nuestro vuelo de vuelta...

Tengo un pequeño plan armándose en mi cabeza.

Me siento algo nostálgico, me encantó tener a Mila junto a nosotros en este tiempo, y, aunque fuera más por trabajo, creo que es la primera vez que no lo siento así.

Últimamente veo a Meer mucho más pensativa que de costumbre, a veces suelo pensar que debe ser por las ideas que intenta atraer para escribir un libro; no soy un experto en el tema, pero admiro a las personas que han escrito libros completos, el crear portadas, las puntuaciones al escribir, las tildes que se deben o no de usar para que el lector comprenda la idea del escritor.

Tantos pasos para crear un libro único y original únicamente siguiéndote de tu experiencia, además de intentar que la portada no sea igual o parecida a cualquier otro es un trabajo más complicado, pero cada pequeño detalle que le agregues, es lo que lo hará único y distintivo a los demás.

Por eso es que las cosas que salen del corazón, son las que mejor suelen salir.

—¿En qué piensas?—le pregunto.

Sobresaltada, se gira hacia mí.

—Creo que he logrado decidir el género que quiero para mi libro—dice, pero puedo ver que no es lo único que pasa por su cabeza.

—¿Cuál?—pregunto en lugar de indagar de más.

Sonríe y voltea su computador para mostrarme la portada. Una chica con capucha roja acariciando un lobo de pelaje blanco aparece en mi visión, el lobo, con imagen aterradora, muestra sus afilados dientes mientras observa a su izquierda.

—Fantasía.

Sonríe y yo admiro su sonrisa, jamás podría cansarme de observarla, vuelve su computadora de nuevo hacia ella y suspira.

—Bien, dos pasos menos, ¡Ahora me queda todo el libro!—murmura con falso entusiasmo.

Rio sin poder evitarlo.

Sí, definitivamente admiro a las personas que escriben libros.

—Que agobiante, y... ¿Cómo se supone que debería iniciar? "Querido diario"—bufa—, no. Definitivamente no.

La observo hablar con ella sola, la manera en la que escribe y borra en su computador cuando la idea no acaba por adorarla.

—¿Cuál era el primer paso?—pregunto, llamando su atención nuevamente.

Vuelve a mirarme, suspirando.

—Convencerme a mí misma de que esto es una buena idea.

Me pongo de pie y camino hacia ella, me pongo tras su silla y coloco mi cabeza en su hombro; a veces, me confundo a mí mismo, porque tomo acciones que me salen por si solas, como si fuese algo que hiciese todo el tiempo. Y al mismo tiempo no, pero me es imposible no desear estar junto a ella. Es un sentimiento extraño que me atrae hacia ella como si de un imán se tratase.

Lo único que me incita a continuar con mis impulsos, es el ver que ella no da indicios de sentirse incomoda con mi tacto, y eso, me causa una felicidad abismal. A mí y el imán que parezco tener.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora