10

48 28 4
                                    

Carlota

Bajo de mi escarabajo amarillo chillón, frente a mí, la hermosa casa que me emociona tanto por conocer; emocionada por obsérvala más a detalle por dentro, camino por el sendero de piedra que lleva desde el andén hasta la puerta de la bonita casa frente a mí.

Toco el timbre haciendo que su sonido se resuene por dentro de la casa, emocionada me separo unos pasos de la puerta colocándome firme.

Escucho pasos por dentro de la casa antes de que un hombre me reciba.

El mismo hombre que he estado frecuentando desde que mi nieta, Sofía, me mostró la app esa de citas, Julio es atento, carismático, y tiene una sonrisa que deslumbra a cualquiera; pocas veces me he encontrado a mí misma comparándolo con Harold, el guardaespaldas de los bonitos hombres que Milena había llevado a casa hace no mucho; bueno, el apartamento, ese lugar nunca fue un hogar para mi niña.

Hace tiempo me habría escandalizado por escuchar a una criada hablarle con tal libertad a la persona para la que trabaja; pero, Mila me ha enseñado, en este largo tiempo que he estado a su lado, que el trabajar limpiando su lugar de vivienda, no es impedimento para formalizar una amistad con ella, se ha esforzado tanto porque me sienta cómoda con ella y con su forma de tratar que me ha hecho sentir como si fuésemos tan solo dos amigas charlando en su apartamento.

Me hace sentir que no soy solo una simple empleada.

Por otro lado está Harold, un hombre que hace reír a cualquiera pero puede ser tan serio y cuidadoso con todo lo que hace y ama, ese hombre cuida con espada de plata a esos amigos de mi niña, bueno... tampoco me molestaría saber que el chico que le observa con ojos soñadores fuese... algo más.

Tampoco te molestaría porque seguirías viendo a Harold seguido, Carlota. Hay que ser sinceras con nosotras mismas.

Mi subconsciente solo dice lo que ya se, lo admito, pero no puedo permitirme pensar en otro hombre si Julio ha estado dándome su atención por un mes, llega un hombre distinto y es como si ese mes nunca hubiese ocurrido.

Carlota, esos hombres también tienen sentimientos.

Me riño sola, además... apenas he hablado con Harold un día, tal vez podría decir que somos conocidos, pero solo eso, conocidos.

Julio me sonríe al abrirme la puerta.

—Me gusta esa sonrisa en tu rostro—dice.

Ensancho mi sonrisa inevitablemente. Aunque en el fondo quiero borrarla al saber que la sonrisa no es por haber estado pensando en él.

—Me han dado una buena noticia—es lo que respondo.

Se aparta de la puerta y me invita a pasar.

La enorme casa me recibe con el color blanco y negro predominando en el lugar, me recuerda mucho al apartamento de Mila, solo que este lugar tiene su toque hogareño.

—¿Están tus hijos?—pregunto.

—No, cada uno tiene su vida por aparte; casi ni se acuerdan de este viejo—habla observando las fotos que se encuentran en el recibidor.

Observo las fotos junto a él, tres niños aparecen en una foto, abrazados por los hombros sonrientes a la cámara.

—Mike—señala al primero, es visiblemente más alto que los otros dos—, Adam—señala al segundo con la misma altura que el siguiente niño—. Román—suspira—; su hija ha desaparecido hace poco.

"Su hija"... entonces habla de su nieta.

Observo la tristeza invadir su rostro, rodeo su cintura con mis brazos tratando de darle algo de apoyo. Nunca fui buena con las palabras de ánimo u apoyo, algunas veces me he encontrado dándole sabías palabras a mis nietos, pero tan rápido como llega esa sabiduría, rápido se esfuma.

Counting StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora