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Despertó cuando la luz tocó sus párpados, sintiendo su cuerpo cálido a pesar del frío invierno que se había asentado semanas atrás. Bostezó y talló sus ojos mientras intentaba ponerse de pie, pero una mano ajena le impidió hacerlo; sosteniéndolo con fuerza, el chico a su lado se quejó.

— Está nevando afuera, durmamos cinco minutos más... —murmuró con voz ronca contra su brazo.

— Kukuku ayer dijiste que tus manos estaban congeladas y aun así pudiste trabajar perfectamente. Buscarás cualquier pretexto para no salir de esta choza, mentalista.

— Eh~ ¿De qué hablas, Senku-chan? Lo dices como si fuera alguien perezoso que lo único que desea es pasarse tooodo el día metido en su cama, con su novio, sin trabajar... —despegó su rostro para mirarlo, sonriéndole de oreja a oreja—. ¡Es un plan estupendo! ¿por qué no se me había ocurrido? ¡Hagamos eso~!

El científico resopló divertido por las ocurrencias del joven mentalista, quien se cubrió totalmente con las mantas sin soltarlo. Tenía razón, trabajar afuera carecía de sentido si contaban con la opción de hacer todo dentro, pero alguien debía ir a cortar más leña si querían mantener el fuego ardiendo por el resto del día.

Se acostó de nuevo para poder meterse entre las cobijas, encontrándose con un bello rostro que fingió con todas sus fuerzas estar dormido, pero su labio tembloroso intentando ocultar una risa lo delató. Con su extremidad comprometida no podía moverse mucho, así que utilizó a favor la postura en que se encontraba el contrario para aprisionarlo con su brazo libre, haciéndole cosquillas sin dejarlo huir.

— Jajajajaja ¡E-es trampa! ¡No, Senku, por favor! ¡Ya te suelto, ya te suelto!

— ¿Ah? Pensé que estabas dormido, señor mentalista.

— ¡¿Cómo podría estarlo si me atacas de esa forma?! —exclamó entre risas, soltando finalmente su brazo—. ¡Está bien, tú ganas! ¡Voy a salir!

— Kukuku iré por lo que queda de leña, ve preparando el desayuno.

Se puso de pie y se vistió de inmediato para que su cuerpo no resintiera el frío, plantándole un beso en la frente a su pareja antes de disponerse a salir. Asagiri, aun reacio a soltar la manta, simplemente se cubrió con ella y anduvo por el observatorio recogiendo la ropa que Senku dejó dispersa en el suelo la noche anterior, sonrojándose al recordar lo ocurrido.

Por como vio el caminar del científico, parecía que en ese encuentro se pudo controlar mejor que en otras ocasiones, con excepción de las marcas que se asomaron por su cuello. Pero no había necesidad de esconderlas, después de todo, ellos dos eran los únicos humanos que pudieron despetrificarse por cuenta propia.

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El desayuno consistió en las conservas que prepararon desde el otoño: algo de carne, vegetales deshidratados y frutos secos. Nada novedoso, sí, pero era bastante bueno considerando que sólo eran dos personas ocupadas en hallar la manera más eficiente de subsistir.

Devoraron la comida en silencio y al quedar los últimos bocados, como era su costumbre, Senku recitó los pendientes de ese día:

— Hay dos tareas importantes que debemos hacer hoy, conseguir leña e ir a la cueva de los milagros para recolectar el ácido nítrico que se acumuló —dio un mordisco a un trozo de carne y continúo hablando con la boca llena—. Ambas cosas demandan estar fuera durante todas las horas con luz y un esfuerzo físico similar, así que escoge.

— Mm... Me pregunto si Senku-chan podrá recorrer todo el camino hasta la cueva en su estado —Asagiri recargó sus codos en la mesa, colocando el rostro en sus manos para dedicarle una mirada insinuadora—. ¿Seré un buen novio si me ofrezco a hacerlo en tu lugar?

A través del reflejo/SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora