Prólogo

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Ellos empezaron como la típica historia de dos personas chocando entre sí, uno de ellos tumbo todos sus libros mientras que el otro se cayó al suelo, él recogió sus libros avergonzado y apurado ya que su clase estaba por empezar, cuando el chico del suelo empezó ayudarlo a recoger sus cosas, en ese momento sus manos se tocaron por primera vez y ellos sintieron una conexión. Los dos quedaron embobados en aquel instante.

Después de varias salidas, varios encuentros casuales, y de varias excusas para verse, pasó el tiempo y ellos se enamoraron.

Su amor floreció como ningún otro, era ese amor a primera vista, ese amor especial, ese primer amor que atonta a las persona pero también en el que se demuestran dos personas tan cariñosas, tan entregadas. Era dulce como cerezas frescas, que con una probada sabían que el sabor durarían para siempre en su paladar, aún cuando la fruta ya no estuviera presente, el deseo aún estaba latente. Lástima que solo uno de ellos creyó en eso.

Con el pasar de los años aquel chico le pidió matrimonio, y él acepto con gusto, están tan feliz que se dijo que podía morir en ese momento. Se casaron. Una ceremonia tranquila solo con los amigos más conocidos, por pedido de aquel chico. A él no le importa mientras que estuvieran los dos juntos, no le importó que la fiesta fuera pequeña ni grande solo le importaba aquel muchacho.

Y así con el pasar de las horas, días, meses, años. Ese matrimonio vio felicidad, como también algunas peleas pero sobre todo ahí desbordaba el amor, los dos eran tan cariñosos y considerados. Ese chico que ahora era un hombre, tan respetuoso, cariñoso, atento, el marido perfecto que él tanto quiso. Estaba tan feliz, tan dichoso de tenerlo solo para él.

Lástima que él era el único que amaba en la relación de dos.

¿O de tres?

Amarga RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora