12. La muerte de Yura.

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Ginkotsu había sido liberado, la compañía a la que le había robado información retiró la denuncia después de recibir una buena compensación monetaria, lo cual tenía de muy mal humor a Sesshumaru. Sango no se asustó cuando escuchó que las cosas de su escritorio habían caído, conocía muy bien a su jefe y sabía perfectamente que se encontraba muy pero muy enojado.

Se acercó lentamente y tocó la puerta de la oficina del peliplata.

— Señor, aún podemos seguir vigilando a Ginkotsu, solo es cuestión de tiempo para que el vuelva a cometer un error.

— ¡¿Y de que sirve?! ¿Que ganaremos con eso? ¡Esas mujeres son unas cobardes! ¡Aome es una cobarde! — grito Sesshumaru mientras pasaba sus manos por su cabello demostrando su frustración.

Sango suspiró profundamente, pero en el fondo comprendía a las mujeres, ellas estaban asustadas.

— Señor, comprenda que ellas están asustadas, debemos darles más tiempo, yo creo...

— ¡¿Tiempo?! Tiempo es lo que ya no tenemos, alguien está matando a esos hombres y estoy cien por ciento seguro de que el motivo es el ataque que sufrieron esas mujeres, la muerte para ellos es un castigo muy misericordioso, ellos merecen pasar el resto de sus vidas pudriéndose en una cárcel.

La expresión de Sango cambió por un instante, fué un leve momento por lo que Sesshumaru no se dió cuenta del cambio momentáneo en su rostro

— Con todo respeto señor, creo que esos hombres merecen lo que les está pasando.

Dicho esto salió de la oficina de Sesshumaru y se dirigió al lugar de trabajo de Aome, se encontraba un poco confundida, entendía muy bien la moral de Sesshumaru, el era un hombre que buscaba justicia, pero también se compadecía de las mujeres y sentía una satisfacción extraña al saber que esos hombres estaban sufriendo por lo menos un poco de lo que ellas habían sufrido.

— No comprendo al agente Sesshumaru — dijo entrando a dónde estaba Aome.

Aome al escuchar el nombre del peliplata sintió que el calor invadía su cuerpo, e inmediatamente se le vino a la memoria el beso que tan solo momentos antes el le había dado con tanta pasión.

— ¿Que pasó, que dijo o hizo Sesshumaru? — preguntó Aome, temía que Sesshumaru hubiera hablado del beso que se habían dado.

— A veces pienso que la justicia que mi superior busca, no es la justicia que debe caer en esos hombres.

Aome se tranquilizó un poco, a eso se refería Sango.

— Ah, eso — respondió Aome.

— Si eso, ¿Que pensabas que iba a decir?

Sango miró como un ligero rojo comenzaba a teñir el rostro de la azabache.

— ¿Que hiciste Aome? — preguntó Sango sonriendo, más o menos se daba una idea el porqué Aome se sonrojaba, ella sabía que Sesshumaru había comenzado a actuar extraño con Aome y esa tarde él había entrado al lugar de trabajo de Aome y ahora ella actuaba de esta manera.

— ¿Yo? Nada, es solamente que...¡Mira ya es la hora de ir a casa! Me adelantó y prepararé la comida — dijo Aome cambiando el tema no quería hablar de eso con Sango.
Tomó su bolso y se comenzó a caminar con dirección a la salida.

— ¿Recuerdas que vivimos juntas? Así que no voy a dejar este tema en el olvido — dijo Sango mientras seguía a la azabache a la salida.

Aome sonrió nerviosa tenía miedo de la insistencia de su amiga.

— Aome...

La azabache escuchó esa voz que comenzaba a ponerla nerviosa.

— Sesshumaru...yo...me tengo que ir — dijo antes de salir casi corriendo, no tenía el valor para ver a los ojos al peliplata.

BESOS AMARGOS  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora