Capítulo 2

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-          No me lo puedo creer – exclamó Amy cogiendo otro trozo de pizza. – Trish deberías tener más cuidado, un día te pillarán y te expulsarán.

-          O algo peor – musitó Rachel.

-          No seáis agoreras. Ha sido de los mejores de mi vida…

-          Pero no piensas repetir, ¿verdad? – se apenó Rachel.

-          Soy demasiado joven para atarme a nadie.

-          Trish, detesto ser yo quién te lo diga, pero te estás creando una fama terrible, empiezas a ser la puta del instituto. En el gimnasio he oído apostar a los tíos sobre quién será el siguiente en follarte.

-          No será para tanto – respondió intentando parecer despreocupada. – Seguro que las hay más zorras que yo.

-          Sí, Amanda Laurens, de segundo, pero todo el mundo cree que es más de boca que otra cosa. Trish, ten cuidado.

-          Además, tirarte un par de veces al mismo tío no es atarte a nadie – musitó Rachel muy poco acostumbrada a meter baza en aquellas conversaciones.

-          Tiene razón, Trish. Alguien habrá con quien te apetezca algo más que un polvo en los lavabos del instituto.

-          Zacary Bynes. Desde el colegio. Creo que va contigo a informática – señaló a Rachel con la cabeza.

-          ¿Bromeas? Es mi compañero de ordenador.

-          ¿Y?

-          No sé, es mono, supongo.

-          ¿Mono? Es un Dios. Tiene unos abdominales, unos muslos…

-          ¿Por qué nunca te fijarás en los ojos? – se rió Rachel.

-          También. Verdes, profundos… pero ese culo… Mejor me callo.

-          Sí, no te corras en mi sofá – se rió Amy haciendo que a Trish le saliera el refresco por la nariz.

-          ¡Bestia! – protestó Rachel riéndose.

-          ¿Por qué no hablamos de Charles? – inquirió Trish.

-          Porque no queremos ahogarnos en las babas de Amy – se rió Rachel.

-          Vale, chicas… está bien. ¿Alguna vez habéis tenido sueños… digamos lujuriosos?

-          Estás de coña, ¿no? – dijo Trish poniendo los ojos en blanco.

-          Vale, llevo varias noches soñando con él y nada bueno. O todo bueno, según se vea.

-          Venga, no vamos a escandalizarnos por los detalles, ¿verdad Rachel?

-          Después de que nos contaras con pelos y señales tu polvo en el aseo, no.

-          De acuerdo.

Amy dejó el refresco sobre la mesa y se colocó mirando bien a sus amigas para relatarles su último sueño con Charles. No solía contar aquellas cosas, sus fantasías se las guardaba para sí misma, pero aquella vez decidió contarlo, era como una necesidad, como si necesitara la aprobación de sus amigas, una especie de permiso para seguir soñando con él. Lo que no les contaría es que hacía ya unos meses que cada noche soñaba con Charles. No siempre eran tórridos, pero las pocas veces que no lo habían sido, el culpable era el despertador sonando demasiado pronto.

Amanecer RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora