Capítulo 11

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-  Rachel es mi mejor amiga – musitó. – La hermana que nunca he tenido.

-  Entiendo. Siento haberme ido de esa manera esta mañana, pero no creía conveniente...

-  Lo sé – le cortó. – Gracias. Y gracias por acompañarme esta noche. No estoy de muy buen humor.

-  Se nota. Además, has salido tarde. A esta hora es más arriesgado porque ya te esperan.

-  Y es sábado. Mi madre siempre decía que los sábados eran los más peligrosos.

-  Demasiada hormona suelta, sí. Los humanos no saben distinguirnos. Me extrañó que tú no te dieras cuenta.

-  Tú eres... diferente. Que no salgas ardiendo al contacto con la luz del sol despista un poco, la verdad – se rió.

-  Sí, claro.

-  ¿Me lo explicarás algún día?

-  En otro momento, sí. No es muy habitual que un vampiro ayude a la cazadora, estoy traicionando a mi propia especie.

-  Y yo a la mía.

-  Eso nos deja en tablas, ¿no?

Amy asintió volviendo a centrarse en lo que les rodeaba. Había demasiada tranquilidad aquella noche, demasiada calma. Charles la cubría las espaldas, aguzando el oído, sabedor de que sus sentidos estaban muy encima de los de la joven. El alba empezaba a despuntar en el horizonte cuando la acompañó a casa. Le hubiera gustado entrar con ella, pero su amiga estaba dentro y sabía que no podría contenerse teniendo a Amy sólo para él. La despidió en un suave beso en los labios y esperó que el cerrojo de la puerta sonara para marcharse a su casa.

Rachel y Amy llevaban dos días sin dar señales de vida en el instituto. Trish logró colarle a una par de profesores que ambas tenían un virus estomacal, pero Josh empezaba a sospechar que se habían fugado juntas y el rumor no tardó en correr como la espuma por el comedor y, después, por todo el instituto. Durante la comida, el cotilleo llegó a oídos de Charles, que miró a sus compañeros de mesa con desaprobación antes de averiguar quién era el instigador del rumor. Sin pensárselo dos veces, se encaró a Josh y le asestó un puñetazo en la cara con la fuerza suficiente como para partirle el tabique nasal y que el chico empezara a sangrar a chorro. Se marchó corriendo de allí, el olor de la sangre le estaba tentando demasiado y no quería dar otro espectáculo.

Trish le siguió sin dificultad, había que admitir que la chica estaba en forma. Le agarró del brazo forzándole a pararse.

-  ¿Qué diablos ha sido eso? – le recriminó.

-  Se lo merecía.

-  ¿Por qué? ¿Qué te importa a ti? Te tiraste a Amy en Halloween y ya está. No me digas que te gusta.

-  Lo que haya entre Amelia y yo no es de tu incumbencia. Deberías alegrarte de que alguien defienda a tus amigas.

-  No te corresponde a ti.

-  ¿Ibas a hacer tú algo por ellas? – esperó la respuesta. – Deberías empezar a preocuparte por ellas.

Trish bufó, molesta por la reprimenda que aquel tipo le estaba echando sin venir a cuento. Él no tenía idea de la relación que mantenía con sus amigas ni de cuánto las defendía o las protegía. No trató de darle alcance cuando volvió a salir corriendo. El director del centro le estaba buscando cuando ella volvió al comedor. Probablemente le expulsaran por aquello, pero tampoco iba a perderse nada.

Josh llegó a casa con la nariz escayolada, pero no le impidió salir aquella noche también. Cuando se reunió con Valeria, le inundó de preguntas acerca de quién le había hecho aquello. Los ojos de la mujer ardieron en un tono rojizo que le hizo estremecer y arder de deseo. No veía el momento de llegar a la cabaña.

Amanecer RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora