Rachel observaba a Trish desde una esquina del sofá. Iba por su quinto café, evitando a toda costa dormirse mientras Amy hablaba con Charles en el sótano. El silencio era tenso, incómodo, pero le habían contado la historia y lo último que quería era atosigar a su amiga, así que permaneció en silencio y espero que fuera ella quien empezara la conversación.
- No debiste hacerlo – le recriminó Amy. – ¿Cómo sabes que no irá a por ella? ¿Cómo sabes que no vendrán a por ti?
- Te preocupas demasiado... Conozco a Celia desde hace años, sé cómo trabaja...
- ¿Y eso la hace menos peligrosa?
- Para mí, sí, pero quiero que te quedes en casa con ellas y no salgas de patrulla hasta que te avise. Debes protegerlas, Amy, porque vendrá a por vosotras si no consigo detenerla antes.
- Podemos atacar ahora, es de día, será...
- Amy, no quiero una masacre. Quiero a Celia muerta, puede que a Valeria, pero hasta ahí. Sabes que no traicionaré a los míos de esa manera.
- Entonces, ¿para qué diablos patrullas conmigo? – bufó.
- Para protegerte. Eres demasiado novata, cometes muchos errores, alguien debe cuidar de ti, cubrirte las espaldas.
- Pero no matarás a ninguno...
- A todo el que ose hacerte daño – acarició su cara. – Amelia, acabaré con cualquiera que te hiera. Sea lo que sea.
Lena le observó desde su mesa. Si hubiera tenido tetas habría pasado por una mujer, pero la manera en que hablaba con sus amigos le delataba. Katie le estaba contando su última discusión con Adam, pero ya no la escuchaba. Había oído ese relato cientos de veces. Discutían, se insultaban y acababan acostándose. La historia siempre se repetía, seguía el mismo patrón por mucho que ella intentara negarlo. Siempre caía. En el fondo le daba pena. Él era un cabrón insensible y ella demasiado buena para él, seguramente fuera demasiado buena para cualquier hombre.
El chico pasó a su lado cuando salieron y dejó caer discretamente un papel en su mesa. Lo cogió sin que su amiga se diera cuenta. Estaba demasiado inmersa en los detalles de su pelea con su ex o lo que fuera como para darse cuenta. Anochecía cuando salieron del local. Dejó a Katie en su casa. Ni siquiera la había dejado hablar en toda la tarde, aunque prefería eso a una charla insulsa o a las respuestas estándar que utilizaba siempre. Una vez en su cuarto, desdobló el papel del chico y sonrió al ver su número de teléfono. Pobre iluso, había creído que ella tenía algún tipo de interés en él y no podía estar más equivocado.
Tumbada en su cama, recordó la conversación que había tenido días antes con su amiga. Quizá no estuviera de más probar, por poder comparar. Nunca la habían atraído los hombres, aunque, tal vez, no hubiera dado con el adecuado. Y la cara de aquel chico era tan femenina... decidió enviarle un mensaje. Un par de frases tontas. Hacía demasiado que no ligaba y dudaba si debía hacerlo igual que con las chicas. Dio un bote cuando recibió una insinuación por respuesta. Seguramente llevaba demasiado tiempo encerrada en casa y probablemente sus padres se alegraran de ver entrar a un chico y la levantaran el castigo que la impedía salir de noche si no era con su hermana. En ese momento decidió que iba a utilizar a ese chico. No le conocía de nada y aquello era lanzarse de cabeza a una piscina que podía estar vacía, pero estaba aburrida de no correr ningún riesgo y decidió apostarlo todo a una carta. Una hora después, el chico estaba en su casa.
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Amanecer Rojo
Lãng mạnAmelia es estudiante de instituto en un pequeño pueblo, sale con sus amigas, se divierte, liga... y es la heredera de una de las pocas cazavampiros que quedan en el mundo. Todos los derechos reservados bajo registro de Safe Creative.