Capítulo 7

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-            Oh, Amelia — susurró enterrando los labios en su pelo - ¿Qué estás haciendo conmigo?

Dedicado a recorrer con los dedos el cuerpo de la chica, besando su cuello, su garganta, mordisqueando el lóbulo de su oreja mientras cada célula de ella respondía a los estímulos lanzando corrientes por toda su anatomía. Amy notaba su erección en la cadera, el roce de la tela de sus calzoncillos acariciando su trasero. Las manos de él abarcaron sus pechos haciéndola estremecer, provocando que su entrepierna se humedeciera cada vez más. Sus pezones reaccionaron, endureciéndose hasta doler. Un dolor placentero que invadía su cuerpo mientras él masajeaba y jugaba con sus pechos y restregaba su cadera contra la de ella. Levantó sus brazos, rodeándole el cuello y enredando los dedos en su pelo. Charles abandonó uno de sus pechos, resbalando la mano hasta la cadera de Amy, acariciando la piel suave de su vientre, alargando la agonía de la chica, que suplicaba sin palabras que entrara en ella. Deslizó la palma de la mano por el pubis de la chica, que empujó la cadera contra su mano involuntariamente. Se entretuvo subiendo y bajando por ese camino, jugando con ella, despertando aún más su deseo. Estaba tan dispuesta...

Amy empujó aún más la cadera contra la mano del chico, jadeando, gimiendo, negándose a pedirle con palabras lo que quería. Sólo empujando y rozando su monte de Venus contra la palma de Charles. Él parecía disfrutar de aquel juego, pero ella quería más, quería que entrara en ella antes de que la sacudiera el orgasmo que empezaba a forjarse en lo más profundo de su cuerpo. Notaba su entrepierna cada vez más húmeda, cada vez más dispuesta y la erección de él clavándose en su culo, excitándola más. Quería agarrarla, tocarla, acariciarla y sentir que ella también podía hacer que se corriera. Ese pensamiento la hizo humedecer aún más. Restregó su trasero contra el paquete del chico y soltó una de las manos que agarraban su pelo para guiar la del chico hasta su entrada. Él se resistía. Notaba su sonrisa en su nuca, mientras la besaba rozándola con los dientes, pero ella lo necesitaba, así que le obligó a acariciarla, llevando su mano por la humedad de su interior, haciendo que sus dedos rozaran su clítoris provocando espasmos en su cuerpo y temblor en sus rodillas. El orgasmo era inminente y no quería sentirlo sin tener alguna parte de él en su interior.

Arrastró la mano de Charles más abajo, dejando dos de sus dedos en su entrada y aguardó un segundo, dándole margen para hacerlo por sí mismo, pero no parecía demasiado por la labor, parecía divertirle que fuera ella quien le guiara y llevara sus dedos hasta donde quería. Con más ganas que cuidado, empujó los dedos del chico dentro de ella, gimiendo en voz alta, gritando su nombre y empujando, moviéndose para darse el placer que él parecía negarle. Reteniendo cuanto le era posible el orgasmo, pero ya era demasiado fuerte. Todo su cuerpo vibraba y los dedos de Charles se apretaron voluntariamente contra sus paredes, mientras la otra mano jugueteaba con sus pezones erectos y doloridos.

-            Córrete para mí, Amelia — susurró en su oído.

Y las palabras fueron el detonante de su orgasmo. Se corrió intensamente, saboreando la electricidad que recorría su espina dorsal mientras la palma de la mano del chico trazaba círculos sobre su clítoris, alargando la sensación.

Su erección seguía latente, era su turno, pero no iba a masturbarle, no iba a follársele con la boca, ella quería que la follara en condiciones, sentarse a horcajadas sobre él y cabalgarle, dominarle. Se excitó nuevamente, con los restos del orgasmo aún en su cuerpo, quería más, mucho más, y no iba a esperar para tenerlo.

Charles le introdujo dos dedos en la boca, los mismos que, segundos antes, habían estado en otra parte, más al sur de su cuerpo. Chupó con ganas. ¿Por qué aquello la excitaba tanto? Saboreó su salinidad, dibujando círculos con la lengua entre los dedos del chico. Notó que su erección crecía aún más. Un gruñido se escapó del fondo de su garganta estrellándose contra el cuello de Amy. Ella sonrió y apretó las piernas, reteniendo la excitación del roce experto de Charles. Iba a tener que pedírselo. Si de verdad lo quería, tendría que decírselo. Y lo estaba deseando.

Amanecer RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora